Lo anterior, se divulgó como pan caliente: imágenes de la italiana Angela Carini llorando y afirmando que había tenido que protegerse de los golpes de Khelif se compartieron por doquier. Estos titulares, muchos de los cuales aceptamos sin cuestionar, alimentaron debates en nuestras familias, entre amigos y en las redes sociales.
Lo cierto es que, los insultos escalaron a tal punto, que pareciere como si Imane Khelif (aun cuando se pensará que fuera una mujer trans), estuviese en los olímpicos simplemente por azar o suerte, se ignoró totalmente su calidad de deportista olímpica, lo cual representa sin duda alguna, una estima de respeto y consideración, pues la dedicación, vocación y sacrificios de los deportistas de este nivel, son incalculables y loables., en su lugar, su condición de “mujer transgénero” fue discriminada y permitió que muchas personas expresaran sus percepciones conscientes o inconscientes sobre las personas de género o sexo diverso, se escucharon comentarios burlescos, expresiones grotescas y afirmaciones de estupor y censura ante la existencia de seres humanos “diferentes”.
En resumen, la desinformación acerca del género de Imane Khelif y su verdadera identidad, como mujer cisgénero con características genéticas específicas, ha funcionado como un experimento social revelador. Más allá de los mensajes superficiales de tolerancia en redes sociales y las manifestaciones en eventos Pride, este caso pone de manifiesto el verdadero estado de la sociedad en cuanto a los valores de respeto y aceptación de la diversidad. Es una oportunidad para reflexionar sobre el avance o estancamiento en nuestra capacidad de valorar y respetar a los individuos en toda su singularidad.
“La discriminación es el precio que pagamos por no conocer a las personas como realmente son.” Autor desconocido.
