vdevendetta

“Ahora te quiero ver tocar esas canciones tan lindas, hijo de puta”

Articulos Criterios V de Vendetta

Pinochet no piso nunca la cárcel, Fujimori murió ayer en libertad, Franco y Trujillo murieron en el poder, Videla pasó en total 5 años 38 días en la cárcel…

A propósito del 11 de septiembre, que rememora la dictadura chilena, está a lugar hablar de las dictaduras latinoamericanas, su reaparición y la fuerza cultural y artística que las supera.

La época de dictaduras en el cono sur de América, sigue siendo hoy en día, un capítulo aún no concluido, pues si bien su inicio fue hace ya un poco más de 50 años y los regímenes volvieron hace más de 30 años a ser “democráticos” (particularmente Chile, Argentina, Perú, etc.), lo cierto es que las preguntas aún no tienen respuestas: dónde están mis familiares, amigos y conocidos, quiénes permitieron la instauración de dictaduras durante décadas, y su operación con violencia ilimitada.

Particularmente, lo sucedido el 11 de septiembre de 1973 en Santiago de Chile, Chile, sigue siendo un hecho rodeado de impunidad y también, de debates, pues vuelven a la escena social y política las tensiones ideológicas entre ideas socialistas y capitalistas, y las reflexiones sobre los radicalismos que tanto mueven las pasiones electorales, populares y autoritarias desde la creación de Estados y gobiernos. Esta arena de pelea existe quizás desde antes que Luis de Francia dijera que “El Estado soy yo”, y hasta hoy día, donde las volcamientos nuevamente de gobiernos democráticos hacia los autoritarios y dictatoriales parecen retomar fuerza y ganar posiciones estratégicas en diferentes países de América, este es el caso de Nicaragua actualmente con Daniel Ortega, Venezuela con Maduro, y en mesa de debate, El Salvador con Bukele, Argentina con Milei, Guatemala bajo esos intentos, Bolivia sobreviviendo un poco el período de Evo Morales, entre otros.

Entonces, la pregunta básica y casi obligada es: ¿qué aprendimos como humanidad sobre los crímenes ocurridos el 11 de septiembre de 1973 y a partir de este día durante más de 17 años en Chile? La respuesta (pensaría uno, como estudiante de unos 15 o 17 años de edad en la escuela o universidad), es que es necesario conocer el pasado para no volver a repetirlo., este cliché se lee en cientos de murales y frases que se replican por redes sociales y en todo tipo de textos de corte liberal, histórico y democrático, pero la lectura actual dista de ser coherente con esta afirmación, pensemos en que ante los desórdenes económicos, y de seguridad, que atraviesan los Estados americanos, y que, realmente en mayor o menor medida siempre han estado presentes, se han consolidado escenarios casi ideales para que nuevamente se instauren gobiernos dictatoriales, hablando de Venezuela y Nicaragua, y aún más llamativo, gobiernos autoritarios pero sumamente populares como el gobierno de Bukele, donde la cifra de violaciones de derechos humanos y supresión de libertades de expresión, de prensa, de militancia política, privación de libertad individual, etc. va en aumento, asi como donde la mirada internacional nada hace, por el contrario, los movimientos sociales y de protesta, cada vez toman menos fuerza y son más ignorados en un mundo digital hiperinformado y conectado.

La estrategia de desarticular al Estado para lograr su dominación es exitosa, y de esto, tenía claridad y determinación Augusto Pinochet en Chile, quien no titubeó el 11 de septiembre del 73 cuando asesinó a Salvador Allende y a más de 3 mil personas en menos de un mes, al momento en el que dio el golpe de estado que daría inicio a una terrible noche que duró 17 años. No le bastó con disolver el Congreso, lo bombardeó; tampoco con perseguir a todos aquellos que eran o que alguien acusó de que eran partidarios de Allende, de las ideologías socialistas o conocidas y percibidas casi satánicamente como “comunistas”, sino que aprehendió a algunos rockstars chilenos, como Víctor Jara o como el mismísimo premio Nobel Pablo Neruda, de quien saqueó su casa e incendió sus libros.

Todo lo anterior, auspiciado por la CIA, quien, para esa época, materializaba los fuertes intereses de Estados Unidos en América del sur, donde gracias a personajes y estructuras monstruosas como la DINA de Pinochet, lograron intervenir y obtener provecho económico de estos países durante varias décadas, manteniendo el control gracias al miedo generalizado que impartía el ejército y fortaleciendo una ideología o Doctrina de Seguridad Nacional que en el contexto de la guerra fría consistía en la lucha contra el comunismo y toda idea política, cultural o económica que tuviera relación.

Es gracias a esto, que la dictadura de Pinochet, está marcada por la sistemática desaparición, tortura, asesinato y cautiverio de más de 40.000 personas, sin conocerse a ciencia cierta, un número real de esto. De lo que si se tiene física evidencia y recordatorio permanente, es de los hechos de tortura ocurridos en el Estadio Nacional (hoy Estadio Víctor Jara) el cual se convirtió en el centro de terror público de Pinochet, pues ordenó la ejecución y tortura de miles de personas en ese recinto, iniciando por el cantante Víctor Jara a quien como escarnio público, el 16 de septiembre de 1973, le destrozaron la cara y las manos, y luego le propiciaron 44 balazos, se cuenta que le dijeron; “Ahora te quiero ver tocar esas canciones tan lindas, hijo de puta“. El mensaje era claro, toda manifestación o libertad de expresión era un enemigo a quien se debía aniquilar.

En respuesta a esto, cientos de cantantes y artistas salieron de Chile, donde junto con artistas argentinos o influenciados por estos, y como resultado de esas cosas asombrosas que surgen, nacen y se crean en los lugares más oscuros y desesperanzadores por gracia de esa anormalidad divina y casi que ilógica e inexplicable que llamamos “resiliencia”, se crea el movimiento artístico y musical de protesta social, el cual hasta la fecha sigue siendo un importante y respetado género musical, que inmortalizó canciones como “Te recuerdo Amanda”,El derecho de vivir en paz” (ambas de Víctor Jara), “Desapariciones” de Rubén Blades o “Yo pisaré las calles nuevamente” de Pablo Milanés.

No se qué tenga que suceder para que realmente veamos las señales y no las detengamos, gobiernos extremadamente populares que adoctrinan, dominan las instituciones y acaparan todo el poder, que tienen discursos atractivos electoramente hablando, siempre sustentados en lo justo lo correcto pero que tienen detrás medios e intenciones casi siniestras.