¡Mira, mamá! Hice una carretera

Criterios Enrique Acuña González

Si hay algo que nos tiene acostumbrados es a ofrecer excelentes ideas con pésimas ejecuciones, es nuestra memorable administración federal. Ya no es sorpresa que la respuesta para todos los cambios drásticos que ocurren en el país sea: “Para acabar con la corrupción”. Desaparecieron las estancias infantiles porque tenían corrupción; cancelaron el aeropuerto porque había corrupción, dejaron de comprar medicinas para el cáncer porque había corrupción, desapareció el Seguro Popular porque nació desde la corrupción, eliminaron los apoyos a la ciencia y tecnología porque lo único que hacen es ser corruptos. Y estoy seguro que me faltan más ejemplos que podrían llenar el contenido entero de la presente columna. Pero no crean que, aunque así lo parezca, la intención siempre ha sido destruir y ya. Hay razones de fondo que en papel hacen mucho sentido. 

Recordemos que en meses pasados se le dio velocidad a la ley del INFONAVIT para que los recursos pasaran directamente a los beneficiarios, para que las empresas desarrolladoras no manipularan los créditos de miles de beneficiados que terminarían viviendo lejos en casas de baja calidad, normalmente abandonadas al poco tiempo por la falta de regulación de las autoridades hacia estas empresas, que no dejarían pasar la oportunidad de sacarle provecho a la situación. Buena idea: darle la última palabra y poder de decisión a los derechohabientes con relación a sus propios créditos hipotecarios. Mala idea: hacerles creer que ellos solos lo pueden hacer sin la asesoría y experiencia de los profesionales de la construcción. 

Pues este fenómeno pasó también de forma muy similar con las comunidades rurales del Estado de Oaxaca. Primero, vamos a definir el concepto con el que se deciden las cosas. Estamos hablando del Estado con más municipios en todo el país, con comunidades tan dispersas que era más que necesario realizar trabajos de infraestructura para poderlos atender y comunicar con poblaciones de mayor tamaño sin dejarlos desamparados. Además, por esas mismas condiciones los pobladores tienen que viajar horas a pie para poder trabajar fuera de sus comunidades, lo cuál ofrecerles caminos dignos es lo más sensato. Y si a eso le sumamos que les vamos a ofrecer que estos mismos pobladores sean la mano de obra que ejecute los trabajos, cualquiera estaría aplaudiendo la búsqueda de la activación de la economía local. No me crean a mí, véanlo con sus propios ojos aquí mismo: https://www.gob.mx/caminosrurales 

¿Cómo vamos a lograrlo? Ah pues muy sencillo. Paso número uno, eliminar del proceso a las constructoras y desarrolladoras. Ya sabemos que cualquier empresa profesional por el simple hecho de existir ya es parte de un conglomerado maligno y turbio de corrupción, y hay que evitarlos a toda costa. También sabemos que el pueblo, por el simple hecho de haber nacido, ya es bueno y sabio. Entonces que lo hagan ellos. Paso número dos, se hizo un programa que por medio de la SCT destinaría recursos a los diferentes municipios como subsidio, que a su vez lo asignarían para la construcción de estos nuevos caminos que comunicarían a las poblaciones locales. Paso número tres, que levanten la mano todos los que quieran dinero (todos la levantan) colaborando en la construcción del nuevo camino para su pueblito, y que tengan una noción básica en construcción. Espero que ya empiecen a notar el contraste de la buena idea con la mala ejecución. Y se pone peor. 

Una carretera, la más básica de asfalto con 2 carriles de 12 metros de corona cuesta alrededor de $16 millones de pesos por cada kilómetro, según el tabulador paramétrico de costos de carreteras de la SCT, considerando equipos de topografía, geología, ingeniería civil, maquinaria pesada, laboratorios de resistencias de materiales, rellenos de diferentes capas de tierra, compactaciones, el mismo proceso del asfaltado, pintura, mano de obra técnica, supervisión especializada. Díganme ustedes si les daría confianza que llegue el maestro Jacinto a ofrecerles el mismo trabajo, pero por $4 millones por kilómetro. Obviamente si lo único que te interesa es gastar menos, aceptas con los ojos cerrados. Y a que no adivinan a quién le encanta gastar lo menos posible.  

Se autorizaron 45 caminos, de los cuales el órgano interno de control de la SCT revisó 22 que suman 141.9 kilómetros por un monto total de $563.6 millones de pesos. Y entre las observaciones más destacadas encontraron que hubo deficiencias o de plano omisiones en las resistencias del concreto, no hubo pruebas de compactación, había caminos que de por sí presentaban hundimientos y necesitaban movimiento de tierras para reforzarse que no hicieron, no hubo permisos de la SEMARNAT, la ejecución y diseño fueron muy deficientes, hay graves faltas a los reglamentos de construcción y para rematar casi todos los trabajadores laboraron sin seguridad social. Uno ya pensaría que $4millones por kilómetro es demasiado caro, ¿no? 

Insisto, estoy muy a favor de reactivar la economía local dándole trabajo a la gente de la comunidad. Pero es una falta de respeto que los dejen a la deriva haciéndoles creer que no es necesaria la supervisión de los profesionales para hacer un camino. El camino que los va a conectar por mucho tiempo hacia las poblaciones más grandes, mucho tiempo que en este caso ni siquiera llegó a ser el año completo. Varios de estos caminos quedaron inutilizables incluso antes de su inauguración. No me crean a mí, vean las fotografías del proceso constructivo en la página del programa. Es un camino muy bonito, claro que sí, para ponerlo en la entrada de nuestras casas. No para que transite transporte pesado de forma constante.  

Yo opino que es un proceso mezquino. Cuando uno va manejando y cae en un bache la respuesta automática es gritar a los cuatro vientos maldiciones variadas hacia el actual Gobierno. En este caso, ¿A quién le van a reclamar? Los únicos que usarán ese camino son los mismos que lo construyeron, les quedó feo y no les quedará de otra más que encoger los hombros y seguir su camino por una carretera defectuosa. De esa forma el Presidente ha aprendido a lavarse las manos, así como lo hizo con sus consultas populares a mano alzada, en este caso no hay quien responda por los vicios ocultos del trabajo, no hay fianzas de ningún tipo para arreglar los desperfectos porque no hubo empresas que den la cara por su trabajo.  

Nunca me voy a cansar de recordarles una de las leyes universales: lo barato sale caro. Busquen siempre asesoría de los profesionales. 

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