Ayer en una charla a las 5:00 pm con una nueva socia de “Red de Emprendedoras”, debatíamos el tema sobre si cuando hablamos de emprendimiento, se tiende a pensar que todo empieza con una idea.
Les cuento que este tema se genera por el lanzamiento de mi nuevo proyecto, el cual se trata de Expos Virtuales, una forma de apoyo y de cubrir las nuevas necesidades a raíz de la pandemia para los emprendedores, artistas y artesanos de mi Estado y se hace llamar: “Unidos por Tlaxcala”.
Coincidimos en que, se suele identificar la solución novedosa para dar respuesta a un problema o satisfacer una necesidad como el primer paso a partir del cual se desencadena el proceso emprendedor, algo que por definición se convertirá en una carrera ardua y llena de obstáculos que pocos culminan. Documentando acerca de este tema y adentrándome al mismo, en realidad, la puesta en marcha de todo proyecto novedoso e innovador a manos de un emprendedor existe un paso previo: la actitud emprendedora.
Las ideas que funcionan y que se materializan en algo útil no surgen de la nada, ni aparecen por generación espontánea; las buenas ideas con capacidad de transformar la realidad, nacen porque previamente existe inquietud, curiosidad, creatividad y predisposición a pasar a la acción.
Por tanto, creo que es preciso crear entornos creativos que fomenten la aparición de ideas útiles e innovadoras (que no son lo mismo que meras ocurrencias estériles), pero sobre todo, es necesario impulsar el espíritu emprendedor. Emprender es aportar nuevas soluciones, pero también saber pasar a la acción, saber apoyarse en los aliados adecuados, buscar la financiación necesaria y saber afrontar las dificultades.
Para fomentar el emprendimiento hay que atender a sus elementos clave; según la revista “Soy Entrepreneur” estos son algunos:
1. Creatividad: lo primero es un cambio de actitud; y la idea surge con la inquietud. Una persona identifica una situación donde no se sabe bien qué se quiere hacer.
2. Iniciativa: luego empieza el reto; al principio, se trata de identificar un problema y en segundo lugar, de tomar un camino práctico para superarlo. En este sentido, son fundamentales aspectos como la voluntad y la actitud del emprendedor.
3. Riesgo: después hay que lanzarse a lo desconocido para ver y experimentar las dificultades de emprender, una tarea en donde lo único seguro son las ganas y la ambición pero nada más.
A partir de estos puntos, puedo mencionar que las ideas constituyen sólo un factor más en el proceso de emprender y que lo que distingue a un emprendedor de aquel que no lo es, es un conjunto de elementos donde destacan, sobre todo, una actitud marcada por la curiosidad, la inquietud de ofrecer soluciones a los problemas y, en definitiva, tener voluntad para pasar a la acción asumiendo riesgos.
Emprender es una actitud y como tal, se puede “aprender”, adquirir y trabajar fomentando la creatividad, el liderazgo, la tolerancia a la frustración o la comunicación, que son variables que necesitan impulso desde la escuela.
Desde una perspectiva como docente puedo aportar que, es clave el papel del sistema educativo para potenciar estas habilidades. En esta línea, cabe destacar la siguiente reflexión:
Creo que la educación se basa también en valores, como el esfuerzo, el espíritu crítico, o la superación personal, que deberían estar más presentes en nuestra escuela. Y, en este sentido, para educar en valores es preciso también generar referentes.
El apoyo a nuestros emprendedores y la generación de casos de éxito basados en la superación personal, la creatividad y la iniciativa deben servir de imagen para nuestros estudiantes. Se necesitan modelos de valores en los que mirarse y ser referentes motivacionales para perseguir esos sueños y convertirlos en historias de éxito y no de fracaso.
vianey.denicia@criteriodiario.com
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