El fin de la evolución

Criterios María Del Rocío Lozano Solana

Imaginemos que un campesino del año 1000 d. C se queda dormido y despierta 500 años más tarde para darse la sorpresa de encontrarse con los marineros de Colón, subido en una de las carabelas. Se habría encontrado con un mundo parecido y hasta bastante familiar al que acostumbraba. A pesar de los cambios que eran evidentemente en “tecnología”, costumbres, territorio, política, este campesino no habría extrañado tanto su hogar. Pero ahora pensemos que uno de los marineros de Colón se queda dormido para despertar en el siglo XXI con la alarma de su iPhone. Se pegaría un susto y claramente se sentiría en un lugar extraño, completamente distinto; y tal vez hubiera dicho “¿esto es el cielo?”, “¿o quizá el infierno?” 

Dándome unas vueltas por una biblioteca de este siglo XXI, me encontré con un libro que me dio, lo que podríamos llamar: inspiración. Lo que acaban de leer arriba lo tomé del principio del capítulo 14, porque creo que no hay forma de entender lo que estos últimos 500 años representan, a menos que nos pongamos en los zapatos de alguien que viaja en el tiempo. Así que permítanme narrar lo que aquí escribe. Veámoslo de la siguiente manera. En el año 1500, digamos que existían 500 millones de seres humanos. En la actualidad, somos aproximadamente 8.500 millones de  Homo sapiens  en todo el mundo. Si en el año 1500 se producían 250.000 millones de dólares por día en bienes y servicios, hoy se producen 60 billones de dólares o más. El cambio y la comparación son una locura. 

Supongamos que pudiéramos transportar un barco de guerra actual hasta la época de Colón. Sólo uno; el más simple. Sin pasar si quiera un minuto, habría convertido en polvo a la  Niña,  la Pinta  y la  Santa María. Una computadora moderna podría almacenar, sin problema, toda la información de todas las bibliotecas medievales y podríamos decir que aún le sobra espacio. Un banco grande de hoy en día contiene más dinero que el de todos los reinos premodernos juntos. En el año 1500, los “edificios” estaban construidos de barro, paja, madera y piedras; un edificio de tres pisos era considerado un rascacielos, un reto y un peligro. Las calles eran recorridas por carretas, caballos y peatones; tenían hoyos y eran polvorientas. Le llamarían ruido urbano a las voces humanas y a los animales escandalosos, así como a el martillo o la sierra. Cuando se iba el sol, la casa se alumbraba con una bujía o antorcha. Si un habitante de este mundo “en desarrollo” visitara la ciudad de Nueva York o de Tokio hoy en día, ¿qué pensaría? Primero, digamos que le daría un grave dolor de cabeza. En 1500, los hombres estaban destinados y atados a la Tierra. Podían construir “edificios” y subir las montañas, pero le dejaban el cielo a las aves. 

En 1969, esos mismos humanos esclavos de la Tierra, llegaron a la Luna. Nadie se imaginaba volar, nadie era tan valiente como para adentrarse sin peligro al mar; pero mucho menos se imaginaron poder dejar huella sobre la Luna. Durante años, los humanos no sabían nada del 99.99 porciento de los organismos sobre la tierra. Pero durante los 300 años siguientes, hemos conocidos un número enorme de especies microscópicas. Hemos logrado derrotar la mayoría de las enfermedades. Repito, la mayoría. Hoy las bacterias producen medicamentos y dejan de ser extrañas. Y, después de no conocer nada, hemos logrado detonar la primera bomba nuclear. A partir de ese momento, la humanidad fue capaz, no solo de cambiar el rumbo de la historia, sino de ponerle  fin. 

Hace miles de años, al menos seis especies humanas habitaban la tierra. Hoy sólo queda una, la nuestra. Desde los primeros humanos que caminaron la Tierra, hasta los radicales y a veces devastadores avances que la destruyen, ¿hemos ganado en felicidad a medida en que va avanzando la historia? ¿Seremos capaces de dejar de excusar nuestra conducta con la herencia del pasado? ¿Hemos pensado que tal vez las siguientes generaciones nos van a echar la culpa por destruir su hogar? Hoy podemos unirnos a proyectos a favor del medio ambiente; podemos dejar de creernos que los recursos no nos alcanzan ahora y mejor empezar a cuidarlos para que nos duren mañana. Podemos dejar de apoyar las guerras, el aborto y la violencia. Podemos dejar de promover el uso de armas en lugar de abrazos, el uso de celulares en lugar de nuestra voz, el consumo excesivo en lugar de tiempo en familia. Podemos dejar de ser Homo sapiens y empezar a creernos que somos seres humanos. No podemos ir siempre a peor. Hubo humanos mucho antes de que hubiera historia, empecemos a reflexionar si queremos evitar que, algún día, la historia sea lo único que quede. 

FB: Rocío Lozano

Instagram: @rociolozanos

Twitter: @rociolozanos