Alguna vez se preguntaron: ¿de qué forma el gobierno se ha convertido en nuestro socio? A lo largo de nuestra vida, o más bien, a partir de que cumplimos 18 años y somos oficialmente miembros de una sociedad, participantes activos de la misma, firmamos un contrato con el gobierno. No es difícil imaginar que esto sea cierto. Veámoslo de la siguiente manera: Hace unos días, un video llegó a mis manos a través de las redes sociales, explicando este fenómeno de una forma que me llamó la atención.
Imagina que tu vida es una empresa y cuando eres joven no eres más que un emprendedor. Para aquel negocio que te llama tanto la atención, necesitas un socio. Uno de los muchos en tu lista, se ofrece amablemente a entrarle contigo y entonces te propone lo siguiente:
Como tú eres el que sabe del tema, te harás cargo de todo, de contratar a la gente, pagar las rentas, atender a los clientes y proveedores, buscaras créditos con el banco e inventarás el producto que les dará éxito. Después de mencionar tus breves beneficios, es importante dejar claros los términos de su contrato, para que no haya malentendidos.
Y la cosa funcionará así: tu aportas todo el capital y te quedas con el 70% de las ganancias, por otra parte, tu socio no aporta capital y se queda con el 30% de las ganancias. ¿Te parece un poco injusto? El socio, al no haber invertido económicamente, se ofrece a hacerse cargo de la seguridad de la empresa y de algunos servicios para ti y los trabajadores. “Pero claro”, dirá tu socio, “no siempre se puede cumplir con estas obligaciones”, así que será necesario que contrates seguridad privada y otros servicios por tu parte. Después, es importante que le pidas permiso a tu socio para realizar cualquier movimiento y para tomar cualquier decisión como, contratar y despedir personal, construcción de nuevos edificios, importar o exportar el producto.
Cuando las cosas empiezan a quedar claras, tu socio suelta la propuesta de negocio que tiene en mente. Piensa que tu empresa será como una franquicia, de la cual le pagaras una regalía del 16% de todas las ventas, sin importar que ganes o pierdas dinero. Claro que, si te llegaras a atrasar con los pagos de esta, se te cobrarán intereses, multas o recargos. También es importante para tu socio que sepas que un porcentaje de lo que le pagas a los trabajadores, será para él (un cálculo bastante complicado). ¿Recuerdas que, al principio, tu socio te dijo que el 30 % de las ganancias irían para él? Pues si tu negocio gana dinero, deberás cumplir con esto, pero si pierdes dinero, será tu responsabilidad cubrir con las pérdidas.
Conociendo ya los términos de tu contrato, no creo que haga falta recordarte que ahora que los has escuchado todos, no puedes echarte para atrás, tristemente esto no es una opción. Ahora ya lo sabes, tu socio, o mejor lo llamamos “gobierno, hacienda, etc”., no genera los empleos, no mueve la economía ni produce riquezas; pero eso sí, es socio de todos aquellos emprendedores que pueden ver crecer sus negocios en un minuto y después verlos caer junto con millones, más gracias a un problema fuera de nuestro control. Vivimos en una sociedad amante del paternalismo, en donde el nivel de vida se basa en el nivel de consumo, donde la deshonestidad es una virtud y quien represente lo contrario es un desleal. Vivimos en un país donde los presidentes creen que a los pobres les encanta comer promesas, donde la comida es mercancía y la comunicación un negocio. La educación es privilegio de quienes pueden pagarla y la policía es la maldición de quienes no pueden comprarla (Eduardo Galeano, La Utopía). Y entonces, no es extraño que existan aquellos que ven la necesidad de un cambio, aquellos que no están dispuestos a sentarse y ver como se quema un sistema que podría funcionar perfectamente. No me parece extraño que cuestionemos las formas pero me encantaría que hiciéramos algo al respecto. Porque para buscar culpables ya hay suficientes, ahora toca ser los que se hagan cargo.
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