“La Tara Maitreya”

Aldo Obregón Criterios

Tal vez sea una gran sorpresa para nuestros amados lectores hacer público y de conocimiento popular que LA DIVA, LA EXQUISITA, LA CÓSMICA, LA FINA Y ATINADA Tara Maitreya (quien publica lunes con lunes sus astrales predicciones para todos los que se regalen el tiempo de leerla en este mismo portal) no es quién sino uno de los ejercicios creativos de este, su humilde e hiperactivo servidor. 

Este alter ego nace de una necesidad natural de crear, explorar y jugar con las posibilidades que la vida me pone enfrente. El arte de transformarse y jugar con el color y la picardía natural de los personajes exagerados comenzó como un espectáculo agradable de ver y ahora se ha convertido en la médula espinal de varios proyectos futuros, sobre todo los que perfilo en solitario. 

Un poco de “drag”, un poco de teatro, un poco de música y mucho de improvisación son las armas que pude regalarle a “Tara” para defenderse sobre y abajo del escenario.  

“Dressed as a girl” 

Por ahí de la cuarta temporada de las Aventuras de Aldo, con apenas veinte años cumplidos, renta que pagar y una recientemente aceptada sexualidad, me tocó desempeñarme como “vocal coach” de una “boyband” llamada Proyecto G, auspiciada por cierta cadena de antros de origen cabaretero que opera en la Zona Rosa de la actual CDMX. Gracias a esta particular chamba, pude empaparme durante algunos meses de la vida nocturna LGBT+ de mediados de los 2000´s. Ahí, entre mucho humo de tabaco, campanadas y coreografías de Jeans tuve mi primer acercamiento a los espectáculos “drag”. 

Según se cuenta, la palabra “drag” viene a comprimir la frase en inglés “dressed as a girl” y servía al mismísimo William Shakespeare (algunos defienden que el mismo la acuñó) como indicación dramática de que cierto personaje femenino debería ser interpretado por un hombre “disfrazado”, como el canon y costumbres de aquel tiempo dictaban. Aunque esta tradición ha quedado atrás, el interés por jugar con la estética que históricamente relacionamos con tal o cual género está mas en boga que nunca, en gran medida gracias al foco que la cultura pop le ha dado en los últimos años. 

En la actualidad, la palabra “drag” puede encontrarse en cada rincón del mundo del espectáculo, de la política, del entretenimiento e incluso del trabajo social. Hay cantantes, gente de teatro, televisión, cine, periodistas, conductores, etc. Que desarrolla su discurso a través de esta herramienta creativa. Un porcentaje importante de las personas que deciden transicionar tuvieron algún tipo de acercamiento al “drag“ como parte de su jornada personal, encontrándose en el espejo a través de la ilusión. 

“¿Y tú a quién haces?” 

Estábamos muy borrachos y decidimos seguir la fiesta en mi departamento. Como suele ocurrir (y está bien) la tropa de aquella noche incluía a varios queridos amigos, algún que otro interés romántico y otros tantos completos desconocidos. Dentro de esos completos desconocidos se encontraba un tal Diego y una voz dentro de mi me decía “¿De dónde?” cada vez que la curiosidad me ganaba y me le quedaba viendo un rato. 

-Es que ya nos conocíamos 

-¡Perdón, no me acuerdo! 

-¡Soy la Didi! 

-¡No mames! 

-¡Neta! 

Sin el maquillaje, la peluca, los tacones y la brillantina era imposible reconocer a la artista que horas antes me había subido al escenario para sambutirme tres caballitos de tequila seguidos. 

Recuerdo que hasta que mis pies me llevaron a trabajar en el (a veces no tan) glamoroso mundo del entretenimiento nocturno mi percepción de este universo se limitaba a la imitación o, de plano, a la búsqueda de la verdadera identidad. Es decir, hasta que la vida me enseñó con la película de la experiencia, yo pensaba que un “hombre” vestido de “mujer” lo haría para desarrollar a un personaje o persona o porque su sentir así se lo exigía en la vida cotidiana. Ahora, muchos años después, veo la paleta de colores completa y me asombro de lo gris que percibía todo en ese entonces. Tampoco me torturo mucho por mis prejuicios pasados, nunca le he encontrado mucho caso a hacerlo. 

“La Didi” fue uno de los primeros personajes “drag” que conocí en mi vida. No imitaba a nadie, no hacia doblaje sobre ninguna artista en específico y su mayor talento era ser brutalmente carismática, característica diametralmente opuesta a la personalidad en un principio tímida y reservada de Diego. 

-¿Y a quién haces? 

-¿Cómo? 

-Sí, ósea, a quién imitas 

-A nadie. “La Didi” es mi personaje 

-Pero, ¿qué haces o qué? 

-Pues soy yo y ya, me pagan 

“Los parias” 

Sí: como muchos artistas que ahora echamos manos del transformismo o del “drag”, mi interés por el tema se avivó gracias al programa de televisión norteamericano “Rupaul´s Drag Race” y fue por esta renovada curiosidad que las formas se definieron en mi revuelta cabeza y logré identificar mucho de mi, en algo que hasta hace poco se sentía totalmente ajeno. Fue revelador y fascinante encontrarme con que el “cosplay”, el mundo “geek”, el rock, la lucha libre y el teatro se encuentran profundamente contaminados por, y han vertido sus propios menjurjes en la cultura universal de la exploración estética, la exageración y el juego de roles y géneros que caracteriza al “drag” y al transformismo. 

Revisando fotos de años pasados con estos nuevos ojos, me parece hasta lógico que el niño que se pintaba los pelos de colores, usaba colores sólidos y quería parecer caricatura japonesa ahora ponga todo su esfuerzo en desarrollar a este nuevo personaje que, si bien tuvo la mala suerte de debutar en fechas muy cercanas al encierro, ha servido como proyecto, excusa artística y hasta terapia. 

La respuesta de mi público al ver por primera vez a Tara pintada sobre mi cara fue no sólo estimulante: fue catártico. La respuesta de mi familia, colegas y chismosos sirvió como puro combustible para echar a andar la máquina. 

No puedo dejar de pensar que este catalizador fue, incluso dentro de mi propia cabeza, motivo de segregación total, de incomprensión y violencia. Si algo espero no permitirme olvidar es que hay una línea política clara en esta historia y que yo mismo fui parte del bando equivocado. 

Lejos de los golpes de pecho, pienso compensar (por lo menos en mi conciencia) el hecho de estarme descaradamente apropiando de un elemento cultural propio de los sectores más vulnerables de la sociedad, haciéndome responsable de su uso y, de una u otra forma, poniéndolo en función de los únicos principios que vale la pena perseguir hasta la necedad: la verdad, la libertad, la belleza y el amor. 

@aldoobregon