Cuando trabajaba en la librería, un comentario recurrente que nos hacian era que teníamos gran música ambiental, aunque éramos 90 personas diferentes, porque en realidad fuimos varios lo que pasamos por ahí, había algo que nos distinguía y eso era la música. Yo era la que siempre ponía a The Beatles, también ahí aprendí a amar la música de Pink Floyd y de Tears for fears; tuvimos nuestra propia hora de Luis Miguel, fui torturada por la repetición continua de un par de canciones de Natalia Lafourcade y el loop infito de un concierto de Eric Clapton, escuchamos más Lolita Cortez de lo que la mayoría de los mexicanos han escuchado y descubrí que tal vez nunca terminaré de distinguir una canción de Silvio Rodríguez con otra.
Y así como la comida y los olores, escuchar una canción te puede llevar a revivir un momento, recordar a alguien o algún momento; ponerte feliz o causar dolor. Uno de mis personajes de la internet nacional favoritos, Sopitas, pronto publicará “La música que nos define”, que nos trata de explicar que la música está presente en nuestra vida desde que nacemos y en algunos casos cuando morimos; nos recuerda los mejores momentos, todos esos lugares y personas que nos provocan tanta emoción que queremos cantar, gritar y alguna veces bailar sin pena.
“Las Mil Y Una Vidas De Las Canciones” de Abel Gilbert nos habla de la vida de las canciones; ya que por cada canción icónica que nunca dejamos de escuchar, hay miles que quedan en el olvido del colectivo. Algunas canciones salen del olvido cuando llegan nuevas versiones y nuevos contextos las resignifican y les dan una nueva vida; lo cual ahora pasa muy seguido gracias a las series de televisión o plataforma o que se hacen virales en redes sociales y han tenido la capacidad de atravesar contextos y mutar significados, de volverse “músicas trashumantes”.
“Componer Canciones Para Dialogar Con Tu Mundo” de Pep Llado habla de la importancia que la música y las canciones tienen en las diferentes culturas y al mismo tiempo pueden lograr llevar a esa cultura a lugares inimaginables; e invita a crear canciones propias, no con la finalidad de volverse famoso, sino de usar la música para dar a conocer nuestro pensamiento y por qué pensamos como pensamos; ofrece las herramientas necesarias para lograr transmitir nuestros sentimientos sin prejuicios, estas canciones pueden ser privadas y solo ser usadas como un instrumento para el dialogo interior.
También las canciones nos dan a conocer historias de amor y desamor; pueden ser para que conozcamos la forma de amar del autor o pueden ayudarnos a poner en palabras lo que sentimos; “I Will Always Love You. Amores, Rupturas Y Canciones Que Han Hecho Historia” de Marisa Morea habla de estas canciones, como claro ejemplo la canción que da título al libro, más conocida cuando la canto Whitney Houston, para la historia romántica de una película, pero su autora original, Doña Dolly, ella es mi pastora, nada me falta, Parton la escribió como despedida para su mentor musical.
La música es el lenguaje universal, sin fronteras culturales ni idiomáticas, clarísimo cuando washawasheamos las canciones si es que están en un idioma que no conocemos o porque simplemente no nos la sabemos pero nos llega. La música que nos define y nos transforma y nosotros también transformamos las canciones dándoles un significado que tal vez no es el que la persona que lo escribió tenía, además de todas las veces que solo nos quedamos con unas frases… dios sabe que ha habido canciones de boda bastantes cuestionables….