Como dice el nombre de este medio, hablemos de criterios. Sin duda el tema de la violencia de género y la búsqueda de los grupos por una obtención o ampliación de sus derechos, se ha asociado a un sinfín de imágenes y representaciones sociales negativas difundidas día a día por los medios masivos.
Es interesante que desde la psicología de las actitudes se encuentran extensas explicaciones de como existen un conjunto de significados, estereotipos y prejuicios de los individuos hacia determinados grupos o sujetos, en las cuales se involucran factores emocionales, las experiencias previas y las ideas. Por lo tanto, las actitudes se observan en conductas que se socializan y se transmiten. Es por eso que hablar de estereotipos de género y micromachismos se relacionan con diversas conductas que observamos en los hogares y el espacio público.
En este sentido, en un mundo donde nos encontramos bombardeados de una plétora de etiquetas, es importante dirimir entre aquello que es un prejuicio y aquello que es información. Por eso, te lo digo Juan para que me entiendas Pedro, estos son cinco prejuicios que poco suman a una mirada imparcial al tema de la violencia de género.
1. Los feminicidios no existen.
La tipificación es uno de los avances en la agenda de nuestro país para generar acciones y políticas para erradicar la violencia contra mujeres y niñas. Con peras y manzanas nadie niega que maten a los hombres (estadísticamente la mayoría de los hombres mueren en manos de otros hombres), por causas diversas, pero en la mayoría de los homicidios hacia hombres regularmente no existen signos de violencia sexual, previo acoso u hostigamiento, pocas veces es perpetuado por una persona de confianza y todo aquello que se relaciona con violencias que suceden contra las mujeres y niñas. Por otro lado, no todos los homicidios con víctimas femeninas son feminicidio, y es justo en ello donde recaen errores estadísticos y un mar de dudas respecto a la causalidad del delito. Por lo tanto, la tipificación es necesaria, existen delitos producto de violencias graves que culminan la misoginia y el desprecio por las mujeres, sin embargo, en nuestro país aún requieren mucha mayor precisión para lograr los resultados esperados.
2. Los hombres no viven situaciones de violencia.
Pensar que los hombres no pueden ser víctimas de violencia físicas, psicológica, económica o sexual con su pareja, en el trabajo o cualquier otro espacio de su vida es erróneo y este prejuicio genera que pocas situaciones de este tipo sean evidenciadas o denunciadas. Los hombres viven al igual que las mujeres violencias. De hecho, la idea de masculinidad y las atribuciones culturales a lo que significa ser hombre, también se encuentra lleno de diversos estereotipos y roles esperados. Por ello faltan más espacios que trastoquen la diversidad de masculinidades.
3. Usar la palabra “feminazi” es inofensivo.
Comparar el movimiento feminista con los nazis fuera de ser anacrónico carece de sentido, pensar que las feministas quieren eliminar a los hombres termina siendo caricaturesco. Amalgamar toda una historia de un movimiento social y reducirlo a esa imagen quita legitimidad a una lucha de siglos por la obtención en su momento a derechos tan básicos como el acceso al voto y la educación. Actualmente por los derechos reproductivos y sexuales, el acceso a la justicia y condiciones de vida dignas en las distintas esferas. Por tanto, que las personas reproduzcan el uso de dicha etiqueta alimenta la burla, la polarización, la desinformación y minimiza avances sociales de décadas en todo el mundo.
4. Hay voces más valiosas que otras.
Existen diferentes tipos y alas del feminismo o de otros grupos que tratan de concientizar o generar estrategias para aminorar las brechas de género, sin duda un movimiento social puede amalgamar un sinfín de intereses y agendas, las cuales con el paso del tiempo van generando su propio trabajo. En este sentido, existen dentro del movimiento feminista algunas voces que contradicen a otras agendas feministas que si por ser blancas o privilegiadas no pueden hablar ni hacer nada, que si son indígenas, que si son heterosexuales, que si son transexuales etc. En suma, estos prejuicios generan la desvalorización otras voces e invalida espacios de diálogo, consenso y trabajo conjunto. Que alguien venga de un grupo más favorecido o desfavorecido no garantiza la calidad de su trabajo.
5. Ya todo es violencia de género.
No todo es violencia, sin embargo, todo lo que causa dolor o sufrimiento lo es. Vivimos en una sociedad que ya nombra y reconoce muchas conductas que no son saludables en las dinámicas de pareja, familia, trabajo, espacio público y todo aquello aparentemente inofensivo que tienen que ver de fondo con el ejercicio del poder y el abuso.
Afortunadamente el mundo con sus distintos retos y ritmos de acuerdo a los contextos, camina a hacer pequeños cambios en las políticas, las instituciones, las empresas, los espacios y los individuos para una cultura más igualitaria y equitativa. Nadie está “curado” de sus prejuicios de género, lo que es un hecho es que se requieren tipificaciones de los delitos que ayuden a orientar ejes de justicia adecuados, se necesitan espacios para que hombres y mujeres externen sus experiencias y emociones y sobre todo, se requiere una mira plural para las políticas e instituciones para un país más equitativo e igualitario.
fadia.marquez@criteriodiario.com