Pensando en que tenemos que pasar una Navidad celebrando de manera diferente, recuerdo que hay cosas que nunca van a cambiar. Cuarentena o no, podemos esperar cuetes, borrachos y mal del puerco.
Y por tradición televisiva, en al menos un canal tendremos alguna versión de: un “Cuento de Navidad” de Charles Dickens. Esta historia está en la memoria de la mayoría de la gente; ya sea que la conozcan en la versión de Mickey Mouse, la de los Picapiedra, la de los Simpson o la más clásica de las versiones: la de los Muppets.
Es complicado leer el libro de una historia que, en teoría, ya todo mundo conoce: el señor “Ebenezer Scrooge” es un anciano ambicioso que no cree en esas tonterías de la Navidad hasta que 4 fantasmas se le aparecen en sueños. Primero su exsocio “Marley” que le muestra que, si sigue siendo avaro y solitario como hasta entonces, llevará una gran y pesada carga, como la que él debe de llevar. También le dice que pronto recibirá la visita de 3 fantasmas más.
Los fantasmas de las Navidades pasadas, presentes y futuras son un clásico, cada uno dando una lección. El pasado, transportándolo a momentos de cuando era niño y llevándolo a visitar a una hermana que falleció. El presente, le muestra la situación del pequeño Timmy (el renacuajo en la versión de los Muppets hijo de Peggy y la Rana René) y la de su sobrino, el único familiar que aún quiere tener una relación con él. Y el futuro le muestra cómo será el fin de su vida sino llega a cambiar sus modos.
Esta historia se escribió en el momento en que Londres empezó a celebrar la Navidad, decorando un árbol de navidad como sólo se hacía en la zona de Alemania (gracias a la nueva tradición importada por la Reina Victoria y el Príncipe Alberto) y cantando villancicos. Y para Dickens, fue una manera sutil (no muy sutil) de criticar a la sociedad inglesa de la época, en que sólo algunos podían celebrar las fechas de manera extravagante mientras otros, en especial los niños, vivían en condiciones de pobreza, enfermedad y analfabetismo.
Para mí, “Cuento de Navidad” en el día de Navidad no era una tradición que siguiera religiosamente. De hecho, no soy gran fan de la Navidad, a excepción de la comida Navideña. Pero desde hace 2 años, cuando mi mamá se fue al cielo, aprendí a querer estas celebraciones, en especial por la cuestión de la reunión familiar. Nunca sabes cuándo va a ser la última vez que podamos reunirnos todos los familiares. Este año será diferente, la pandemia nos ha hecho tener que reorganizar el encuentro familiar. Creo que todos apreciaremos demasiado las Navidades pasadas, trataremos de disfrutar las Navidades presentes y pensaremos en que las Navidades futuras puedan ser lo que eran antes del COVID-19.
Esta enfermedad fue nuestros fantasmas durante todo el año, en que tuvimos que aprender a manejar el encierro, en que la vida laboral cambió totalmente y en que apreciamos, en verdad, la libertad que teníamos de ver a familiares y amigos.
En esta época espero que los libros o las lecturas fueran, en algún momento de la pandemia, sus compañeros. Que conocieran a personajes que los llevaran fuera de su encierro a lugares lejanos y libres de miedo a las enfermedades. Nuestra vida es ahora diferente, muchas cosas cambiaron para siempre (nunca te acabes distancia social). Pero hay cosas que nunca van a cambiar, como leer o ver “Cuento de Navidad”. Me despido con la siguiente frase de este cuento: “Me siento ligero como el viento, dichoso como un ángel, alegre como un colegial y tan mareado como un borracho.
¡Feliz Navidad a todos!”
angelica.lobato@criteriodiario.com