Hace poco me encontraba analizando la belleza de la flora de Puebla, no sólo aquella que cuidadosamente nuestros floricultores cultivan y llevan a mercados y elegantes florerías, o exportan internacionalmente; sino aquella que de forma continua pasa desapercibida por todos los que vivimos día a día en la ciudad.
Desde las jacarandas que se visten de morado en primavera, los lirios en algunas elegantes banquetas, las bugambilias heredadadas desde administraciones municipales pasadas, algún durazno perdido en un camellón, las flores de los cactus en muchos de los parques, azahares en los limones y naranjos, algunos suertudos alcatraces que sobreviven la tentación de los transeúntes, agapandos que alegran espacios, lavandas sobrevoladas por abejas que se regocijan en sus flores; y muchas flores más, algunas silvestres cuyo nombre se me escapa por el momento.


De todas es de admirarse la fortaleza y el espíritu de supervivencia con el que cuentan, ya que la mayor parte de ellas viven del riego de temporal, nadie las procura, nadie las abona, nadie las chulea.
Pero quizás uno de los árboles que he visto sufrir más es el de magnolias, habitualmente socorrido por quienes decoran los espacios y jardines, pero ide igual forma como van apareciendo en la ciudad, van desapareciendo prontamente. Quizás al plantar los mismos, quienes escogen esta bella especie (Magnolia Grandiflora) no llegan a dimensionar el tamaño que alcanzará el crecimiento de la misma, o quizás no toman en cuenta el cuidado que se les deberá tomar.
Recuerdo que en los maceteros del estacionamiento del centro comercial más elegante de Puebla se encontraban magnolias sembradas, ya no quedarán más que cinco hoy en día; el mismo error se cometió cuando una tienda departamental decoró su terraza en la avenida hermanos Serdán con magnolias, a los dos años de abierto reemplazaron todos los árboles; algunos de los que están en la Fiscalía se conservan y luchan por dar flores.
Pero esta noble planta se esfuerza por no desaparecer de los ojos de los ciudadanos de a pie, ojo muchas casas en su interior puede que tengan magnolias, pero son las que se encontraban al exterior, en las banquetas, en los parques, en los jardines, las que están desapareciendo; pero las pocas que quedan buscan todavía llamar nuestra atención, mostrándonos su floración elegante y de gran tamaño, que llama la atención por su aroma y belleza efímera, por su suave textura y peculiar forma.

Una habitante más de la ciudad que engalana los espacios en los que se encuentra, dando sombra, belleza, hogar a las aves y un gran espectáculo a los Poblanos que disfrutan de ella.