El 19S, la solidaridad y la sociedad civil

Criterios Pablo Aréchiga Fernández

Los terremotos del 19 de septiembre de 1985 y de 2017 fueron terribles para nuestro país, entre ambos sismos, se perdieron muchísimas vidas y se generaron daños materiales que no son posibles de cuantificar y cuyas consecuencias se siguen viviendo, hay quien no ha recuperado su casa y hay a quien la pérdida de un familiar le cambió la vida. 

Ambos sismos fueron un parteaguas en la vida del país, además de tener una nueva fecha festiva y simulacros obligados en escuelas y dependencias, representaron la solidaridad, el impulso de todos de saber que en las crisis y los momentos difíciles nos necesitamos todos y así lo hicimos: pudimos ver filas de personas desinteresadas que reunieron víveres, levantaron escombros, hicieron lo posible por salvar la vida de quienes quedaron atrapados, hicimos de una adorable perra rescatista nuestra heroína, con excepción de algunas personas que con oportunismo editaron sus videos “ayudando”. 

Ambos sismos también exhibieron la falta de alcance del Estado para responder ante crisis de tal magnitud, aunque en comparación con el de 1985, el sismo del 19s de 2017 tenía protocolos, instrumentos de prevención, instituciones y presupuestos para atender los desastres naturales que aún así resultaron insuficientes, se complementaron con la ciudadanía que hizo lo mejor que pudo con lo que tenía en las manos. En 1995 Carlos Monsiváis describió la actuación de la ciudadanía como “la desobediencia solidaria es también emergencia política, desobediencia racional, fe en las resonancias del impulso comunitario, y no exagero si califico a la gran vivencia de sensasión utópica en el mejor sentido del término (…) la sociedad civil entendida como las acciones y las interpretaciones fuera del control del aparato gubernamental” .

Sin dudas, en 1985 se demostró como las personas son capaces de organizarse y de suplir las funciones del Estado, muchos de los que salieron a las calles a ayudar se constituyeron en organizaciones que no eran religiosas, ni lucrativas ni partidarias, pero que fueron claves para el impulso de proyectos políticos y transformaciones sociales relevantes, como la Coordinadora Única de Damnificados o la Asamblea de Barrios. 

Muchas de las organizaciones surgidas de esa tragedia crearon ciudadanía, incluso diversificando sus temas que originalmente tenían que ver con reconstrucción y damnificados, impulsaron diversas formas de pensar y de concebir las prioridades del Estado y de lo público, y fueron determinantes en el crecimiento de una fuerza política distinta en el proceso electoral de 1988. Algunas lograron consolidarse como sustitutos del Estado para atender necesidades específicas, otras como organizaciones políticas que participaron electoralmente y ocupan espacios de poder relevante; en otras palabras, crearon y consolidaron el concepto de sociedad civil como fundamento de lo público en México. 

Sin embargo, el 19s del 2017, en un momento histórico diferente, no tuvo dichos efectos, la participación y la solidaridad fue demasiada y determinante para preservar la vida de muchísima gente, quienes participaron merecen todo el reconocimiento y como mexicanos merecemos un reconocimiento colectivo, sin embargo, parece que se diluyó conforme iba disminuyendo la urgencia sin haber consolidado ciudadanía que haya conservado el mismo nivel de organización que tuvo para ayudar en el momento. 

Sólo como anécdota, conozco a algunas personas de mi edad que en el 19s del 2017, invirtieron su energía, tiempo, recursos y manos para ayudar y al día de hoy no le ven sentido a otras acciones de ciudadanía, como a votar o a informarse, menos a involucrarse más en los temas públicos. Los millenials seguramente estaremos listos para cuando seamos requeridos, pero con tristeza veo a muy pocos de nosotros intentando hacer esfuerzos permanentes por ser solidarios o por intentar involucrarnos o cambiar el mundo en el que vivimos. 

@pabloarechiga