El empoderamiento de las mujeres no es un estilo de vida, es la recuperación política de la vida

Actualidad Tamara López Ortega

Nuevamente me da mucho gusto saludarles y poder compartir en esta ocasión,  algunas reflexiones sobre la importancia del concepto “el empoderamiento de las mujeres”; el cual se ha vuelto tan popular que termina por hacer referencia a muchas cosas, restándole importancia a su contenido real.

Es relevante hablar del concepto de empoderamiento de las mujeres, pues es una herramienta que le ha permitido a muchas mujeres, anterior y actualmente, a transformar sus vidas y sus entornos.  Además, en la línea de la historia de la humanidad, el empoderamiento de las mujeres ha revolucionado la vida.

Para poder hablar del empoderamiento de las mujeres, es necesario también mencionar el papel que ha jugado el movimiento feminista, el cual ha instalado un método de crítica a la realidad social, a las estructuras de poder desde la época moderna.

Una de las principales aportaciones del movimiento feminista al empoderamiento de las mujeres, es que ha planteado fuertes cuestionamientos a la forma tradicional de vida, tanto en el ámbito público como privado de las mujeres, la cual se encuentra sostenida sobre la idea de que nuestro rol y nuestra posición en el mundo está definida por el reconocimiento del otro y al servicio del otro, ya que se nos concibió y se nos concibe como: la “esposa de”, la “madre de”,  la “hija de”, “al cuidado de”, “ de la familia tal”, “ Licenciada, ingeniera”, etc, es decir por los roles sociales que cumplimos.

Ha sido un largo camino el reconocimiento de los derechos de las mujeres, así como nuestra condición como humanas y como ciudadanas, pues no olvidemos que dentro del proyecto de sociedad le pertenecíamos al otro, se nos identificaba y definía a través de nuestra capacidad de “ser madres”. Nuestra participación en el ámbito público no era necesaria, pues se nos necesitaba en las labores domésticas y de parto.

Derivado de todo esto, el empoderamiento es un complejo proceso de transformación, en el plano personal y el plano colectivo, que inicia por desmantelar las viejas ideas y cadenas que invisibilizan nuestra existencia, por lo que exige un fuerte trabajo de reconocimiento, autovaloración, autoafirmación, autoconfianza, autoestima y de emancipación.

Es mentira que el empoderamiento viene contenido en un producto, o en una marca de ropa, o en un estilo de vida, como nos lo han intentado vender. Éste ha adquirido valor en el mercado, y resulta que ahora hay ciertas “personas”, “productos” y “lugares” que nos garantizarán el empoderamiento. Nada más alejado de la realidad.

La mala noticia es que nadie empodera a nadie, y no podemos saltarnos este paso tan fundamental que es la transformación en el plano personal, pues es la recuperación de nuestros poderes vitales de existencia. Las mujeres tuvimos y tenemos que atravesar estos procesos para reconocernos y entendernos, para definirnos sin necesidad de prefijos, para romper con los discursos que nos limitan y no permiten nuestra libertad ni autonomía.

El empoderamiento en el plano colectivo nos permitirá reconocernos entre las otras mujeres, con nuestras diferencias y nuestras distintas formas de concebir el mundo y la vida, pero con la capacidad de incidencia, de cuestionamiento, de dialogo, de negociación y de recuperación del espacio por el que transitamos: el espacio público y la política.

Nos han dicho que el empoderamiento es algo “fácil”, que sólo se trata de “ser mejores personas”, de “ser amigas” y ya, existen infinidad de ofertas de talleres y cursos “para el empoderamiento”, pero ya hemos hablado de que es algo más que eso, que se trata de procesos complejos de recuperación de nuestra identidad, de nuestra fuerza y de nuestra libertad.

Y después de esos procesos tan complejos, ha venido la actividad de las mujeres en el plano de lo público, tratando de ganar espacios para que más mujeres puedan representarnos, pero sobre todo impulsar cambios de las condiciones de vida de las otras mujeres.

Derivado de nuestra participación en el espacio público, han venido fuertes cuestionamientos a nuestra capacidad, integridad, personalidad y objetivos. A los hombres no les ha ocurrido esto, no han tenido que atravesar este camino, pues para ellos esta “dado” el derecho a gobernar y ejercer el poder, para ellos está reconocida su capacidad de gobernar y sus habilidades “natas” para las cuestiones del poder y del dinero, por lo que sus aspiraciones y metas personales, además de legítimas, han estructurado la repartición de tareas domésticas y de cuidados en el mundo, así como de los recursos económicos y materiales.

Ha habido un fuerte cuestionamiento y descrédito de la imagen de las mujeres en el mundo de lo público; hay un sinnúmero de expresiones a las que podemos recurrir como ejemplo: “¡que se ponga los pantalones para gobernar!”, “que demuestre si realmente puede hacer un buen papel”, “qué bueno que tenga talento, pero ¿y sus hijos?”, “es una mujer ambiciosa por no pensar en los demás”, “ Le hace falta ser madre para realizarse como mujer”.

Derivado de lo anterior, se torna difícil hablar del empoderamiento de las mujeres sin cargas negativas y reflexiones a medias, sin juicios de valor que le restan importancia. Con mucha información, pero vacía de contenido que nos limitan en la reflexión y la discusión.

La participación de las mujeres en el ámbito de lo público, nuestra visibilización y reconocimiento, es tan indispensable y tan urgente porque nos permitirá gestionar nuestros deseos, nuestros sueños y nuestras aspiraciones. Nuestro papel en la administración y gobernación de una ciudad, un estado o un país es fundamental para defender y atender nuestros intereses. Nuestra labor y presencia en donde se toman las decisiones es imprescindible para que sean incluidas nuestras demandas.

La política sí tiene que ver con nuestras vidas, pues es un instrumento que nos ha permitido acercarnos a nuestros objetivos. Y aunque nos han querido apartar “del mundo de la política”, nunca hemos sido ajenas, porque incluso en las labores domésticas y de cuidados estamos haciendo política.

El empoderamiento de las mujeres tiene que ver con el reconocimiento de nuestros poderes vitales, en dos sentidos: “nadie nos da poder, tenemos que tomar ese poder”, ese que viene de lo interno. Y nuestro poder de accionar e impactar en nuestro entorno: “tomar el control e influir en el propio desarrollo y el curso de la vida “.

El empoderamiento es reivindicar nuestra posición en el mundo y politizarnos, así que podemos empezar a ver a través de este espejo y hacernos conscientes que todo tiene que ver con política.