Primer desastre político, y faltan dos

Criterios María Del Rocío Lozano Solana

No siempre se comparten ideas u opiniones, y mucho menos entre liberales y conservadores, pero hace unas semanas en el primer debate presidencial, Estados Unidos perdió y en eso sí podemos estar de acuerdo. 

Para muchos fue un espectáculo inesperado y para otros una pérdida de tiempo, pero ¿qué representó para los Estados Unidos? Entre tantos comentarios sobre lo ocurrido ese día, me encontré con uno que describió perfectamente el desastre, diciendo que había sido nada más y nada menos que una guerra de comida, ¿quién ganó? pues al que le cayeran menos deshechos y el que lograra aguantar más tortazos con discreción. La paciencia de los ciudadanos de América está ya casi agotada, solo les faltaban 90 minutos de gritos e interrupciones para derramar el vaso. Y ahora ¿qué sigue? 

Entre argumentos complicados y datos que no siempre son ciertos, pasamos de culpar al Presidente Donald Trump por la pandemia, a burlas infantiles e intimidantes en contra de Joe Biden y su familia. Olvidémonos del ataque entre políticos, pues antes que nada esta burla fue dirigida al pueblo estadounidense y a la democracia. Fue una situación que se rió en la cara de todo sistema democrático, de cada partido y de la ideología que representan. La política quedó aplastada y sumergida en un pantano moral. Ningún país necesita que sus líderes utilicen las heridas del pueblo como propaganda barata, sino que las venden para traer paz y estabilidad. Nadie necesita que les hablen con lástima sobre sus seres queridos o su situación económica, nadie quiere que un político rico se incluya entre los que son pobres. Trump se irá muy feliz a su casa cada vez que impida que su contrincante Joe Biden tome la palabra y el ex vicepresidente se preguntará, al final de cada debate, si debe regresar a los próximos. 

No es la primera vez que una audiencia se decepciona con lo que ve. El mundo entero y la mayoría de los países están decepcionados de sus gobernantes y de su poca capacidad de entregar resultados. Los políticos se dan a sí mismos golpecitos en la espalda felicitándose por su “excelente” desempeño, mientras su gente se da golpes en la cabeza preguntándose qué estaban pensando cuando votaron por tales incapaces. Y no me refiero sólo a Estados Unidos cuando digo esto, porque este fenómeno y triste costumbre de tragarnos las promesas de los supuestos líderes, se ha esparcido más allá de lo que nos imaginamos. Caos es la palabra que queremos presionar contra los sistemas de gobierno que han traicionado nuestra confianza y que, aunque formalmente nos representan, nadie quiere que den la cara por nosotros. 

Es una pena que las familias de migrantes o de color se cuestionen si existe Presidente que los proteja; es triste que ni siquiera el líder de la Nación más poderosa del mundo haya sido incapaz de reconocer y denunciar al supremacismo blanco como intolerante, o haber escuchado como llama “perdedores” y “tontos” a los que murieron en el servicio militar. El debate fue un ejercicio eterno e inútil, donde 3 hombres hablaron entre sí, olvidándose de sus espectadores. No sé qué decir, se me han acabado las pocas palabras que tenía, no sé si gastar mi energía en un tema que causa lástima y que se ha convertido en un conflicto entre brabucones. Aunque eso sí, no me sorprende que después de tanto tiempo, al fin un debate muestre la disfunción caótica de la política y de los candidatos, pero aún peor cuando lo único que esto refleja, es la pérdida de liderazgo. Lo que los americanos esperan es un mensaje de seguridad, unidad y retorno a la normalidad. Pero ¿fue el mensaje que recibieron? ¿será que muchos vamos a dejar de anhelar el sueño americano? ¿en las manos de qué loco se quedará la potencia que Estados Unidos representa? 

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