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Juana la Loca: Una historia de amor y locura en la edad media

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Juana I de Castilla era la tercer hija de los reyes católicos Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los unificadores de España, patrocinadores de Cristóbal Colón para emprender su aventura de ir a las Indias y fundadores de la Santísima Inquisición, de ahí el sobre nombre de “los reyes católicos”, lo que los hizo los poderosos aliados del Vaticano y sin saberlo, quienes instalaron los pilares del poderío español que se consolidaría por más de 300 años gracias a los territorios conquistados en América, posteriores a los viajes de Colón.

Juana fue educada como una dama, sabía danza, religión, buenos modales entre otros temas, francés y latín, pero nada de gobiernos ni política. Como era costumbre, los reyes católicos negociaron el matrimonio de Juana con el Archiduque Felipe de Austria, hijo de Maximiliano I de Habsburgo, a quien llamaban “El Hermoso” (aunque dicen que no lo era tanto), para forjar una alianza política y militar sólida que le traería a Juana consecuencias que seguramente no alcanzó a imaginar.

Según cuentan que Juana y Felipe tuvieron amor a primera vista y a una pasión según se cuenta, que tuvieron 6 hijos, uno de ellos, por cierto, el poderosísimo emperador Carlos V, sin embargo, Juana iría teniendo ataques de celos cada vez más frecuentes e intensos debido a las infidelidades de su esposo, llegando a niveles desproporcionados como el ataque físico a una sirvienta de los duques porque Juana había pensado que había tenido relaciones con Felipe.

Debido a una serie de muertes familiares, Juana se hizo la heredera al trono de Castilla, pero para ese momento, debido a los celos, se le veía como una persona temperamental o a veces depresiva, sin gravedad aparente, lo que fue utilizado por su padre Fernando para no perder el poder ganado en las tierras castellanas y por su esposo Felipe para incrementar su poder más allá de ser el consorte de España.

Felipe murió repentinamente y se dice que Juana trasladó su cuerpo sin abrir el féretro para que ninguna mujer lo pudiera ver. Esta historia fue utilizada por el padre de Juana y posteriormente por su hijo, el Rey Carlos para legitimar la decisión de encerrarla en una torre durante más de 40 años por considerarla mentalmente incapaz de gobernar. Ambos, en estricto sentido, ocuparon un trono que por derecho le correspondía a Juana.

Existen diferentes versiones acerca de que los padecimientos mentales de Juana pudieron ser inventados y utilizados para evitar que la reina gobernara, incluso en una investigación posterior realizada por su nieto Felipe II se detectó que las acusaciones carecían de fundamento y que, en realidad se trató, de una conspiración de hombres para arrebatar el derecho de la reina legítima a gobernar. Posiblemente el error de Juana fue haberse enamorado en un contexto de luchas por el poder basadas en intrigas, patriarcado, engaños y ningún límite ni escrúpulo.