Lazos de cebolla

Aldo Obregón Criterios

Comencé a trabajar con el “Ballet Incluyente” de la maestra Andrea Carmona hace unos cinco o seis años, cuando nuestras experiencias comunes en el área educativa nos motivaron a unir esfuerzos que, gracias a su paciencia para conmigo, se han multiplicado con el tiempo.

Por Andrea pude hacer contacto con diversos grupos de trabajo, diferentes en su naturaleza y diferentes también en su estructura, y cada proyecto ha terminado por derrumbar una pared dentro de mi para posteriormente construir un puente, abrir una puerta o tender una escalera hacia algo más alto. Todo lo relacionado a “Ballet Incluyente” es una ventana que termina por enseñarme mucho de la importancia de lo que existe a dentro a través de las posibilidades de lo que existe afuera.

El último proyecto dancístico que produjimos se llama “Lazos de Cebolla” y es una refiguración muy, muy libre del texto de Isabel Allende “Como agua para Chocolate”. Nació en medio de la pandemia como un experimento audiovisual en el que cuatro personajes; dos reinas drag y dos bailarinas, nos muestran el hermoso tejido invisible que enlaza a la familia haciendo uso de la magia de la cocina, el baile, el canto, la fiesta y la convivencia diaria.

Gracias a los esfuerzos de varias instituciones y artistas, “Lazos de Cebolla” llegó al Teatro de la Ciudad de Puebla. Lo que comenzó como una especie de micro novela/danza en video, transmutó en una puesta en escena que convierte el teatro en una casa con sus recámaras, su cocina, sus habitantes, sus hechizos y sus secretos.

“El amor es un guiso complicado”

Compuse varias piezas musicales para este proyecto, todas ellas pensadas en el hogar que existe adentro de uno mismo. Hay mucho piano, mucha guitarra y un par de canciones que no podrían funcionar en otro contexto con la misma gracia que la desfachatada naturaleza de este proyecto permite.

De los temas musicales, hay dos que creo son especialmente memorables (por lo menos para mí, no sé para el público) y ambos tienen que ver con la parte más femenina de mi sensibilidad artística. El primero de ellos es un tema titulado “Cebollas” que acompaña una pequeña escena en la que nuestras cuatro protagonistas están preparando la comida con soltura y sinvergüenza, creando coreografías espontáneas construidas sobre el movimiento que el cuerpo diariamente recorre en el trajín del quehacer. El otro caso es el de una canción que me atreví a componer como excusa para vincular el hecho de bailar con la marcha y la protesta, que en ese momento del 2020 llenaban las noticias. Por Andrea Carmona conocí la frase “Una revolución que no se baila, no sirve” y ahora la llevo tatuada en lo más profundo de mi ser.

La canción se llama “Bailen mis muchachitas”, pero a mi me gusta llamarla “La Fémina Bélica” y me permitiré compartirles parte del texto, sabiendo que desde mi punto de vista de hombre cualquier opinión o análisis acerca de estos temas quedará como simple comentario al lado de la verdadera lucha:

“Un pie delante de otro y en la mano el corazón

apriétense las botas, el corsé y el cinturón
la fémina que es bélica si muere resucita
en la voz de sus hermanas y las hijas de sus hijas

Marchen, marchen y marquen con los pies

los pasos que faltaron a la que no pudo correr”

“Si alguien se pone mi falda se pone mis sueños”

Desperté hace un par de días con el revuelo en las redes sociales que causó que Gonzo, el legendario personaje de “Los Muppets” de Jim Henson, utilizara un vestido de princesa con consecuencias conciliadoras y nutritivas dentro de la más moderna versión del exitoso “spin off” de la serie original, los “Muppet Babies”.

Recuerdo que varios de los personajes que marcaron mi infancia tenían cierta tendencia a la androginia y a jugar con la subjetiva importancia de las apariencias. Bugs Bunny exploraba su lado femenino frecuentemente para dejar en ridículo a los hombres que lo perseguían por tal o cual motivo y, del otro lado de la escala cromática, crecí viendo los Caballeros del Zodiaco, anime japonés en el que los personajes más poderosos y respetables resultaban también los más femeninos o andróginos. Viéndolo en retrospectiva, creo que siempre he percibido que los seres que se atreven a jugar con las dos caras de la moneda tienen cierto poder, infunden cierto respeto y son dignos de tomarse en cuenta.

Tal vez, solo tal vez, desde pequeño ya había una Tara Maitreya curioseando en los rincones poderosos que el autoconocimiento alumbra, tal vez ahí está el origen de que hoy me atreva a subir a un escenario con falda y guitarra para refigurar el alma de incontables mujeres que, desde el poder de conocerse y desde el escudo del hogar interno, han pasado por mi vida y la vida de todos. Y la vida.

@AldoObregón