Me llamó muchísimo la atención que de la boca de una consagrada actriz, productora y cabaretera, saliera una sentencia que sataniza a los creadores que operan y crean apoyados por becas, concursos, bonos y donativos gubernamentales.
Les voy a ser sincero; de todos los años que he podido vivir de mi obra artística, hasta hace poco, cuando me entregué al teatro, se volvió necesario gestionar recursos oficiales para poder desarrollar y desarrollarme como pieza del mundo escénico.
Hasta hace poco mi ingreso dependía enteramente de la cantidad de personas que entraran o no a mis conciertos. Jamás tuve una beca o un apoyo que no fuera el pago justo por una presentación, por un evento concreto con un fin concreto. Ahora, mucho del capital que permite que pueda moverme y mover mis proyectos personales viene directa o indirectamente de algún Municipio, Estado o de la Federación.
Hace unos días platicaba con una querida amiga dramaturga acerca de las enormes diferencias que existen en el “cómo” y el “con qué” el arte en la capital del país contrastando con provincia. Ella hace unos meses decidió mudarse de la CDMX a mi amada Puebla y pronta y veloz, como somos los artistas, echó raíces y ya se encuentra preparando algo para los escenarios angelopolitanos. Es una obra que ya se montó en CDMX y que, para realizarse, tuvo que echar mano de todas las herramientas posibles dentro del manual del gestor cultural experimentado. Un presupuesto que no sé a ciencia cierta si llamar robusto o famélico se puso a trabajar y la obra sucedió. Ahora se volverá a montar, pero el camino y por ende el destino, serán algo totalmente diferente.
“Entre todos”
Soy una persona que se educó a crear y mover lo creado para ganarse la vida. El concepto de concursar y obtener capital que no provenga directamente del bolsillo de mi público es muy nuevo para mi. Puedo sacar pocas conclusiones con los escasos años que llevo de teatrero, pero la más evidente es que el teatro de pequeña y mediana escala, el que no depende de una enorme compañía productora, el que hacen los egresados de las carreras de teatro o arte dramático, el que se atreve a ponerle pies y cabeza a las palabras de tu amigo “el autor cercano”, el que te conmueve más que Lope de Vega y además se echa unos tragos contigo de vez en cuando; este teatro no puede sobrevivir en nuestro país sin ayuda del trabajo colectivo y, de una u otra forma, del capital colectivo que llega a los grupos teatrales en forma de papá gobierno y sus eventuales premios y regalos.
Me ha sorprendido gratamente que SÍ existe la cultura del teatro en nuestro país y que, con los estímulos adecuados, la gente asiste tan contenta y regularmente como asiste al cine. Sin embargo, la naturaleza del teatro es sumamente costosa tanto económica como humanamente y no hay compañía que posea un aparato mediático o los recursos que tiene la industria cinematográfica para generar la cantidad de recursos que el cine logra poner en el banco. La consecuencia de esto es que, no importa lo exitoso que sea un foro teatral o una puesta en escena, es muy complicado que el dinero que entra por taquilla sea el suficiente para alimental al alegre monstruo que es el mundo del espectáculo con sus mil bocas y millones de manos.
“No se haga, cabaretera”
Me parece muy gracioso que precisamente una cabaretera que construyó carrera en la CDMX se atreva a presumir que ha vivido fuera del presupuesto toda su vida.
¿Y los festivales, las muestras de teatro, los circuitos en los que han participado sus puestas en escena? Una cosa es jamás haber concursado para una beca y otra muy distinta es poder presumir que uno ha vivido fuera del presupuesto oficial y, además, ha logrado crear una fructífera carrera como artista conceptual y, últimamente, personaje político sin jalar algunos hilos por donde escurre lo que corresponde a las secretarías de cultura e instituciones varias de todos los niveles.
Perdón, pero ningún teatrero que presuma que vive del teatro puede presumir al mismo tiempo que jamás ha utilizado dinero público. Así es. Y no está mal.