Juan Ramón de la Fuente y la Medalla Gabino Barreda

Criterios Josimar Alejo

Para Cupertino Alejo, en su cumpleaños. 

En nuestro estado existen diversas condecoraciones instituidas por decreto a lo largo de la historia. Incluso hay una Ley de Estímulos Cívicos que fue expedida en el año de 1987 y que, sorprendentemente, no ha sido modificada desde su entrada en vigor. En su artículo 1º señala que: 

“… tiene por objeto regular el otorgamiento de reconocimientos por parte del Estado respecto a los poblanos que se distingan por su conducta y trayectoria en beneficio de la humanidad, de la república, del Estado y de los no poblanos cuya conducta y trayectoria sea en beneficio de la entidad, siempre que haya un reconocimiento público de las mismas.”

En cuyos términos tengo plena coincidencia. ¿Por qué reconocer la conducta y la trayectoria de alguien? En nuestros días, desde mi punto de vista, es más que necesario. Esta sociedad quebrantada, requiere de referencias personales que nos hagan reflexionar en la importancia del ideal republicano al que aspiramos como país. 

Para tal efecto, contamos con preseas o medallas que permanecen muchas veces en el olvido. Su existencia, a nivel local, ha estado dispersa en el orden jurídico poblano desde que tengo memoria. Existen por ejemplo: la Medalla al Mérito Docente Juan C. Bonilla, el Premio Estatal de Periodismo Francisco Zarco, la Medalla Ángeles Espinosa Yglesias, la Condecoración Medalla de Perseverancia en el Servicio Público, la Medalla de Oro Gabino Barreda. 

Bien valdría la pena que, el Congreso del Estado, en un ejercicio de responsabilidad legislativa y en colegiado sistematice, analice, reforme y, de ser posible, emita una nueva Ley de Estímulos Cívicos, como un constructo legal que goce de vigencia, pertinencia en el mediano y largo plazo; además, por supuesto de usarla en el logro de los fines para los que fue creada. 

La Medalla Gabino Barreda fue instituida en el año de 1884 para “destacar los valores humanos que, por sus cualidades y dotes particulares, actúan de forma superior a la media, distinguiéndose en el campo de la ciencia, el arte y la cultura…  que materialice la gratitud y estimación pública de la que son merecedores, por su acendrada vocación humanista.”

Dicha Medalla se ha entregado a los doctores: Salvador Zubirán Anchado en 1984, Jesús Reyes Heroles en 1985, de forma póstuma a Diego Rivera en 1986, José Narro Robles en 2015 y Enrique Krauze en 2018. 

El momento histórico que experimentó el país en el año 2018, fue una alternancia pacífica para el sistema político mexicano. Un nuevo partido logró la Presidencia de la República y el control del Poder Legislativo gracias a un respaldo electoral apabullante que, fue la expresión ciudadana de hartazgo con las demás opciones político-partidistas. Esa realidad se impuso, con todo lo que ello conllevaba. 

A dos años de distancia de aquel momento. El discurso de la república amorosa y de la reconciliación se han desvanecido. La cordura se vio, en términos generales, reemplazada por el revanchismo. El garrote político se ha reinventado, ya no es, como en otras épocas, el Comité de Salud Pública y su brazo armado (la guillotina), pero como se le parecen. 

No todo ha sido malo, hay excepciones (dentro de la 4T): claras y nítidas. Personalidades que saben que, el ejercicio de gobierno y del poder no se pueden dar el lujo de perder más tiempo del que ya ha perdido nuestro país. Voces que, afortunadamente miran más allá y que saben bien que México sí requiere de una trasformación y sobre todo una agenda de gobierno progresista, lejos de la estridencia y del escarnio infructuoso. 

Una de esas voces es el Dr. Juan Ramón de la Fuente. Es un destacado universitario al grado de haber sido rector de la máxima casa de estudios de la nación, en un momento álgido de la misma (posterior al conflicto universitario de 1999) regresándole la estabilidad necesaria y el papel preponderante que ha tenido en nuestra vida institucional. Estos logros le valieron ser invitado como integrante de la Junta de Gobierno de la Universidad de las Naciones Unidas y del Consejo de Naciones Unidas. 

Dentro de su trayectoria se ha destacado también como Secretario de Salud, así como por sus aportaciones en medicina, especializado en el área psiquiátrica, a tal grado de ser galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el Área de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales en el año 2006.  

Fue mencionado incluso, en el proceso electoral federal pasado, como un posible candidato independiente a la presidencia de la República. A partir de fines del 2018 en el actual gobierno federal se le designó en el cargo de Embajador Representante Permanente de México ante la ONU. Dentro de sus logros en esta encomienda, sobresale el reingreso de México al Consejo de Seguridad de dicho organismo multilateral, en el que ya está trabajando en dos agendas simultáneas: “Mujer, paz y seguridad” y el de “Niños en conflictos armados”; además intervendrá en temas como el desarme nuclear. 

Sin duda que es un mexicano que trabaja ardua y constantemente para ganar respeto y prestigio a nuestro país con posturas objetivas y humanistas. Poco se le ha ayudado, creo yo, en lo doméstico. Mientras él asume a cabalidad su compromiso nacional, aquí nos hemos topado con una coyuntura pandémica que ha desnudado el verdadero ser de nuestra clase política. 

Cultivar, enaltecer y reconocer a las figuras excepcionales de nuestro país, como lo es el doctor Juan Ramón de la Fuente, es una necesaria acción para recomponer el camino y proyecto hacia mejores escenarios para nuestro país. Merece ser reconocido en todo México y en Puebla deberíamos hacer lo propio, el Congreso del Estado bien podría otorgarle la Medalla Gabino Barreda, por ser un mexicano que ha fortalecido a nuestras instituciones, aportado a la ciencia y, sobre todo que cuida del prestigio que aún nos queda a nivel mundial.

josimar.alejo@criteriodiario.com