Hemos hablado acerca de los elementos que identifican y diferencian a la Nación Mexicana: se ha dicho que la gastronomía mexicana, los héroes que dieron la independencia, las hazañas revolucionarias, la guadalupana, los mariachis, entre otras cosas, son las que han construido una identidad de nación mexicana, pero me atrevo a decir que a la par de estos sucesos y construcciones sociales que son celebradas con orgullo, también se encuentra la serie de eventos terribles, que cambiaron el rumbo histórico que se estaba consolidando en el México de los años 60.
En los 60 sucedió de todo y en todo el mundo, iniciaron las fuertes luchas sociales por los derechos políticos y sociales de las minorías, entre las cuales, sobresalieron las luchas raciales en Norteamérica, y en respuesta a esto, hubo un crecimiento exponencial de represión, y a su vez en contra respuesta, se desarrolló una unión social, posiblemente sin precedente alguno en muchos países del mundo, no solo de América. De tal magnitud es todo lo que sucede en diferentes lugares del mundo en esta época, que inclusive, surgieron movimientos culturales y musicales, que, a la fecha actual, siguen vigentes, tales como la protesta social, y el rock latinoamericano que, en su mayoría, continúa teniendo como principal sello distintivo, tratar asuntos políticos y críticos.
Básicamente en los 60 sucede mucho, pero todo eso tiene un elemento transversal, sin el cual, las respuestas quedan muy cortas, y es el contexto de la guerra fría, la cual acaparó la atención en los años 60, y permite comprender porqué sucedió algo tan absurdamente cruel, injusto y casi inentendible, como fue la masacre a cientos de jóvenes que se encontraban agrupados, a plena luz del día, sin armas y rodeados de civiles y unidades habitacionales, un 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
Esté conflicto político entre los bloques formados por Estados Unidos y la Unión Soviética, logró imponer una cacería de brujas de la cual, los gringos participaron protagónicamente, y bajo esa ideología extremista, señalaron, y condenaron todo movimiento ciudadano, o de izquierda, tachándoseles directa o indirectamente de comunistas, lo cual, fue como una especie de “lepra mental” para la época, de la cual no lograron escapar muchos activistas y libres pensantes, o simplemente, ciudadanos de a pie en el México de los 60, el mismo México que se encontraba en plena abonanza económica, también conocida como el “milagro mexicano”.
Con la Masacre de Tlatelolco, el 02 de octubre de 1962, se escribió una nueva historia para México, una que sin dudas expuso problemáticas sociales escondidas y reprimidas, pero que también, marcó el inicio del fin de la época de prosperidad económica y de crecimiento institucional de México, pues a pesar de la masacre y de la atención internacional puesta sobre esto, el gobierno mexicano decidió 10 días después de lo sucedido, seguir adelante con los Juegos olímpicos, todo esto en un ambiente de protesta nacional, y de absoluta impunidad, realidad que a la fecha persiste, pues nunca hubo sentencias, verdades o justicia.
No toda la identidad mexicana son mariachis ni héroes que nos dieron patria. Tlatelolco forma parte de nosotros.