Demonios, quimeras y otras formas de pornografía

Criterios Fadia Márquez Cabrera

No se puede hablar de pornografía sin asumir la realidad que el mundo la consume cotidianamente, existe y así ha sido, desde hace décadas. Tan sólo según los datos del informe anual de Pornhub Insights hubo un promedio de 115 millones de visitas por día, cada minuto se subió un promedio de 2.8 horas de contenido en esta plataforma. La proporción de visitantes femeninas creció al 32% en comparación con el 2018. En México, del total de consumidores el 64% son hombres (lo cual es muy similar a los consumos en otros países). En nuestro país en las edades de los consumidores el 19% tiene entre 18 y 25 años, el 41% entre 25 y 34 años, y 20% entre los 35 y 44 años; aunque difícilmente se podría estimar cuantos menores de edad acceden a la plataforma. En el mundo el 76.6% ingresa por medio de un Smartphone y PlayStation sigue siendo la consola principal para las visitas a Pornhub con el 51,5% de todo el tráfico. (Pornhub, 2019) 

En pocas palabras, gran parte de la educación sexual de las personas entre los 18 y 44 años y probablemente menores, se ve acompañada por los contenidos de las plataformas digitales de pornografía. Más allá de pelos en las manos, que sin duda es dicho de las abuelas, me parece relevante pensar los significados que deja la pornografía en el entendimiento de la sexualidad humana, los cuerpos, las mujeres, el consentimiento y el placer.  

Si te da curiosidad el tema, en Netflix, la serie documental “after porn ends” muestra la vida de algunos actores y actrices posterior al salir de la industria, material mucho menos grotesco sin duda alguna que “The Serbian film”. Por otro lado, en un tono un tanto más “académico” existen también análisis y autores varios que abordan el tema de la pornografía desde las ciencias sociales, las artes o el feminismo.  

La pornografía ha tenido un largo recorrido con diferentes colores y formas desde sus inicios hasta llegar a ser como se conoce hoy en día a través de las plataformas digitales, lo que una nota no permitiría hablar de un tema sin duda tan extenso. Sin embargo, me parece importante en específico el hecho de que cuando se observa la pornografía desde una perspectiva de género, es claro que existen significados que violentan a las mujeres y sus cuerpos pero lo que a mi parecer es más importante aún es el desconocimiento que existe entre el consumidor final y lo que existe detrás de dicho mercado sexual.  

En change.org existe una petición precisamente relacionada a la plataforma Pornhub y diversos casos donde la plataforma supuestamente alojó contenidos sexuales de abuso y menores de edad. El panorama respecto a trata humana según datos de la Asociación Nacional contra la Trata Humana en Sociedad A.C muestra que México es el país número uno en tráfico de menores y el quinto a nivel mundial en tráfico de personas, la trata es el tercer negocio ilícito más redituable y el 90% de las víctimas nunca son rescatadas (ANTHUS,2000).  

Por lo tanto, es importante cuestionar las prácticas que impactan y alimentan los mercados sexuales, no sólo en nuestro país sino en el mundo. Lo que quiero decir es que en general existe un desconocimiento entre nuestros consumos cotidianos y las empresas que con ello se apoyan y enriquecen, lo cual en gran medida tiene que ver la publicidad engañosa, la falta de leyes que regulen correctamente y las empresas con nula responsabilidad social. Lo mismo ocurre con aquellas cadenas industriales en el sector alimentario o de la ropa y el calzado que en ocasiones involucran tratos crueles e inhumanos en sus cadenas de producción.  

Es decir, nos agrade o no la idea, quiero puntualizar que detrás de la pornografía en las grandes plataformas, detrás del consumo de prostitución y detrás de la normalización de acudir a un “table” u otro tipo de mercados sexuales no autogestivos, en alguna medida se relacionará con los negocios ilícitos como la trata humana, la explotación sexual y por supuesto con el fomento de una cultura machista. 

Actualmente emergen otras formas de hacer y consumir contenidos pornográficos que van en contracorriente de lo que hace la gran industria del porno. Existen producciones independientes, se habla ya de conceptos como el posporno y el anarcoporno entre otras producciones audiovisuales como el famoso proyecto de pornografía feminista de la directora sueca “Erika Lust” que buscan precisamente hacer de manera visual una sexualidad consensuada, orientada a otros públicos, exaltando el erotismo y la diversidad del placer. 

 A pesar de dichas propuestas, los proyectos independientes difícilmente podrán tener la misma cobertura en los consumidores como lo hacen hoy las industrias millonarias, al menos en un corto plazo. Pero puede ser que estas quimeras del porno sean espacios donde los materiales visuales se encaminen a plasmar una sexualidad más real, diversa y más importante aún con prácticas libres de esclavitud sexual y trata.  

En suma, es importante que existan contenidos que exalten diferentes formas de asumir el placer femenino y masculino, que visibilicen la variada gama de orientaciones sexuales e identidades sexuales. Para una educación sexual más completa no puede pasarse por alto hablar de pornografía. Al final, el universo de la pornografía con todo y sus demonios, entreteje de manera visual los discursos y significados acerca de los roles de género, los fetiches, el inconsciente y las fibras más minúsculas de la sexualidad. Debemos mirarle de manera crítica, cuestionar y sobretodo no olvidar que el gran amigo del machismo es abrazado justamente en esta industria.  

fadia.marquez@criteriodiario.com