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De cómo Gabriel García Márquez resistió al poder con la literatura

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Gabriel García Márquez, además de escribir y recrear en cuentos a los colombianos y latinoamericanos mediante el “realismo mágico” de las ideas con que golpeaba las viejas teclas de su máquina de escribir, fue también un hombre de señalamientos, y el propio protagonista de su novela, donde tuvo el rol del negociador, y también el del perseguido político, por “padecer” de la ideología comunista. 

Gabo (como popular y cariñosamente se le dice a García Márquez) fue amigo personal de Fidel Castro y mediador en uno de los momentos más álgidos de la crisis diplomática entre Castro y el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton.

 Gabo y Fidel Castro tuvieron una estrecha amistad, incluso García Márquez escribió una crónica del presidente caribeño en el periódico oficial del régimen castrista Granma, titulada “El Fidel Castro que yo conozco”, en donde describe a Castro como una persona culta, disciplinada, congruente, con una retórica envidiable, atrevido en el discurso, informado y valiente, vale la pena leer este fragmento:

“Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal”

El escritor colombiano, logró hazañas diplomáticas y humanitarias, que probablemente no hubiesen sido posibles sin el peso de su fama y el respeto intelectual que su presencia imponía, todo este prestigio, fue probablemente la ventana de oportunidades que supo utilizar Gabo, quien intercedió ante el gobierno de Bill Clinton para que se permitiera el ingreso de más de 30 mil cubanos que huyeron de la isla en balsas en la llamada “crisis de los balseros,” la cual se dio, debido a la multitud de cubanos que se encontraban varados en el mar, pidiendo desesperadamente permiso para arribar en suelo norteamericano, luego de la crisis originada en esa isla por la caída de la URSS.  

Incluso, Carlos Salinas, el entonces Presidente Mexicano, narró en su libro: “México: un paso difícil a la modernidad”, que la “inteligencia y el aplomo extraordinario del Gabo” hicieron posible la mediación entre dos “irreconciliables”: Castro y Clinton.

Lo cierto, es que esta amistad y su libre manifestación de apoyo a las ideas de izquierda, le costó a García Márquez que se le tachara de comunista en Colombia y se le asociara con las guerrillas del M-19, y luego, siguió recibiendo dichos señalamientos en otras partes de América y de diferentes sectores de la opinión pública, lo cual lo obligó para los años 80, a pedir asilo en México, país que lo recibió, pero que, mediante la extinta Dirección General de Seguridad de México en alianza con el FBI, vigiló el comportamiento y vida del escritor, lo que en el contexto de la guerra fría obedecía a las presiones y tensiones ideológicas del momento. Y se traducía, en que, México, pese a su “política neutral”, le hacía el trabajo a Estados Unidos en la persecución de los comunistas.

A pesar de todo, Gabo no fue tratado como cualquier otro activista político de izquierda, pues para 1994, año de la mediación entre Estados Unidos y Cuba, García Márquez ya era famoso: Cien años de soledad se había convertido en un libro mundialmente celebre, y, por si fuera poco, ya había ganado el Premio Nobel de literatura (1982).

García Márquez combatió con su literatura al poder que lo perseguía y la utilizó para la diplomacia y sus intentos de unificar un mundo dividido por los intereses de las naciones más poderosos. Gabo es la muestra de cómo un “hacedor de palabras” resistió al bando ganador de una guerra y logrando que cediera un tanto ante las necesidades del otro bando, el comunista…. o más bien, el de seres humanos que nacieron en el bando perdedor.