El robot albañil

Criterios Enrique Acuña González

Ya estamos en el penúltimo mes del año que no será olvidado por la humanidad. En todos los niveles podemos asegurar que ha habido aprendizajes y moralejas. Es el año en el que descubrimos que no somos tan invencibles como lo pensábamos. Es el año que nos mostró cuales son las cosas verdaderamente importantes para nuestra supervivencia y sobre todo para nuestra vida plena. La compañía y la familia se volvieron de nueva cuenta en la prioridad número uno, cuando pensábamos que las redes sociales eran más que suficientes para acercar a la gente alrededor del mundo resultó que algunos meses de confinamiento desataron la sed del contacto físico humano y les puedo apostar que no soy el único que extraña el abrazo de su mejor amigo. 

Desde hace varios años, seguro han visto artículos o comentarios acerca de las nuevas tendencias laborales alrededor del mundo, las comparativas de cómo el mexicano es el trabajador que más horas laborales destina y menos productivo es y sobre todo las alternativas que existen en países más desarrollados en donde el home office ya era una normalidad antes de que todo esto pasara. 

Debemos agradecerle a esta pandemia que provocó un avance mucho más acelerado y necesario hacia las tecnologías de comunicación digitales, haciendo muy evidente lo innecesario que es salir una hora antes de tu casa para evitar el tráfico de la hora pico, para sentarte en un cubículo triste frente a una computadora por 8 ó 10 horas, volver a tomar camino y tráfico hacia tu casa para sólo dormir y repetir al siguiente día, justo como lo marca la ley laboral que se hizo hace más de 100 años. El mundo cambió y estoy seguro de que todo el cambio es para bien. 

Piensen bien lo que acabo de declarar: TODO el cambio es para bien. El problema es que la historia siempre la escriben los que ganan. Hay cambios que traen beneficios para unos cuantos, pero desajustes para muchos otros. Si no me creen, pregúntenle a Kodak o a Blockbuster. No sé si todos ya hayan dimensionado la magnitud y velocidad de cambio tecnológico en cada una de las actividades que realizamos. Los coches son cada vez más inteligentes con más sensores e información de tus hábitos de manejo. Ya es posible entrar a una casa y sentir que estás en un capítulo de Black Mirror donde todo funciona y se prende al tiempo en que tú la recorres porque sabe y reconoce tus hábitos de vivienda. No se diga de los teléfonos que cada vez son más intuitivos, que hasta nos hacen creer que escuchan lo que decimos para sugerirnos publicidad y comprar. (Inserte su comentario conspiranoico en este espacio… sigamos) 

En la arquitectura y la construcción no nos quedamos atrás. A pesar de ser una de las industrias con más lenta adaptación a la tecnología, cada vez se siente más cerca el cambio brusco que el mundo solito va a terminar arrastrando a todo el gremio. Recientemente me compartieron un video que no es tan reciente, de un robot inmenso construyendo una casa como si fuera un pastel de concreto. Se podía contemplar una impresora en 3D trazando todos los muros mientras los rellenan de concreto premezclado en cuestión de DÍAS. Así es señores, una casa que normalmente tarda 4 meses en ser construida con los métodos tradicionales que todos conocemos, un robot lo pudo hacer en un par de semanas. Si eres empresario, lo primero que salta a la mente es que el robot no cobra salario, no falta al trabajo, no se equivoca. ¡El robot albañil es la idea más rentable de la historia de la construcción y el mundo inmobiliario! 

Me puse a leer los comentarios de este video, y como era de esperarse brincó la mayoría de la población a favor del ser humano. Tal vez el confinamiento nos volvió más sensibles hacia la desaparición de la mano de obra de la gente, y la cantidad inmensa de familias mexicanas que traen el pan a la mesa gracias a la construcción, pues trabajan de albañiles, plomeros, electricistas y demás oficios, hasta ahora indispensables para poder hacer tu casa. Por experiencia propia les puedo asegurar que en una casa promedio de 100m2 de construcción seguro participan alrededor de 20 trabajadores entre albañiles, colocadores de piso, pintores y yeseros; todos desplazados por un solo robot. Estamos hablando que en el país se construyen en promedio 200,000 casas cada año y según el INEGI en el 2013 había dos millones y medio de personas que tienen como oficio el de albañil. Seguramente son más personas hoy en día y son todas ellas las que poco a poco irían perdiendo sus trabajos porque un robot los puede sustituir sin que haya forma de que ellos puedan competir. ¿Y de qué van a trabajar? ¿De qué van a vivir? 

Hace menos de un año se escuchaba la noticia del primer taxi “manejado” sin chofer. Naturalmente toda la comunidad de choferes y taxistas dieron el brinco al ver que sus trabajos estaban en riesgo de extinción. Pero hay algo que debemos pensar: esto no es algo nuevo. Antes de que existieran las computadoras había personas que trabajaban justo para hacer cálculos en diferentes sectores. Antes de la telefonía digital, incluso la análoga, había telefonistas que te enlazaban manualmente con la persona del otro lado del teléfono. ¿Saben qué pasó con la gente que se dedicaba a revelar fotografías en cuartos rojos? Yo tampoco, pero estoy seguro de que no murieron de hambre ni hubo un suicidio masivo por falta de oportunidades de trabajo.  

Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que tenemos la capacidad de aprender y adaptarnos, aunque te resistas a ello. ¿Ustedes creen que los vendedores de cubrebocas KN-95 en cada esquina son especialistas que estaban reservados esperando cualquier pandemia para ponerse a trabajar? El robot albañil es inevitable; hay que adaptarse y seguir. 

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