La cocina más bella y los trajes más típicos

Criterios Jaime A. Romano

En el año de 1954 un nuevo monumento nacional se integró a la lista, la cocina del exconvento de Santa Rosa.

El famoso lugar que le dio origen al mole Poblano, y es un lugar histórico de gran importancia, no sólo por haber sido hogar a la leyenda del nacimiento de tan emblemática receta, sino por ser uno de los conventos femeninos más grandes de la capital poblana.

El edificio que se encuentra aún en pie, se ubica en la calle 3 norte 1210; en una calle con mucho movimiento y vida, al entrar al mismo uno es soprendido, ya que la primera habitación que observa es la famosísima cocina de talavera. Y es este espacio decorado con cientos de mosaicos poblanos en el que toma lugar la leyenda del nacimiento del mole Poblano; como buena leyenda poblana; todo empieza en un convento que se prepara para la llegada de una gran personalidad de la época, aquí las hermanas Dominicas se preparaban para la visita del Virrey, así que al no contar con una gran riqueza de ingredientes o monetaria, proponen utilizar los ingredientes con los que cuenta el convento para crear una receta que pueda ser digna del visitante tan distinguido; así es como mezclan chiles, chocolate, almendras, tortilla quemada, especias, jitomate, cebolla… Creando un guiso de sabor incomparable. Así mismo, la leyenda cuenta que una hermana que pasaba por la cocina no pudo contenerse y al probar dicha delicia, rompió su voto de silencio y exclamó: “Hermana, ¡Qué bien mole!”, se quiere entender que la hermana quería exaltar las cualidades de la hermana para mezclar los diferentes ingredientes que dieron creación al plato. Hay quienes dicen que tras probar el delicioso mole, el Virrey ordenó se decorara la cocina del convento con la más fina loza de la ciudad. Dando al Convento de Santa Rosa la cocina más bella de Puebla.

Foto: Jaime A. Romano
Foto: Jaime A. Romano

Dicho espacio, es de los pocos del edificio conventual, que se conservó como estaba de manera original, tras la exclaustración de las monjas, y la toma del edificio por parte del gobierno, este fue hospital, vecindad, contó con locales comerciales, una pulquería y más. Dicen que llegó a alojar a mil familias, por lo cual es de admirarse que espacios como el patio, conserve los mosaicos de talavera que lo adornan.

Foto: Jaime A. Romano

Alrededor del segundo patio, todavía podemos ver en la arcada interior, rastros de pintura mural con los escudos Dominicanos, así como en los muros, ricas decoraciones de talavera con elementos que aluden al uso religioso del edificio.

En la habitación que daba a la calle, se pueden observar todavía bellas imágenes que retratan a personajes religiosos importantes para la orden como lo son San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, Santa Catalina de Siena, Santo Tomás de Aquino, entre otras. Mismas que valen la visita al museo sólo para admirarlas.

El visitar la planta alta del museo es un viaje también, al subir las escaleras la temperatura cambia, y se reduce el bullicio que pudiera provenir de la calle, aquí en lo que era la parte habitacional del convento se ubica la colección de arte popular del Estado, así que podremos observar árboles de la vida elaborados por artesanos de Izúcar de Matamoros, talavera poblana, vidrio verde de la Luz, Papel Amate de San Pablito, bordados de Cuetzalan o de Pahuatlán, papel picado, trajes del Carnaval de Huejotzingo, artesanías en plata, barro y madera; en fin toda la riqueza artesanal que se produce en el Estado.

Un área especial del museo la ocupa la reproducción de un telar en el cual nuestros artesanos crean los bellos tejidos clásicos de la región. Podemos ver huipiles y chales entretejidos con arte.

Podemos observar de igual forma maravillosas reproducciones de las ofrendas de Huaquechula, así como algunas de las obras en cartonería que alegran las ofrendas del día de muertos.

Un espacio más de la ciudad, donde podemos trasladarnos a otra época y situar un hecho que románticamente los Poblanos ubicamos en este convento.

@JimboRomano