El Museo del Bosque

Criterios Jaime A. Romano

“Construir para la eternidad”, ese fue el lema que el famoso Arquitecto Mexicano, Pedro Ramírez Vázquez tenía en mente cuando emprendió una de las obras más emblemáticas de los años 60’s en la Ciudad de México, la construcción del Museo Nacional de Antropología.  

Y es este recinto del que quisiera hablar un poco el día de hoy, recinto que alberga tesoros históricos de incalculable valor, que por sí mismo se ha convertido en un tesoro arquitectónico. El edificio diseñado por el renombrado Arquitecto Ramírez Vázquez presenta materiales representativos de la nación Mexicana, siendo por ello que el vestíbulo está ricamente elaborado con maderas de la zona sur, a lo largo del museo vemos cantera, piedra y más elementos regionales (Puebla no se podía quedar sin participar y mucho del mármol que vemos en el museo fue adquirido en el Estado). 

Ubicado en el Bosque de Chapultepec, un imponente Monolito dedicado a una deidad de la lluvia (si, y no digo Tlaloc porque por muchos años creímos que era una figura masculina, pero estudios han determinados que es una versión fememina) recibe a los visitantes sobre la avenida, así como una gran explanada y un edificio que recibe a los visitantes de todos los ejes del mundo. Una vez que uno cruza el vestíbulo se encuentra con vistas irreales como la fuente inversa que recibe a los visitantes una vez que los mismos han pasado el vestíbulo del museo, y es una gran columna central que por sí sola sostiene el techo de todo el patio central del museo la que llama la atención, no sólo por el hecho que describo, sino también porque de la misma cae agua como una fuente invertida.  

Foto: Jaime A. Romano

Así es como esté mágico recinto que resguarda muchas de las piezas más famosas de las culturas prehispánicas (como la Piedra del Sol, la máscara de Pakal, la Coatlicue o el friso de Placeres entre muchas otras más) nos recibe, de una forma impactante y que de alguna forma establece el tono sobre el cuál se erigió el museo en la década de los 60’s. En ese momento del tiempo, el discurso museográfico estableció que en este espacio se debía mostrar al visitante, que tanto iba a ser un residente de la Nación, como un visitante internacional, la riqueza con la cual contaba México, por lo que se dictaminó que era momento de presumir el tesoro arqueológico, y por ello debería de exibirse todo lo que fuera posible.  

Así se fue armando el “Gabinete de Curiosidades” del Bosque de Chapultepec, con piezas históricas de todo el país, la Piedra del Sol sería la estrella de la Sala Mexica, misma que contendría la Coatlicue y un simil del Quetzalapanecáyotl (mejor conocido como Penacho de Moctezuma).  

Foto: Jaime A. Romano

De igual manera las demás salas dedicadas a las diversas culturas del país se encuentran bellamente ataviadas de piezas arqueológicas que pertenecen a la vista de los asistentes del museo, se dedicaron espacios para exhibiciones especiales como lo es el dedicado a la reproducción de la tumba del Príncipe de Palenque, espacio que cuenta con la máscara original descubierta en dicha zona arqueológica; así como espacios al exterior del museo que reproducen las áreas en las que se encontraban las culturas originarias a las que se refieren las salas respectivas. 

Es así como aún más de 50 años después de la creación de dicho museo, el mismo sigue vigente y aunque el discurso museográfico se ha convertido en uno un poco pesado para el visitante del siglo XXI, sigue siendo uno de los museos más importantes del mundo, no solamente por el acervo que el mismo resguarda sino también por la gran obra de arte que es el edificio diseñado por el Arquitecto Ramírez Vázquez.  

Sin duda, un espacio más que nos debe sentir orgullosos como Mexicanos y que es digno de visitar y revisitar, tanto por su colección permanente como por las excelentes exposiciones temporales que llegan a visitar este bello espacio cultural. 

jaime.aguilar@criteriodiario.com