El “cuchillo” de la venganza de Salman Rushdie

Angelica Lobato Torres Articulos Criterios

Hace casi dos años, Salman Rushdie fue atacado por Hadi Matar, un hombre de 24 años armado con un cuchillo, durante una conferencia en el estado de Nueva York. Tras el asalto, el escritor acabó con daños en el hígado y las manos, además de perder su ojo derecho en un proceso de recuperación que narra en su nuevo libro “Cuchillo”.

Con la reciente noticia de la muerte del Presidente iraní, es imposible no pensar en lo que Rushdie tendría que decir, sin embargo, en su gira de entrevistas para presentar su nuevo libro se limitó a decir que, tras la muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisi, no sabe “nada” de este país asiático salvo que intentaron matarlo, en alusión a la “advertencia” emitida contra él por el ayatolá Jomeini en 1989.

En la prensa se dijo que el responsable del ataque respondía al perfil de un ‘lobo solitario’, pero fue claro que muchas personas inmediatamente pensamos que los iranís tenían algo que ver.

Rushdie se ha pronunciado sobre la muerte de Raisi brevemente, asegurando que ha sido un hombre de “la línea dura” en sus políticas y “no parece que el que le sustituya vaya a ser un liberal”.

Además, añadió que se trata de “un tiempo peligroso” para los artistas en todo el mundo y “no sólo por el fanatismo religioso”.

En “Cuchillo”, el autor cuenta como sobrevivió a las quince puñaladas que pretendían apagar su voz. Pudo escribir sobre la violencia y la libertad, pero decidió contarnos su evolución médica; cómo superó un ictus o un aneurisma.

A las once menos cuarto del 12 de agosto de 2022, en el escenario del anfiteatro del condado de Chautauqua, en el estado de Nueva York, se acuchilló a un hombre; un ser humano que ama, que siente, que es amado por otros, que ansía vivir, que quiere seguir ocupando su pequeño sitio en el mundo. Y es en esa simplicidad donde la violencia resulta más aberrante.

Nos cuenta su historia de amor, pero no del romántico triunfo del amor frente al odio, sino de sus ventajas prácticas; este ensayo es una terapia en primera persona, una batalla para liberarse de los fantasmas.

Aunque el enemigo siempre presente es «A», así decide llamar a su agresor. Mantiene con él una entrevista imaginaria que le permite abandonar la posición de víctima, pasar al ataque, «responder a la violencia con arte».

Se lee en varias partes ese «no te perdono», pero agradece seguir vivo frente al lugar donde sucedió el atentado. El autor acaba preguntándose qué hacer con esta segunda oportunidad. Y decide aplicar a su vida un sencillo combinado de amor y trabajo. Se compromete a ponerse en guerra contra el revisionismo fanático que pretende reescribir la historia.

Pero la enseñanza que le dejo esto es que ya no quiere discutir sobre la existencia de Dios. Explica que cuando escribió “Los versos satánicos” no pretendía insultar ni ofender a nadie, solo escribir una novela sin miedo.

«A veces pienso que pertenezco a otra era. Recuerdo estar en el jardín de nuestra casa cuando era un niño en los años 50, oyendo conversar y reír a mis padres y sus amistades mientras hablaban de esto y aquello, desde política contemporánea hasta la existencia de Dios, sin sentir la menor presión de autocensurar, o diluir sus opiniones”.

“También recuerdo estar en el apartamento de mi tío favorito, quien a veces escribía para el cine, y de su esposa, actriz y bailarina que a veces actuaba en esas películas. Los veía jugar a las cartas con sus colegas peliculeros hablando en un lenguaje aún más descarado sobre esto y lo de más allá y riendo aún más escandalosamente que los amigos de mis padres”.

“Fue en esos escenarios donde aprendí la primera lección de lo que es expresarse con libertad: que uno debe darla por sentada, si temes las consecuencias de lo que estás diciendo, entonces no eres libre. Cuando estaba escribiendo Los versos satánicos, en ningún momento pensé en tener miedo”.

“Expresarse con libertad es darla por sentada, no temer las consecuencias”, esa es la venganza de Rushdie, haber sobrevivido y dejar el miedo.