Nuestro Amigo Felipe

Criterios Pedro Vallejo Segura

Me disculpo de antemano con todos lo que me hacen el favor de leer esta columna cada semana porque en esta ocasión no hablaré de Felipe Calderón, ni de Felipe, el Rey de España o algún otro Felipe personaje de la política como usualmente lo hago en este espacio; sino de un buen amigo que desgraciadamente ya no está con nosotros desde el pasado viernes 15 de enero: Felipe Manuel Carrera Merino S.J.

Siendo sincero, antes de escribir “Amplio Criterio” semanalmente, cuando leía alguna columna que me gustara y el autor se salía de lo que usualmente escribía por la pérdida de algún ser querido, no me gustaba, pero mi reflexión es que a veces dejamos de tener en cuenta que también son humanos con las mismas filias y fobias que nosotros. Ahora estando del otro lado, con esta tristeza que da que la pandemia te arrebate a alguien que quieres, y con el consejo de mi editora, no tuve más remedio que seguir los pasos que algún día critiqué:

Felipe fue mi maestro en la secundaria del Instituto Oriente, cuando hacía su etapa de magisterio, por ahí del 2002 y mi amigo desde que regresó, ya ordenado, a Puebla en el 2012, pensábamos que venía a ser el próximo Rector, ya después bromeábamos con él y hasta se lo gritábamos en las reuniones de exalumnos, asistía a jugar una vez por semana “Acquire” con nuestros amigos puntualmente, por temporadas incluso más extensas que Yo. 

Ahí, en la jugada, tuve la oportunidad de conocer a la persona detrás del cura, que nos platicaba de su familia, de los lugares que conocía, de las películas que le gustaban, de su gusto por la comida, que nos platicaba de como iba evolucionando el Oriente, de algunos de los problemas a los que se enfrentaba en su día a día, vaya muchas veces hasta nos olvidábamos que era sacerdote, no en el mal sentido sino que al final, en esas figuras tan ceremoniosas podemos llegar a olvidar que hay un ser humano atrás, en este caso uno a toda madre.

Una de las cosas que más le admiro es que hizo comunidad, les voy a decir la verdad: en mi grupo de amigos no somos los católicos más practicantes que existen, cada quien lleva sus creencias de diferentes maneras, sin embargo, en los últimos casi 10 años que Felipe estuvo en Puebla cerca de nosotros, casó a casi todos mis amigos que decidieron dar ese paso, bautizó a sus hijos, estuvo con nosotros en la mayoría de nuestras pérdidas de seres queridos, dio la unción de los enfermos a quién se lo pidiera e hizo cuantas intenciones en sus misas se le requirieran, nunca recibías un “No” por respuesta si de algo religioso se tratará, es decir de su chamba.

Algo que siempre me gustó es que preparaba sus sermones, los escribía un día antes, de acuerdo a la ocasión, lo llevaba en papel o en su celular e incluía preguntas peligrosas como: ¿Dónde esta Dios? Que tocó en su último sermón en la misa de Navidad, se atrevía a innovar para hacer más interesantes sus misas como incluir el credo no dogmático de José Enrique Galaterra S.J. que en sus palabras invitaba a la reflexión.

Desde que me dieron la noticia de su partida, no pierdo oportunidad de recordar anécdotas de nuestro amigo Felipe: como cuando nos contó el día que fue a sacar su permiso para oficiar en la Curia de Puebla y al ponerse alzacuellos todos los coches en el camino le daban el paso, hasta un agente de tránsito lo escoltó para llegar más rápido, o cuándo por un retraso de vuelo no pudo llegar a casar a una pareja de compañeros del Oriente pero si llegó a la fiesta, o cuando en el bautizo de una amiga ya todos esperando a que llegará el Padre, le tuvieron que hablar y estaba por meterse a bañar en el “Parque España”, en su defensa no le habían recordado del evento una semana antes como el había pedido, pero llegó. O cuando a falta de postre en una de nuestras reuniones navideñas de la jugada, nos compartió una “Tarta Santiago”, que cada quien acompañó con la bebida de su preferencia excepto café porque obviamente no había.

Cada quien lo conoció de una forma distinta, porque siempre tuvo tiempo para casi todos los que se lo pidieran, pero de lo que estoy seguro es que quién tuvo la oportunidad de conocerlo, algún recuerdo de él se quedará por siempre en su mente e incluso en su corazón.

Durante los casi 10 años que Felipe estuvo camuflado como uno más de mis amigos, sin duda puedo decir que era una persona feliz, que le gustaba lo que hacía, que tenía vocación de servicio, que bailaba en las fiestas, que luchaba por las injusticias, que amaba la vida y amaba disfrutarla con sus seres queridos, que lo importante de la vida no era sólo hablar bonito sino respaldar las palabras con acciones para que fueran creíbles. Sin duda San Ignacio estará satisfecho con las obras que realizó durante su vida.

Mi amigo Carlos puso en su cuenta de Twitter que se valía una lagrima por nuestro amigo Felipe, pero creo que también se vale un brindis, un gracias y un hasta siempre a los que tuvimos la suerte de conocerlo. 

“Agradecer tanto bien recibido es aceptar la responsabilidad de compartir lo que somos, de compartir lo que tenemos”

Felipe Carrera S.J.

pedro.vallejo@criteriodiario.com