La esperanza se forma en las fronteras

Criterios María Del Rocío Lozano Solana

Para que las cosas queden claras, se dicen frente a frente. 

En los pasados diez años, millones de indocumentados fueron regresados a México. La mayoría de ellos ya había vivido gran parte de su vida en Estados Unidos. Hombres y mujeres, niños y niñas, son obligados a dejar una vida que les costó, para después regresar a una de la que huyeron.  

Con tan sólo unos días en la silla presidencial, Joe Biden ha puesto manos a la obra en materia de migración, comprometiéndose a revertir lo que el anterior Presidente Donald Trump hizo con las políticas migratorias. A pesar de todo el caos y alboroto causado en la pasada presidencia, la nueva administración une esfuerzos para dar esperanza a aquellos que ya forman parte de la comunidad americana. Muchos que se han inmerso en su cultura, idioma y vida laboral. Con la propuesta de entregar la ciudadanía a más de 10 millones de indocumentados, el Presidente Biden da de nuevo esperanza a las fronteras.  

Ahora, claro que como mexicana me duele ver que haya quienes quieran todo menos tener que ver con México. Me duele que mi país no pueda dar a sus ciudadanos la vida digna, que todos se merecen. Me duele verlos irse lejos de sus esposas, de sus hijos, teniendo que dejar a sus padres atrás; me duele que no puedan quedarse a disfrutar de los colores y la alegría latina, pero también soy consiente de la desesperación que tienen al no poder dar a su familia lo básico para vivir.  

Era cuestión de tiempo para que las políticas migratorias y los temas de migración tomaran primera plana en las prioridades de un líder tan importante como el de Estados Unidos. En los pasados 2018 y 2019, el New York Times se encargó de entrevistar a aproximadamente 430 inmigrantes que, por cuestiones de políticas, habían regresado a la Ciudad de México. En estas entrevistas se concluyó que más de un tercio regresaron con tan sólo 18 meses de la administración de Trump en curso. Ya sea deportados o por decisión propia, los que en ese momento se consideraban ya como americanos, regresaban al ver que en ese país y en ese momento, un inmigrante no tenía futuro. 

El camino que muchísimas familias mexicanas emprendieron para convertirse en americanos no fue fácil. Junto con sus hijos, los padres hicieron desgastantes esfuerzos por pertenecer a una cultura y en una sociedad que en realidad no los aceptaba. En muchos casos, tanta era la necesidad de dejar el pasado atrás, que los niños se olvidaban del español, de sus tradiciones, y de su nacionalidad. Pero ese proceso de adaptación no es fácil y a muchos se les arrebató la oportunidad de pertenecer. Y ahora, aquellos que regresan después de mucho tiempo, regresan para enfrentarse a otro tipo de adaptación, o más bien a tratar de reencontrar su lugar en una sociedad que ya no es la suya.  

Pero, un día, un nuevo líder, una nueva administración y sus nuevas políticas, les han regresado la esperanza a miles de migrantes y a sus familias. Les ha regresado la oportunidad de tener la vida que tanto han soñado. Y algún día, con la misma esperanza, México les regresará lo mismo a los mexicanos, pondrá a su servicio líderes capaces de ver por los más necesitados y fortalecer a aquellos que hacen crecer a este país. Algún día reconoceremos que se hizo poco y se hizo mal, pero que no es tarde para hacer mucho y hacerlo bien. Porque los mexicanos, como familia, queremos permanecer unidos y no separados por huidas necesarias y culturas ajenas. Queremos disfrutar de nuestros colores, pero todos juntos.  

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