Todo final implica también un comienzo.
Mucho se ha escrito sobre el amor, el desamor y el sufrimiento del corazón cuando termina una relación, pocos reconocemos cuando el amor muere en nosotros o en nuestra pareja y ahí estamos tratando de justificar que la relación se apagó, pero nunca que el amor murió.
Como se dice, quizás nuestro muerto apesta y somos los últimos en darnos cuenta de que está muerto, quizás por costumbre o por el qué dirán, no percibimos que la relación se ha terminado.
Cuando iniciamos una relación nunca ponemos el escenario de que pasaría con nosotros si se termina. Nos sumergimos a disfrutar ese letargo que produce el amor en los seres humanos y que los lleva al mismo cielo. Pero, así como existen amores para toda la vida existen los amores que terminan, quizás estos terminan ya que la pareja no trata de alimentar ese amor esa pasión día a día y nos sumergimos en la monotonía de la vida misma y el día que uno de los dos decide terminar o irse ya es demasiado tarde para poder salvarlo.
Recordemos que el duelo por separación es muy difícil de llevar ya que ahí la pareja se va porque se quería ir, no es como cuando muere que sabemos que no quería irse, pero su tiempo ya había terminado aquí.
Muchas veces por la misma vida activa y tantas cosas que realiza uno no percibe que el amor va muriendo poco a poco y día a día. Los problemas cotidianos, la casa, los hijos, el trabajo en fin todo lleva a que el amor pase a un segundo plano y no nos damos cuenta de que este está quedando al final de nuestras prioridades. Y cuando vemos él amor ha muerto y ni siquiera nos dimos cuenta cuando sucedió.
La muerte del amor genera que entremos en duelo y esto nos provoca transitar por las diferentes etapas del mismo y se genera el dolor de la perdida no solo en nosotros también en los hijos si existen en la relación. Quizás tuvimos muchas alertas de que el amor se estaba apagando y no hicimos caso, pocas son las parejas que tratan de salvar el amor hablando, tomando terapia y siendo realistas que la relación ya no funciona. Pero porque debemos esperar a que inicie la enfermedad si podemos poner una inyección diaria de pasión y ternura para poder tener una relación sana y fuerte.
Debemos analizar dos caminos en este punto si nos damos cuenta que el amor está muriendo y cuando el amor ha muerto ya. Si analizamos y nos damos cuenta de que el amor está enfermo y que puede morir debemos tomar diferentes alternativas para alimentarlo y tomar decisiones de hablarlo con nuestra pareja para que la muerte del amor no suceda. Lo primero es analizar cómo está la relación y ver qué podemos hacer por ella, después hablarlo con la pareja y ver que vamos a hacer juntos por darle una inyección de vitalidad a este amor que sentimos. Si nos damos cuenta que nosotros como pareja no podemos hacerlo existe la consejería y las terapias de pareja que nos permiten ver más claramente las fallas y como se puede salvar la relación y con ello el amor.
Y esta la otra parte cuando el amor ha muerto y ya no hay marcha atrás para salvarle, en este punto lo que queda es salir de la manera menos dolorosa de esa relación y lograr salvar a la familia si existe o dejar un buen recuerdo con nuestra pareja para que sanemos poco a poco sin dejar un mal sabor de boca con nuestra pareja. Dicen que es muy difícil ser amigo de quien fue tú pareja alguna vez, yo no estoy de acuerdo en ello, podemos cerrar el ciclo de pareja y abrir el de amigos. Hay muchas parejas que han tomado terapia conmigo y llegan a tener una relación amistosa que muchas veces se hace por los hijos si los hay de por medio. Pero también es sano cerrar ciclos sin que tengamos que guardar odios ni rencores que solo vendrán a torturar nuestras vidas y generar que no estemos bien nosotros mismos. Debemos entender que muchas veces el amor termina, pero no por eso debe terminar con nosotros y llevarnos a deprimirnos y vivir con odios y resentimientos que lo único que van a hacer con nosotros es enfermarnos física y mentalmente.
Hablemos siempre lo que percibimos y sentimos con nuestra pareja, tengamos esa comunicación y apertura de decir lo que nos agrada y molesta para poder llevar una relación sana que no tengamos que guardar o esconder lo que nos molesta y también es válido pedir lo que deseamos que nos hagan y hacer nuestra pareja. No permitamos que el silencio y la falta de comunicación mate el amor.
Si después de todo el amor ha muerto y la relación no se puede salvar, vivamos nuestro duelo de la mejor manera, sin sufrir y mucho menos lastimar a quien amamos y nunca utilizar a los hijos para tratar de recuperar la relación, recuerden que los únicos responsables de la relación somos la pareja y los hijos no son monedas de cambio ni mercancía de chantaje.
Algo que se rompió, aunque se una nunca vuelve a quedar igual o se fortalece o queda más frágil de lo que estaba en un inicio. Lucha por tu relación siempre poniendo lo que toca a cada uno de los miembros de la pareja nunca exigiendo más de lo que es justo y de lo que podemos dar.
Siempre tratando de vivir lo más feliz que sea posible y sin cargar heridas del pasado para viajar ligera en esta vida. Si toca despedir al amor que ha muerto honremos la memoria de ese amor que a su inicio era lo más importante y maravilloso del mundo para nosotros. No podemos morir con el amor, recuerda que cada final implica el inicio de algo nuevo.
El amor nunca muere de muerte natural.
Muere porque no sabemos cómo reponer su fuente.
Muere de ceguera y errores y traiciones.
Muere de enfermedad y heridas; muere de cansancio,
de marchitaciones, de deslustres.
Anais Nin
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