Las piezas de hombres rotos

Criterios María Del Rocío Lozano Solana

Para que los cosas sean claras, se tienen que decir frente a frente.  

Una vida en temor no es vida en absoluto. Hasta el último hombre morirá algún día. Aunque hace unos meses nadie conocía lo que era el SARS-CoV-2, hoy es aquello que contagió a la humanidad entera. La contagió de enfermedad, pánico, depresión e incertidumbre. Pero ¿Es este el mundo que se creo para nosotros? Un mundo que todavía existe. Aunque hemos hecho un desorden en él, no le damos la espalda. Algunos vivimos casi alegremente y con seguridad heroica de vivir en una relación dinámica con nuestro mundo. Pero parte de la realidad, esta en que hemos hecho de el un lugar casi inhabitable, en donde ya ni nos reconocemos nosotros mismos. Más de 200 países contagiados, millones de muertos y familias que se quedan esperando su regreso; niños que extrañan los parques y padres agobiados por encontrar trabajo. Un segundo en el que sentimos que se acaba el mundo y no nos lo podemos creer. Nos inunda el miedo y la soberbia por ser los últimos en caer. Pero, hasta el último hombre morirá algún día. Nadie nos enseñó a hacer de estos días los mejores. Aunque muchos científicos nos avisaban que una pandemia era inevitable, nunca nos dijeron cómo ser felices en ella. Hoy nos llenan de ideas conspiradoras entre potencias mundiales, nos dividen con gobiernos socialistas y novatos, nos ponen en contra a hombres y mujeres permitiéndonos creer que somos enemigos. 

¿Has sido una buena máquina hoy? Así vamos a llamarle a nuestra nueva forma de vida. Dejemos de buscar culpables en todo esto y aceptemos que fue nuestra ignorancia, envidia y poca fe, la que nos llevó a tan bajo nivel. Porque a nadie le pertenece nuestra mente ni nuestra libertad, somos nosotros los que tenemos control sobre ella. O al menos así era hasta hace unos años. ¿Con cuánta satisfacción ven los poderosos a la humanidad que han convertido en poco humana? ¿Se van a dormir creyendo que han hecho bien? El remordimiento es parte de la naturaleza humana y no hay persona que no lo experimente. Pero somos seres tan acostumbrados a vivir rodeados de lo erróneo y distorsionado, que nuestra visión se ha vuelto borrosa y nos vamos quedando ciegos. ¡Pero nos negamos a ver! Nadie nos obliga a ser borregos desbocados ni gallinas de corral, somos humanos de corazón salvaje y eso es lo más valioso. Porque tendrían que arrancarnos el alma, tendrían que destrozar nuestra mente, taparnos los ojos con algo más que solo tierra, tendrían que luchar contra fieras cansadas de ser controladas. Y contra eso nadie puede. 

Sí, hemos destruido el mundo. Innegable realidad. Y hoy vemos que, a gritos, nos pide ayuda. Pero, ¿Es el planeta el que pide socorro? o, ¿Somos los hombres golpeando a nuestra propia puerta suplicando ser salvados? Nadie se pregunta, y menos constantemente, a dónde vamos a parar. Tal vez alguna que otra canción desgarradora y poética nos ha mencionado algo al respecto pero, ¿No te da curiosidad saber por qué el hombre está tan roto? Si hablamos de curiosidad, creo que es esta generación la única a la que le hace falta eso. No hay necesidad de preguntarse ni sobre la propia existencia. Ya todo está dado por hecho. Las cosas pasan porque así debía de ser y no hay nada que yo pueda o deba hacer. Esa es la mentalidad de la sociedad moderna que, junto con otras, ha cavado en la tierra su propia tumba. ¿Cuándo vamos a enterrarla? ¿Estamos dispuestos a dejarla ir? Renunciar a nuestra humanidad es renunciar a todo lo que somos y podemos llegar a ser. Es dejar ir aquello que nos da una razón de vivir, que nos da la felicidad y el toque de aventura. Es como ver a una gallina que se ha cansado del corral y quiere ahora ir a la montaña a volar y sentirse libre, sin entender que su libertad y su felicidad está en donde siempre ha estado, pero que debe volver a mirar ese corral con ojos sinceros y no con unos vengativos y rencorosos. La gallina no puede volar por la montaña, así como un águila no puede ser un ave de corral. Negar que existe una esencia en cada ser creado es negarle una existencia en paz. 

Este es el mundo donde nos ha tocado vivir. Este es el lugar en donde hoy, por alguna razón, estás parado. No quieras cambiar tu realidad. No te desgastes por ser como todos menos como tú mismo. Hay arte en apreciarnos y belleza en reconocernos, merecedores de un lugar mejor para vivir. Entendamos que, aunque hemos sido nuestra peor versión últimamente, nos hemos ganado el privilegio de cambiar y de juntar las piezas que se han caído de nuestros corazones. Corazones de hombres rotos. 

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