“De Rockstar a duende”

Aldo Obregón Criterios

“Yo era un rockstar”

No es secreto que la pandemia ha sido difícil para los que nos dedicamos al arte, al performance y al entretenimiento. Los últimos meses han sido un reto y nos han obligado a buscar nuevas maneras de ganarnos el pan, dar serotonina al cerebro y alimental al duende de la creatividad, siempre hambriento y berrinchudo.

Es bajo estas circunstancias que, por primera vez en la vida, me tocó ataviarme de verde, practicar mis villancicos favoritos, ponerme unas cuantas pecas en la cara y tomar uno de los papeles más importantes para cualquiera que haya crecido en la cultura del árbol de Navidad y las luces: fue mi turno de personificar a un duende de Santa.

Recuerdo que hace años la simple idea de pararme en un centro comercial o ser parte del mundo del “show” me parecía simplemente insultante. Un cantautor, artista respetado, no debería de manchar la sagrada investidura del creador consumado con los artificios de la tontería y el bulo. Ahora, muchos años y kilómetros más tarde, me río de la verdadera tontería, la de pensar que mi propia obra o los pasos dados me hacen merecedor de algo, de lo que sea.

Quitarse de la pena es mágico, catártico y liberador.

“Ruperto Rumperstinsky”

Soy bueno creando personajes; desde pequeño mis juegos tienen que ver con animales parlantes y complicados entrañados cómicos que me acompañan hasta el día de hoy. Por esto, me es fácil plantarme frente a públicos exigentes, sibaritas del entretenimiento, verdaderos expertos del tiempo libre: los niños. De manera inmediata nació el nombre y el apodo, “El duende Rupo”, para los cuates. Uno de los más jóvenes (sólo tiene 237 años), le gusta bailar y, aunque no es muy bueno, no puede evitar mover el cuerpo cuando suenan villancicos.

Sí, al Aldo de hace unos años le hubiera parecido terrible ver a Rupo apoderándose de su cuerpo, haciendo payasadas y, lo peor de todo, disfrutándolo. Igual y la edad te trae algo de sabiduría, o será que ir tachando pendientes en la propia lista de deseos nos quita la vergüenza. Como sea, ya hicimos las paces el Aldo del pasado y el duende Rupo del ahora que, ante la sequía de teatro y escenarios, se convirtió en el héroe que salvó las finanzas personales un par de semanas antes de Navidad.

“Yo antes era un rockstar…”

Mientras me llenaba de base de alta cobertura la cara, un par de queridas amigas platicaban acerca de sus mas recientes proyectos artísticos. Una presumía con orgullo y admirable humildad que había tenido la oportunidad de aparecer en cierta afamada telenovela, y la otra se lamentaba pensando en cuándo aparecería su primer gran oportunidad. “Ojalá valga la pena vestirse de duende”.

A veces la vida trabaja al revés y, si lo que dicen los maestros es cierto, uno es al mismo tiempo su presente, pasado y futuro. Por esto, no me pareció para nada extraño que el orden fantástico de la realidad me pusiera ahora mismo frente al espejo  y con mucho rubor, cuando hace unos años estaba haciendo llorar a mis ídolos de la adolescencia con canciones. “¿Cómo le haces para hacerlo tan sin vergüenza?” Y la respuesta verdadera (que no fue la que dije en voz alta) llegó natural y fresca: porque cuando no tienes nada que probar, todo público es inmenso y no hay artes menores.

No diré “ojalá haya valido la pena”, porque sé que valió la pena. Los discos, las giras, el público, los amigos, el reconocimiento y la autosatisfacción valieron la pena porque ahora puede aparecer el duende Rupo y ser feliz y hacerme feliz y hacer felices a los demás, así, sin ninguna vergüenza y con la soltura que sólo un verdadero duende podría tener.

“Público difícil”

Ahora que pase la marea alta y las naves puedan zarpar de nuevo, pretendo volver al ruedo y viajar por todos lados, justo donde me quedé. La pregunta que ahora me asalta y me quita el sueño es, después de haber trabajado para el público más exigente, el más sincero, el más quitado de la pena en su crítica (los niños), ¿qué puedo pedir de los adultos?

¡Qué vergüenza que algún niño se vaya a topar a Rupo cantando esas ridiculeces que compone Aldo Obregón!

@aldoobregon