¿Por qué Patente de Corso?

Criterios Pablo Aréchiga Fernández

Esta es la última columna que escribo en este año, pero debió haber sido la primera: El explicar el sentido de un concepto medieval que titula el espacio que Criterio Diario me da oportunidad de compartir con ustedes, que refleja la complejidad, los contrasentidos, la naturaleza, la ambición, el oportunismo y hasta la ironía con la que se ejerce el poder y aprovechando el término, adentrarnos un poco en las historias dentro de la historia.  

Debo decir que me enteré de la existencia de las patentes de corso leyendo a uno de mis escritores favoritos: Arturo Pérez-Reverte, un cartagenero (de España) que además de envolverte cuando lo lees, hacer periodismo de guerra y haber escrito una novela asombrosa de narcos (La Reina del Sur), tiene la capacidad de crear historias dentro de la historia real que no puedes dejar de leer. Una de las series de libros que son de mis favoritos, narra la historia de un soldado de los temibles tercios españoles, que trabajaba como espadachín a sueldo en el siglo XVII, políticamente activo, amigo de Quevedo en una época de mercantilismo, guerras e Inquisición, es decir una historia increíble.  

Parece que a Pérez-Reverte le intriga el término tanto como a mi, pues su sección en la publicación española El Semanal lleva el mismo nombrey me enteré de ello, cuando un buen amigo me lo contó a raíz de leerme. En vez de proponerle al editor de Criterio Diario el cambio de nombre, decidí que mi sección sea un homenaje a un gran escritor y que me impulse a que, un día, mi manera de escribir historia sea, al menos en un porcentaje, igual de buena de lo que es la suya. 

Las “patentes de corso”, eran permisos otorgados por la corona (Francesa, Española e Inglesa principalmente) para el asalto de naves mercantes de otras naciones. La diferencia entre un corsario (beneficiario de una patente de corso) y un pirata, es que el primero lo hacía legalmente, lo que les otorgaba incluso prestigio social y posibilidades de acumular riquezas o cargos políticos y se asumía que tenían cierta “ética” por actuar con el permiso (o la complicidad) de la corona en sus crímenes. Por ejemplo, con esta actividad Francis Drake además de ser un traficante de esclavos, ocupó el rango de “Vicealmirante de la armada inglesa” y Miembro del Parlamento, mientras que por otra parte (citando a Disney), a Jack Sparrow lo perseguían porque no tenía una patente. 

Las patentes de corso siguen existiendo en muchos lugares, como en algunas partes de México, si consideramos que eran permisos otorgados por el Estado para delinquir y quienes las tenían, gozaban de prestigio social, cargos públicos y riquezas, sólo que hoy les llamamos de otra manera. 

Patente de Corso ha sido un espacio que he disfurtado muchísimo y que me ha despertado cada vez más curiosidad y empeño para seguir aprendiendo.  

Agradezco a Criterio Diario y a las personas que se toman unos minutos de leer a quienes participamos en este medio.  

Un abrazo fuerte a todos y que el 2021 sea año de salud, paz y metas cumplidas.  

@pabloarechiga