¿Cómplices de la cultura del fast-fashion y la explotación infantil?
Las compras en plataformas digitales transformaron el consumo, no solo la manera de comprar, adquirir y movilizar los productos, sino también, la cantidad de productos comprados, pues en una sociedad hipercomunicada e hiperconectada gracias a los dispositivos móviles con acceso permanente a internet, las compras de todo tipo de cosas, casi que, sin límite o restricción de acceso, se encuentran en una espiral de crecimiento desbordado.
Básicamente, el consumo de artículos de belleza, ropa y accesorios construye u obedece a la cultura actual de moda, estilo y apariencia, esto genera una profunda preocupación ambiental, pues cada vez más, los objetivos de desarrollo sostenible parecen retos imposibles de alcanzar, las personas en lugar de reducir su comportamiento autodestructivo y egoísta respecto de las demás especies que también habitan la tierra, lo han recrudecido y escalado a dimensiones poco controlables.
Ante esta realidad, resulta necesario hacer una crítica directa a un debatible, controversial pero real actor de creación o promoción cultural actual,¨los influencers¨, pues partiendo de la conceptualización de que la cultura obedece a las construcciones o dinámicas de expresión y arte, de cualquier tipo, que predomina y permea diariamente en el comportamiento, elección o preferencias de una sociedad en una época o periodo de tiempo delimitado, una fuerte y casi que mayoritaria fracción de los influenciadores en redes sociales en el mundo, han consolidado una cultura de consumo desmedido de artículos ofertados por plataformas digitales que, venden a precios bajos y con dudosa y cuestionable calidad, lo que es conocido como E-commerce de fast-fashion.
Básicamente, mientras el discurso de positivismo extremo, amor propio, aceptación, solidaridad femenina, diversidad de todo tipo, anti discriminación, y en general, reclamación social de autopercepciones o autodeterminaciones y justicias históricas, inunda las redes sociales y los discursos en la cultura actual, estos mismos influencers promueven el consumo en plataformas como TEMU, EBAY, SHEIN, ALIBABA, entre otras, las cuales, abiertamente comercializan productos procedentes de lugares como Camboya, Vietnam, China, Guangzhou, Hong Kong, entre otros, donde se ha evidenciado y denunciado desde hace varias décadas, las violaciones a derechos humanos de cientos de personas, principalmente niños, niñas, mujeres y en general, de la población en condición de pobreza extrema, que vive sin acceso a servicios públicos como educación, salud e inclusive, agua potable, todo esto, a raíz de la explotación laboral que sufren en cientos de fábricas que producen millones de artículos por minuto, sin garantía de condiciones de seguridad, salubridad, derechos laborales y demás.
Nuestra hipocresía social, doble moral y reiterada negación, ante esta realidad en países de Asia y África principalmente, posiblemente tiene una magnitud tan extrema, como las ventas de millones de dólares que cada día facturan estás plataformas digitales, e inclusive, empresas norteamericanas como Amazon, Nike, Adidas, entre otras, también han mantenido desde varias décadas atrás, sus fábricas en países como Vietnam e Indonesia.
Aun con ello, sí existen personalidades públicas e influencers que denuncian estás realidades, pero los consumidores de plataformas actuales, hemos proporcionado fama y protagonismo al contenido errado, las acciones de cambio deben empezar con la aceptación de estos fenómenos, y el redireccionamiento de nuestro interés cultural y por ende, de consumo.