Las cosas, para entenderlas y tenerlas claras, se dicen de frente.
¿Qué pensarías si te dijera que, según lo que sabemos de la ciencia hasta ahora, la existencia de la raza humana es casi improbable? Un artículo publicado por “Cai et al”, trata de explicar la probabilidad de que exista vida inteligente en nuestra galaxia. Sin embargo, a diferencia de otros estudios, este considera lo que se había pasado por alto: la posibilidad de que esta vida inteligente se autodestruya. Para no irnos tan lejos, pensemos en lo más reciente:
Por lo menos en el último siglo, ha habido más atrocidades como genocidios de los que podemos contar. Por ejemplo: la Segunda Guerra Mundial con la muerte de aproximadamente 50 millones de personas (evidentemente incontables pérdidas). La tragedia en Ruanda, donde el 75 % de la población Tutsi fue eliminada y 800 mil personas terminadas. Y para no hablar tanto de números, todos sabemos que la raza humana es muy buena para construir tecnologías que destruyan cualquier planeta, incluido el propio: las armas nucleares. Además, podemos probar que a partir de que existen problemas de calentamiento global y cambios climáticos, la vida puede en efecto, autodestruirse.
¿Qué pasaría si miráramos directamente a los ojos de la aterradora verdad de que, incluso si la mayoría de nosotros sobrevivimos en 2020, la civilización humana tal como la conocemos está a punto de atravesar un par de décadas decisivas y es posible que no lo logre? ¿Qué pasaría si miráramos nuestra posible extinción directamente a la cara y dejáramos de decir en tono de broma: “Espero morir en la primera ola”, y en su lugar dijéramos: ¿Esto realmente podría suceder? ¿Esto en verdad podría estar sucediendo? Y no te hablo del posible fin del mundo, ni de lo cerca que estaremos de dejar de existir. Te hablo de frente y de cerca sobre la oportunidad de no perder la esperanza y que más bien son momentos clave para recuperarla.
No deja de ser triste el afán de eliminarnos mutuamente. En el mundo cibernético, por ejemplo, al que una gran mayoría pertenece, ese mundo al que más bien tú le perteneces. En ese mundo nos hemos dividido, tanto como unido. Nos hemos encargado de estar más cerca que nunca de aquellos que están a miles de kilómetros de distancia, pero nos hemos adentrado en un viaje tan lejano de los que comen al lado nuestro. Hemos autodestruido nuestra convivencia, hemos eliminado nuestra presencia. Pero no solo pasa esto a través de las pantallas, pues a través de las leyes es que poco a poco, vamos convenciéndonos de que lo que está pasando está bien. Entiendo que estas fechas navideñas no fueron como los años anteriores, pero no entiendo porque convertirlas en la “memorable” fecha para recordar que se ha “triunfado” al hacer legal la eutanasia y el aborto en países como Argentina y España. Existe un sencillo terror al hecho de no necesitarnos más o de creernos capaces de decidir por la vida de otros. No necesito explicaciones, creo que pocos lo hacemos, pues de esas ya hay demasiadas, que en su mayoría son desgastantes. Necesito entrar en razón, junto con los que se han perdido en olvidar qué tan valiosa es la vida y tan ciegos sus administradores.
No creo que sea necesaria una pandemia para hacernos entender que en un segundo se mueren miles. Evidentemente no es necesaria una guerra o un genocidio para eliminar a aquellos menos dignos o perfectos. Pero pareciera cosa simple de decidir por las autoridades, aquello que muchos se han encargado de describir como la masacre de nuestros tiempos, silenciosa y sigilosa, que ha convencido a muchos. Es como ese virus que ya se ha llevado a miles, ese virus que entra frente a nosotros, pero está perfectamente disfrazado que no logramos ver lo peligroso que es. Y no, no te hablo de nuestra extinción como algo que se acerca, pero sí como algo que estamos provocando. Se habla de los procesos médicos que ayudan al buen morir; se habla de estos como un suicidio asistido por profesionales y expertos en definir lo digna que es una vida. Se habla de los sucesos violentos como falta de justicia y de abuso de poder. Se habla del “control” del cuerpo como una nueva esclavitud, o del desempeño de la maternidad como un castigo predeterminado.
Iba a limitarme a decirte esto, a pedírtelo, pero el espejo lleva tiempo esperando a que te mires en el. Lleva tiempo guardándose los discursos motivacionales y esperanzadores. Ha pasado rato sin que lo visites y se esta quedando solo bajo del polvo. El espejo te espera para que vayas, te mires en el y hables de ti. De quién eres y de lo qué haz hecho. Espera que reflexiones, ¿Qué parte tomas en nuestra autodestrucción? Espera que reflexiones si tal vez no es la destrucción lo que nos espera, sino el regresar más fuertes a la superficie, pidiendo de regreso nuestra humanidad a aquellos que nos la hayan quitado, pidiendo de regreso nuestra dignidad, libertad y verdadera felicidad. Tu persona te espera para que hables de ella, porque aquel que no se mueve, se muere.
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