Me relajo

Angelica Lobato Torres Criterios

En estos tiempos de histeria colectiva de: gérmenes, home office y encierro, muchos buscamos maneras de relajarnos de cualquier forma. Antes de recurrir a las drogas controladas (o también después de usarlas), en la librería podemos encontrar varios libros que nos ayudan encontrar la manera de expandir la consciencia. 

Yo he tratado de meditar millones de veces… En cada uno de esos intentos he fracasado, pero creo que es más por mi obsesión con lograrlo que otra cosa. La única manera en que he logrado esa paz mental ha sido con los ahora famosos mandalas. 

La palabra mandala es de origen hindú y significa “círculo”, sin embargo, hay de diferentes formas y temáticas. Son usados por diferentes religiones orientales como representación del universo. Los monjes tibetanos los dibujan en la arena para después barrerlos y devolverlos al río, para representar el ciclo continuo de la vida. Sin embargo, en culturas occidentales, como la de los nativos americanos, los llamados círculos de sanación y para nuestra cultura el mandala más conocido es el Calendario Azteca. 

El conocido psicólogo Carl Jung introdujo el concepto oriental del mandala, describiéndolo como una expresión psicológica de la totalidad del ser. Estos dibujos sirven como instrumentos terapéuticos al encontrar significado en sus formas, colores y en la reacción al observarlos. También hay diferente significado para sus formas, colores y número de capas. 

Pero como todo, desde hace un par de años, la moda le gana a la profundidad del significado. Los libros de mandalas empezaron a crecer en variedad y popularidad. La mayoría son sólo para colorearlos. Mandalas japoneses, españoles, para sanar, para el embarazo, para la abundancia, infantiles y hasta de Disney (lo cual no los hace exclusivos para los niños). Hay de diferentes precios, tamaños, cantidad de imágenes y en diferente calidad de papel.  

Extrañamente cuando me pedían un libro para alguien en el hospital, casi siempre recomendaba estos libros. En mi caso, el empezar uno lograba que el mundo desapareciera, el concentrarme en la combinación de colores que iba utilizar, tenía que ser pensada a conciencia. Tener a la mano un papelito para hacer las combinaciones y probar todos los tonos de color azul antes de encontrar el indicado, mis 4 sacapuntas y una colección de cerca 300 lápices de colores eran el kit básico. Casualmente en mi horario de trabajo me tomaba unos 20 minutos para colorear, obviamente más de una vez, se convirtieron en horas, gracias a los dioses, el que me vieran coloreando logró que vendiera bastantes ejemplares. 

Con la popularidad empezaron a editarse libros para colorear para adultos, con dibujos cada vez más detallados que en lugar de relajar, solo de pensar en los pequeños detalles, me estresaba más. Paisajes, imágenes de películas como “Star Wars”, “Harry Potter” y “El señor de los anillos”. También libros basados en cuadros de pintores famosos como “Colorea a Pablo Picasso” o de ciudades como Londres, París y New York. 

Como todo, esto se vuelve un vicio y después de unos cuantos libros ya empiezas a presupuestar el juego de 150 lápices profesionales que querías desde que eras niño o pides que te regalen libros y colores de tu cumpleaños (sí, fui yo). No digo que ponerse a jugar a los colores será la solución a todos los problemas, no lo es, pero les pido lo intenten, no debe ser perfecto ni combinar, pero les aseguro que la experiencia los hará alejarse, aunque sea por unos minutos del mundo enfermo (literal) y triste en el que nos encontramos.  

angelica.lobato@criteriodiario.com