Napoleón Bonaparte decía que el poder radica en la apariencia del poder, por eso, invertía buena parte de su tiempo y sus recursos en mostrarle a los franceses y al resto del mundo, el enorme poder que había adquirido, pero enfatizando en las diferencias con la monarquía y los oropeles de los luises, por eso se empeñaba en por ejemplo, utilizar el cabello liso para contrarrestar las ridículas pelucas de Luis XVI y de María Antonieta o en no vivir en Versalles sino donde actualmente se encuentra el Museo del Louvre en un gesto de hipócrita humildad.
Napoleón tenía claro que era más importante lo que parece que lo que es, la percepción por la que los políticos de hoy luchan todo el tiempo, por eso cuando mandó a pintar el cuadro La Coronación de Napoleón en 1805, casi un año después de que fue nombrado, entrando por la fuerza a la Asamblea con el apoyo del ejército en el que era exageradamente popular, Emperador de Francia.
El Emperador quería dejar claro que su poder provenía de la Revolución y no del mandato divino como era el caso de la monarquía, por eso el Papa Pío VII, a quién sólo se invitó para humillarlo coronándose a si mismo, dándole la espalda y haciendo que el Papa, contrario a los protocolos de ese entonces, se limitará a bendecir su mandato en vez de coronarlo con su propia mano.
Napoleón también le ordenó a Jacques-Louis David, su pintor, que incluyera a su madre, quien se negó a asistir por las diferencias entre ella y Josefina, a quien despreciaba, entre otros temas por supuestamente engañar a Napoleón, ser mayor que él y no haberle dado un heredero. El Emperador consideró que la historia no entendería de los pleitos familiares, al mismo tiempo, que no quería mostrar diferencias familiares a los países europeos.
La Coronación de Napoleón refleja el máximo punto de poder del Emperador Francés, abarca una pared entera, incluye casi 200 retratos individuales, enseña a la nueva familia imperial, a Josefina rejuvenecida en el cuadro, la nueva Emperatriz arrodillada ante un Napoleón poderoso y soberbio, el Papa disminuido, los embajadores admirados y en primer plano la élite militar y política. Todos, excepto Josefina y Pio VII, ven fijamente y con admiración a la Corona.
Napoleón supervisó detenidamente todos los detalles de la obra, se dice que asistía con frecuencia a ver el trabajo de David, que cambio lugares y protagonismos en el cuadro de acuerdo a sus simpatías e intereses personales y que fue enfático en la ola de luz que entra por la ventana de Notre Dame y que lo ilumina. Sabía que debía generar percepciones y se encargó de hacerlo por todos los medios, el arte fue uno de ellos y La Coronación de Napoleón una de las muestras más grandes del poder del Emperador que más tarde ocuparían España, los estados italianos, Prusia, el Impero Austriaco, Polonia y Córcega.
El Emperador consolidó un poder enorme y lo agrandó gracias a su inteligencia, habilidad para la estrategia y en buena medida su soberbia, la misma que fue determinante para sus derrotas y perder el poder que había construido.
