Ningún país en el mundo tiene el gobierno perfecto, sería tonto esperar que todo fuera como “debería” ser… vivimos en un mundo enfermo y triste; pero creo para eso se creó la profesión de los periodistas, esos curiosos seres que se dedican a dar a conocer lo que muchos no quieren que se conozca, pero en algunos casos, solo dejan un recuento de la información que todos sabemos, pero que el gobierno cree que aún puede ocultarnos.
El libro “’Permiso para matar” documenta 1.850 asesinatos y desapariciones forzadas de las fuerzas de seguridad mexicanas contra civiles desde la ‘Guerra contra el narco’ en 2006 hasta nuestros días, un hecho que sus autores, Daniel Moreno, Paris Martínez y Jacobo Dayán, pretenden llevar a la Corte Penal Internacional (CPI).
“Que el libro llegue a la Corte Penal Internacional es para nosotros la mejor forma de terminar la investigación porque creemos que aquí hay información para que la Corte pueda agilizar el análisis del caso mexicano y analizar lo que han hecho tres gobiernos ya en contra de la población civil”.
Además de la denuncia, lo que los autores buscan es “surge de la convicción de que en este país primero que nada hay que recuperar la memoria”. El darle acompañamiento a los familiares de las víctimas que aun esperan que las autoridades les den respuesta de lo que paso con sus seres queridos.
Según los autores, el “cambio” no existió entre los sexenios de Calderón, Peña Nieto y López Obrador.
“Ha habido en lo esencial la misma estrategia de seguridad en los tres gobiernos, se les ha ofrecido la misma impunidad a los mandos responsables de matar o desaparecer inocentes”.
Nos dan a conocer 1.850 casos de desapariciones forzadas y homicidios, los cuales sirven para dejar a la luz pública que los índices de violencia del Estado “responden a una estrategia que las autoridades han establecido primero en favor de sus intereses, pero también en favor de intereses criminales” y es un problema que ha existido por décadas en México.
“Los números que se manejan hoy son muy parecidos a los que se han manejado antes, nueve de cada 10 homicidios permanecen impunes”.
Tristemente, el libro es una minúscula muestra de la realidad, ya que en los 18 años que abarcan se estima, ya que no hay cifras oficiales, ha habido 40,000 víctimas que eran de “los buenos”, hombres y mujeres sin vínculos con el crimen organizado sobre los que no pesaba ninguna sospecha y que tampoco eran parte de ninguna investigación, personas que salieron a comprar comida, a trabajar, a la escuela… que, por extrañas circunstancias, sirvieron para justificar la existencia y lo que cuesta mantener a las fuerzas de seguridad del Gobierno de México (agentes federales y estatales: soldados, marinos, Guardia Nacional y policías).
“Esta es una guerra contra el pueblo de México. Se dice que es una guerra contra el crimen organizado, pero no. Nosotros pensamos que es una guerra contra el pueblo, porque es al pueblo al que han estado desapareciendo y matando”.
Al parecer, los números durante este sexenio se redujeron, aunque se ve una clara proporcionalidad con la cantidad de pueblos que han sido tomados por narcotraficantes y grupos criminales; no hay “tantos” muertos pero cuantas personas no han tenido que dejar los que era su vida para poder sorbevivir.
Cuantas historias de “su hijo estaba metido en malos pasos” como excusa para justificar que mataran a hijos, o “estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado” quieren que justifique la muerte de un inocente. Un “perdón” no revive a nadie y tampoco ayuda a que la violencia que vivimos, gracias a los verdaderos “malos”, se detenga… o mínimo se reduzca. Repito… mundo enfermo y triste