Lejanía física, aprendizaje social

Criterios Fadia Márquez Cabrera

Durante el 2020 hubo una plétora de emociones y aprendizajes que probablemente las generaciones que vivimos la pandemia recordaremos durante mucho tiempo. La fatiga, la pérdida, la incertidumbre, la adaptación, la resiliencia y los afectos que nos hacen trastocar nuestra esencia humana, formaron parte de este año tan distópico que aún parece no tener fecha de término.   

La alteridad contemporánea según la literatura es el reto de tejer puentes entre el “yo” y los “otros” tratando de deshacernos de la segregación, las violencias implícitas en las diferencias de edad, sexo, género, color de piel, religión, orientación sexual, etnia entre otros categóricos.  De las figuras que surgen entre mi realidad y las del otro. 

De ahí el nombre de este pequeño espacio dentro del periódico digital “Criterio Diario” donde durante estos meses se ha hablado de: educación, juventudes, violencia de género, las brechas, las desigualdades y las agendas para estos grupos. Considero que, sí se quiere caminar hacia mejores futuros, es pertinente deconstruir ideas, prejuicios, conceptos, categorías y todo aquello que nos limita a comprender esto tan complejo llamado: realidad social.  

Por lo tanto, la lejanía física necesaria en estos tiempos de las conversaciones tras el monitor y las fechas decembrinas lejos de la familia no es sinónimo de no hacer conciencia del aquí y ahora. Enlisto aquí algunos aciertos en los aprendizajes de este año:  

Ciudadanía y cooperación: Este año nos ha hecho cuestionar y hacer un escrutinio más cercano a la política educativa en el país, sin embargo, surgieron conductas de cooperación ciudadana y resolutiva comunitaria ante tales dificultades. Los profesores adornaron sus casas y las convirtieron en salones de clase, las madres y padres de familia visualizaron miles de tutoriales para entender Google classroom y las plataformas educativas, quienes tenían fobia a la tecnología se dio a la tarea a reinventar su relación con ella, algunos prestaron sus computadoras e internet a aquellos que no las tienen entre otras formas de solventar la educación a distancia.  

Hábitos de limpieza: Comprender que la limpieza está estrechamente relacionada con evitar el contagio de las enfermedades, no obstante, es otro de los aprendizajes de esta pandemia. A pesar de ser desde hace mucho una recomendación de la Organización Mundial de la Salud, es hasta la actualidad un hábito mucho más difundido y entendido en los grupos tras el miedo a la infección por COVID-19 

La salud mental es importante: A pesar de que las políticas públicas en materia de salud mental (como en otros aspectos de la salud) no son del todo suficientes en México, nunca se había hecho tan notable como en el encierro la necesidad de estrategias profesionales para la debida atención de la salud mental de las y los individuos. Hablar de ansiedad, depresión, ataques de pánico, crisis ya no es tan difícil cuando la mayoría acepta y entiende que tú, yo y todos necesitamos ayuda, es normal y está bien deconstruir la etiqueta de “la locura” y comenzar a nombrarla como autocuidado y salud.  

Todo es político: Lo que pasa en casa, en el monitor, en el cuerpo y las relaciones no deja de impactar en la esfera pública. A pesar del virus, la vida social siguió y los movimientos continuaron empujando la obtención de derechos sociales.  En este año vimos gran fervor en los movimientos feministas en las calles y las instituciones o el movimiento “Black lives matter” en Estados Unidos y un continuo debate público al respecto, así como otras protestas relacionadas con la crisis sanitaria en México. La gente no dejó de encontrar momentos para hacer públicas las desigualdades, las injusticias y la necesidad de alzar la voz.  

Las dos caras del “home office”: Antes de la pandemia el Síndrome de “burnout” ya era un término conocido para nombrar al conjunto de síntomas del agotamiento laboral, sin embargo, al igual que, con la educación a distancia la práctica de “home office” nos hicieron aprender que la vida tras el monitor requiere de ciertas adecuaciones a las rutinas y los espacios, y una de ellas es la desconexión tecnológica. Si bien, esta práctica de trabajo en casa ya era algo más estilado en algunas empresas, quienes comenzaron esta modalidad de trabajo por primera vez se dieron cuenta que será necesario replantear tanto para el sector público como el privado, estrategias que ayuden a sus empleados a evitar estos factores de riesgo psicosocial en el trabajo relacionados al uso de las tecnologías de la información en sus hogares utilizando esquemas más organizados y flexibles que no trasgredan el espacio familiar y privado sin dejar de lado la productividad.  

En suma, el 2020 no fue el apocalipsis zombie que algunos “geeks” esperaban, pero si ha sido un ciclo de aprendizajes y sobretodo de tocar las fibras humanas de este tejido social. Que el próximo año sea el nacimiento de la esperanza y de alteridades que construyan puentes de cooperación entre los unos y los otros.  

fadia.marquez@criteriodiario.com