Por: Redacción Criterio Diario/ Foto: REUTERS
El Presidente Joe Bien regreso desde Campo David para abordar la catástrofe que se estaba desarrollando en Afganistán después de su decisión de retirar las fuerzas armadas estadounidenses. Lo que siguió fue una sólida defensa de las razones estratégicas por las que Estados Unidos estaba poniendo fin a su guerra más larga, pero menos detalles sobre cómo se ejecutó la salida.
Si bien reconoció que las escenas en Afganistán fueron “desgarradoras” y dijo que el colapso de su gobierno “se desarrolló más rápidamente de lo que habíamos anticipado”, Biden se mostró desafiante, descarado y seguro de sí mismo. Declaró que “No repetirá los errores del pasado”, pero señaló a otra parte, incluso a los afganos que, según dijo: “No estaban dispuestos a pelear”.
Insistió en que la salida es “la decisión correcta para nuestro pueblo, la decisión correcta para los valientes miembros del ejército que han arriesgado sus vidas por nuestra nación y la decisión correcta para EE.UU.”.
«Fuimos a Afganistán hace casi veinte años con objetivos claros», dijo
Biden sobre la entrada de EE.UU. en el país tras los atentados del 11-S, con la intención de acabar con los grupos terroristas que ejecutaron el mayor ataque extranjero en suelo estadounidense de la historia. «Lo hicimos. Redujimos con fuerza a Al Qaeda en Afganistán. Nunca nos rendimos en la caza de Osama Bin Laden hasta que lo eliminamos. Eso fue hace una década», dijo Biden. “Nuestra misión en Afganistán no se suponía que era la de construir un país, o crear una democracia centralizada y unida. Nuestro único interés vital en Afganistán sigue siendo hoy el mismo de siempre: prevenir un ataque terrorista en suelo estadounidense”. Esta posición no es novedosa en Biden: se opuso, como vicepresidente, al aumento de tropas decretado por Barack Obama en su primer mandato (llegó a tener más de 100.000 efectivos en Afganistán) y como candidato a la presidencia prometió que sacaría al ejército de esa guerra.
Lo habían prometido, en diferentes versiones, los tres anteriores Presidentes antes que él, sin llegar a hacerlo. George W. Bush celebró que se habían conseguido los objetivos, Obama aseguró que la guerra había llegado a una “conclusión razonable” pero no trajo a las tropas, como tampoco lo hizo Donald Trump, a pesar de que lo prometió con claridad en su campaña electoral, “No repetiré los errores del pasado”, insistió Biden.
“Sé que mi decisión será criticada, pero prefiero las críticas que pasarle esta decisión a un quinto presidente”, aseguró. “Me comprometí con los valientes hombres y mujeres que sirven a este país que no les pediría que siguieran jugándose su vida en una operación militar que debería haber acabado hace mucho tiempo. Nuestros líderes no hicieron eso en Vietnam y yo no lo quiero hacer en Afganistán”.
El discursó del ‘porqué’ de la salida de Afganistán puede ser convincente para un electorado estadounidense cansado de guerras interminables, con gran costo en vidas y dinero. Más difícil de explicar para Biden era el ‘cómo’. La salida de Afganistán ha sido caótica, violenta, con los talibanes tomando en pocos meses un país en el que EE.UU. peleó dos décadas y con la incertidumbre de qué pasará con las decenas de miles de afganos que colaboraron con los estadounidenses y que a partir de ahora estarán en peligro.
La Administración Biden cometió errores mayúsculos en el análisis de la situación y en la planificación de la salida. Las escenas vividas en el aeropuerto de Kabul y la evacuación en helicóptero de su embajada son el mejor reflejo de ello. Biden, sin embargo, mostró pocos atisbos de autocrítica. Apenas dijo que la salida había sido «dura y desordenada y, sí, lejos de ser perfecta» y que la situación en Afganistán se deterioró “más rápido de lo que preveíamos”. Pero, inmediatamente después, echó las culpas a los demás. “Las tropas estadounidenses no pueden y no deben pelear y morir en una guerra por la que las fuerzas afganas no tienen voluntad de luchar”, dijo sobre sus aliados, a los que EE.UU. ha financiado y formado durante todo este tiempo.
Biden criticó a líderes incapaces de limpiar de corrupción su país, de unirse políticamente o de negociar con los talibanes. Y denostó al ejército afgano, en el que EE.UU. se ha gastado 83.000 millones de dólares solo en armarlo. “Lo que no podíamos darles es la voluntad de pelear por su futuro”, dijo. “Los líderes políticos afganos se rindieron y huyeron del país. Su ejército colapsó, a veces sin tratar ni siquiera de pelear», recordó sobre unos hechos recientes, que no explican la falta de preparación estadounidense.
El presidente también justificó el fiasco de Kabul con su antecesor. Trump dejó un acuerdo con los talibanes que incluía una salida de tropas el pasado 1 de mayo y solo 2.500 efectivos en Afganistán. La elección, dijo Biden, era cumplir con ese acuerdo o enfrentarse a una escalada del conflicto y «mandar miles de estadounidenses de vuelta al combate». Biden omitió que pudo haber otras opciones, como renegociar una salida condicionada con los talibanes o implementar un regreso de tropas gradual que permitiera una evacuación ordenada del personal diplomático y de de afganos.
La realidad es que, hace solo cinco semanas, Biden aseguraba que en Kabul no se repetirían las imágenes de Saigón en 1975 y que el colapso del ejército afgano frente a los talibanes era «improbable». Se equivocó de lleno y todavía tendrá que demostrar si es capaz de sacar con seguridad a los afganos que estarán en peligro con los talibanes. Todo ello tendrá un costo político, pero habrá que ver si en EE.UU., para el votante medio, hastiado de guerras que no acaban, eso pesará más que cumplir con su promesa de salir de Afganistán.
Sin embargo, algunos han encontrado a Biden frío, incluso insensible, en respuesta al caos que envuelve a Kabul, donde la imagen de afganos desesperados aferrados a un avión de la fuerza aérea estadounidense en movimiento puede llegar a definir su presidencia. Su insistencia el lunes de que “los derechos humanos deben ser el centro de nuestra política exterior” pareció discordante cuando su gobierno abandonó efectivamente a mujeres y niñas a los talibanes.