Si hubiera una palabra que definiera el primer debate entre Trump y Biden sería “caos”, en definitiva, lo que se imaginaba como un intercambio de ideas que ayudaría al 15% de los votantes que aún se encuentran indecisos para la votación del próximo 3 de noviembre en el país vecino, se volvió un debate de muy bajo nivel, sin retórica, conceptos o valores que merecía corte de transmisión.
Como bien lo dijo el NY Times, los adjetivos personales se antepusieron a las ideas y a los planes de trabajo que se debieron exponer en este ejercicio y donde quien perdió fue el votante y la democracia estadounidense.
Lejos ya del show mediático, lo más preocupante que nos deja ver este debate es la enorme crisis constitucional que se avecina luego de las declaraciones del polémico Donald Trump que anticipan un fraude electoral y que lo podría atrincherar en la Casa Blanca negándose a abandonarla y faltando a la decisión del Colegio Electoral.
Y es que el hoy presidente de los Estados Unidos se sabe claramente por debajo de las encuestas y se justifica dudando de la democracia americana y del sistema de voto por correo que en el 2016 le diera el triunfo y en el cual 25 millones de estadounidenses votaron y que, este año, como consecuencia de la pandemia, se prevé que este número se duplique.
De continuar con la poca diferencia que pone a Biden en primer lugar con cinco puntos por delante de Trump en todas las encuestas nacionales, la crisis post elecciones será cada vez más probable, pues el triunfo de Biden deberá ser contundente ante un Trump carente de valores, irracional, amante de la violencia política que no dudará en hacer de la democracia americana un circo que polarice y divida aún más de lo que ya está a los estadounidenses luego de la crisis de desempleo, los crímenes racistas y las manifestaciones.
Es una realidad que, lo que ocurre y deje de ocurrir en la unión americana repercute de forma significante a países como el nuestro, ya que la estabilidad de esta potencia mundial significa la propia al depender económica y políticamente en gran parte de sus decisiones y liderazgos.
Es así como, de generarse un cambio en la política estadounidense con Biden, México tendría una nueva oportunidad de abordar temas como la migración y el comercio, mismos que con Trump, han sido sumamente difíciles de tratar por la propia personalidad ventajosa del magnate y también a la poca contundencia de López Obrador, quien inclusive, le ha hecho una visita de cortesía y que podría influir en el voto latino.
Pero como dicen, de la desgracia siempre surge la oportunidad, y tal vez este sea el momento para voltear los ojos y mirar hacia otras potencias mundiales como China, Rusia o Alemania que nos vuelvan menos dependientes del país vecino, habrá que esperar al 3 de noviembre. Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos.
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@LorenzoRiveraN