Duelo por edad
Uno de los duelos que es inevitable es el de la perdida de la juventud, llegas a la edad de los sesentas y se inicia con esa sensación de pérdida de la juventud, cuando aparecen las primeras arrugas, la primera cana de muchas más, las entradas en el cabello que cada día se vuelven más grandes, el caminar más despacio y que lleguen enfermedades que antes no teníamos. Empiezan a cedernos el lugar en el autobús o en el Banco mientras esperamos. Ya la mayoría de la gente dice permítale al señor o a la señora y entonces ahí nos damos cuenta que ya estamos en quizás la última posición o etapa de la vida. Para muchos lo catalogan como el principio del fin sin darse cuenta del panorama que nos ofrece llegar a esa edad y ser un Adulto Mayor.
Está comprobado que uno de los sufrimientos más frecuentes de las personas tiene que ver con la pérdida de la juventud. La perspectiva que tenemos de la madurez y la vejez entristece profundamente y produce una serie de sensaciones desagradables que van desde el miedo, pasando por la intranquilidad y la angustia, hasta la tristeza e incluso la desesperación. Vivimos las etapas del duelo muchas veces ya sea en un día y lo que es peor nos quedarnos estancados en una de ellas. El envejecimiento provoca pensamientos y emociones negativas, y es que en el imaginario colectivo la juventud está asociada a la belleza, la salud, la vitalidad, la energía, la alegría y otras muchas cualidades positivas. En cambio, la vejez está asociada a estereotipos negativos como la dependencia, la enfermedad, el declive, el deterioro, la inutilidad, la tristeza, la soledad, etc.
Cuántas veces hemos platicado con un Adulto Mayor y este nos dice su sentir que cree ser ya un viejo y una carga para su familia. Cuando en realidad deben de ser nuestra imagen que nos inspire con su sabiduría. Recordar que ellos tienen toda la experiencia del mundo y que por el hecho de haberse jubilado esto no los vuelve obsoletos o inútiles, al contrario, son personas que guardan una gran sabiduría. Existen estudios que demuestran empíricamente que, en las edades avanzadas, hay personas mayores que pueden ser más felices que las jóvenes. Ya que con el paso de los años disponemos de mayor experiencia y habilidades en el proceso de enfrentarnos a la frustración, a los golpes y decepciones de la vida, a los achaques, los sufrimientos y los reveses, que son una carga ineludible de nuestra existencia. Con el paso de los años hemos desarrollado una coraza emocional que nos ayudan a ver más fríamente las cosas, esto ayuda en el proceso del duelo para poder llegar a la aceptación que es la etapa final del Duelo.
El llegar al sexto piso nos hace hacer una pausa y ver el antes y después, pero no deberíamos verlo así, al contrario, debemos hacer un balance de la vida vivida, de los buenos momentos vividos. No pensando que de joven se hacen o pueden hacer más cosas, ya que cuando se es joven uno tiende a equivocarse, ya que no se cuenta con el valor de la experiencia. Puedo decirles que los ancianos hacen más y mejor las cosas. Toman menos decisiones y sopesan más, por lo tanto, los resultados son mejores y más duraderos. En otros países las personas Adulto Mayor son tratados con mucho respeto y saben de su experiencia en la vida.
Las personas mayores tienen otra concepción del tiempo: saben que es limitado y si han de emplearlo, lo emplearán mejor, sin derrocharlo. La juventud muchas veces no entiende el concepto de la paciencia, pues lo quiere todo ahora. Los maduros y ancianos saben que las cosas importantes requieren de mucho tiempo, es la paciencia que le da la experiencia de los años vividos.
Todos en algún momento hacemos un balance existencial de nuestra vida, regularmente es en el cumpleaños o en el año nuevo. Este balance toca puntos como: lo que somos, lo que hemos conseguido y dónde estamos. Entonces, hacemos una comparación entre los sueños, objetivos y metas de hace años con los resultados que ahora tenemos. Cuando hacemos este balance nos damos cuenta comprendemos que ya queda menos por vivir. Nos hacemos plenamente conscientes de lo que hemos conseguido y sobre todo de lo que no hemos conseguido. Y si ese balance nos parece negativo, es decir, si no creemos haber logrado todo lo que anhelábamos, nos desesperamos ante la agonía de la incapacidad de lograrlo, pues de pronto nuestro futuro parece demasiado corto El hecho de llegar al sexto pisos nos provoca un tsunami de emociones, estas emociones que nos arrastran dejándonos deprimidos, confusos e incluso enojados. Pero, así como acostumbramos a hacer un balance en fechas importantes, cuando lleguemos a los sesenta años es necesario hacerlo; esto nos va a ayudar a ver todo lo que hemos logrado y cuantas metas se hicieron realidad. Es necesario ser sinceros, la frustración y el dolor no se curan por sí solos: hay que afrontarlos.
Si estás viviendo esa sensación de desesperación por tu edad, por lo que consideras la pérdida de la juventud, es un buen momento para tomar terapia no trates de llevar solo tu duelo de la pérdida de la juventud. Puedes recuperar la alegría de vivir y que los años no cuenten tanto, porque tu vida quizá se vuelva tan satisfactoria que ni siquiera te hagas consciente del número actual de tu propia cronología. Lo horrible de tener una fecha de caducidad es a la vez lo más maravilloso: tienes poco tiempo y hay que aprovecharlo. No le eches la culpa a nadie, no le entregues a nadie la responsabilidad de tu vida, agarra tú las riendas de tú vida y lleva tú la nave a través de mares tormentosos o mares tranquilos. Puedes vivir una vida apasionante a cualquier edad, puedes levantarte y tomar la enseñanza que te dejo cada golpe, pero por favor vive tú vida intensamente, cada día como si fuera el último de tu vida
¡Tenemos poco tiempo, disfrútalo!
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