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Entre grutas, leyendas y eurocentrismo: lo que nos hace soñar

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Es posible pensar que, aunque es común la crítica de que el ser humano se deja llevar por las apariencias, lo que realmente lo atrae del arte no son solo las impresiones sensoriales, sino las historias. Las leyendas heroicas, majestuosas, inverosímiles y a veces incluso morbosas que rodean una obra son, quizás, lo que más cautiva nuestra atención.

Tal vez por eso algunas construcciones humanas gozan de tanta fama, incluso por encima de formaciones naturales que podrían resultar más imponentes desde el punto de vista estético o geológico. Esta tendencia también puede explicarse desde una mirada crítica al eurocentrismo: seguimos valorando con más fuerza los relatos épicos de la cultura anglosajona y europea, que han sido colocados como el centro de la historia universal. Así, los países que no pertenecemos a ese eje geográfico terminamos idealizando sus hazañas, mientras se invisibilizan otras memorias, como las de las culturas indígenas, las obras coloniales o los paisajes naturales de América Latina.

Muchas de estas obras son igual o más majestuosas, visual, estructural y geológicamente. Pero el saqueo, la destrucción de archivos, textos y escrituras por parte de los colonizadores, y la falta de documentación, han imposibilitado que se les otorgue un lugar de igual reconocimiento. Se nos arrebataron también las historias que debían acompañar estas creaciones, las leyendas que las volverían inolvidables.

Ese vacío se percibe al visitar lugares como las Grutas de Cacahuamilpa, en Guerrero, México. Es posible recorrer dos kilómetros de esta cueva y quedarse sin palabras ante esta obra monumental de la naturaleza. Las fotografías no hacen justicia a sus dimensiones y belleza. Resulta casi inverosímil imaginar que esas formaciones de roca caliza, de origen marino, comenzaron a formarse hace unos 85 millones de años, y fueron esculpidas por el paso del río San Jerónimo, que corre por debajo a 95 metros de profundidad.

La explicación científica es asombrosa, sí. Pero hay algo en estas grutas que despierta otro tipo de imaginación: uno se pregunta si no fue, acaso, un coloso mexicano el que, con manos fuertes, herramientas místicas y un extraordinario gusto por las piedras de diferentes colores y texturas, moldeó cada una de ellas y talló figuras de animales (gallinas, leones, peces, perros), de enamorados, y hasta tejió un manto blanco hecho de diminutas piedras preciosas para una novia muerta. Esta divinidad, si existió, no era griega ni romana: era tlapaneco o nahua, o quizás, matlatzinca u otomí

Poco se sabe con certeza sobre los eventos históricos ocurridos en este sitio. Se tiene registro de su descubrimiento hacia la década de 1830, y hoy es un importante atractivo turístico. En diciembre, incluso, la Orquesta Filarmónica de Acapulco ofrece conciertos dentro de la gruta. Ha sido escenario de películas mexicanas como Macario (1960), Santo vs. las mujeres vampiro (1962), Aventura al centro de la Tierra (1965), Juliancito (1969), así como de producciones estadounidenses como Tarzán y las sirenas (1968).

Lo que parece claro es que el valor simbólico de estos espacios no depende únicamente de su majestuosidad física, sino de las historias que se les han atribuido o, en muchos casos, de las que se les han negado. Tal vez por eso algunas culturas logran hacer de sus construcciones un mito universal, mientras que otras siguen esperando que sus relatos sean contados.

Como sugiere Peter Burke, no solo hablamos de la historia como un registro neutro del pasado, sino como una construcción cultural: lo que recordamos y lo que olvidamos responde a intereses, narrativas y públicos específicos. En ese sentido, repensar los relatos que acompañan a nuestros paisajes, obras y símbolos no es solo un ejercicio de memoria, sino una forma de imaginar otros futuros posibles.

Fotografía propia, de una de las tantas áreas de las Grutas de Cacahuamilpa

Llegar a este punto de la gruta es como estar dentro de La noche estrellada de Van Gogh, pero sin marco, sin vidrio, sin filas interminables. Aquí, la belleza no se contempla: se atraviesa.

Foto: Wally Gobetz. Obtenida de https://mymodernmet.com/es/noche-estrellada-van-gogh/