Gato por liebre: esto es un LOFT

Criterios Enrique Acuña González

Tiene tanto tiempo que no vivimos una crisis mundial, que la gran mayoría de los nacidos después de 1980 sienten que es la única y peor de la historia. Sabemos que de los ochenta hasta la actualidad ha habido crisis fuertes, que tal vez repercutieron en algunas zonas del mundo más que en otras. En México 1994, permanecerá en la memoria y cultura por décadas, desde el levantamiento del EZLN hasta el error de diciembre, pero fue generada por políticas de privatización y decisiones locales, no completamente por un factor mundial. Para el 2008 la crisis inmobiliaria que se generó en Estados Unidos tuvo algunos ecos en México y el resto del mundo, además que coincidió el brote de influenza AH1N1. Una vez más, hubo países que se recuperaron de forma fácil y sólo tuvieron que ajustar un par de decisiones administrativas para seguir adelante. Esta es la primera vez después de 50 años que todos vivimos una crisis de impacto mundial. La última fue en los años 70´s. 

Hay autores que catalogan las crisis como momentos de oportunidad y reflexión, espacios en los cuales podemos ajustar el camino que hemos tomado y cambiar la inercia de la rutina y las formas “normales” de hacer las cosas. En 1970 hubo una crisis caracterizada por el incremento de los precios del petróleo, y justo como lo vivimos en el 2020, sabemos que todavía afecta mucho lo que pase con el petróleo en el resto del mundo. Todavía, pero cada vez menos. 

Para esta historia nos tendremos que desplazar a Nueva York. En la década de los 70´s, a raíz de la crisis ya mencionada, muchas fábricas y maquilas de la zona industrial que ahora conocemos como Tribeca y SoHo tuvieron que cerrar sus puertas de forma indefinida. Al ser un área que se depreciaría por el abandono de estos espacios, y sumado al alto precio de las habitaciones cerca del centro de la gran manzana, estas fábricas fueron retomadas por estudiantes y artistas de bajos recursos que necesitaban grandes espacios para poder trabajar en sus proyectos. Las rentas eran sumamente atractivas, y la solución al espacio fue enteramente en el mobiliario. Reutilizaron las grandes naves, con alturas imponentes y amplios ventanales, agregaron los muebles necesarios para generar salas, cocinas, comedores, una recámara y un baño, y el resto lo dejaron tal cual lo encontraron. La intención y objetivo era la baja inversión para apoyar el desarrollo de este nuevo sector de la población.  

El tiempo pasó, y lo que hubiera surgido como parte de una adaptación económica a una necesidad específica, resultó volverse tendencia con los años, hasta que el día de hoy es prácticamente una moda y reflejo de un estatus alto. ¿A cuántos no se les ha cruzado el anuncio de un departamento “tipo loft” en renta?, y en automático se siente que es parte de un grupo selecto de intelectuales de buen gusto con excelente posición económica. Incluso en las series de televisión se puede notar la selección del “loft” para comunicar que el personaje es una persona interesante, libre, creativa, pero con dinero. De hecho, si recorren en estos tiempos por los barrios de Tribeca o SoHo en Nueva York, se darán cuenta que pasaron de ser fábricas abandonadas a exclusivos conjuntos habitacionales para los más selectos grupos, entre ellos varios artistas de Hollywood.  

Una vez más, el sector inmobiliario echa mano de las tendencias de la moda para bautizar como “loft” cualquier departamento y así poder justificar una renta que tal vez sea un poco excesiva. No está mal que compres un departamento bonito en una zona exclusiva, pero que no te vendan gato por liebre porque un “loft” tiene características que la mayoría de los inmuebles publicados como tal no cumplen, y a continuación se los cuento: 

Antecedente industrial: como ya lo vimos, un “loft” tiene un antecedente histórico que casi siempre coincide con el uso de suelo industrial que haya tenido en el pasado. Digo casi siempre porque me ha tocado ver “lofts” muy bien resueltos en casonas del centro histórico, en almacenes, o estaciones de trenes.  

Grandes alturas: la principal característica del “loft” es la altura, herencia de la necesidad de almacenar y maniobrar grandes maquinarias y productos. Normalmente podrías tener una sala- comedor con una imponente doble altura, que permite adaptarla con un tapanco o piso intermedio para resolver el área privada, regularmente la recámara y el baño. Es muy común también contar con grandes ventanales que permiten entradas de luz natural a casi todas horas. 

Ausencia de muros divisorios: los únicos muros que vas a poder encontrar en un “loft” serían los del baño. El resto de los espacios estarían definidos por el uso, la decoración y los muebles. Si acaso para dividir el área privada de la común se utilizan biombos, cortinas o canceles que limitan el acceso a la recámara principal, pero el resto del departamento se puede leer desde un solo punto y sin obstáculos. 

Materiales aparentes: recordemos que la intención original de un “loft” era la economía. Se pueden destacar columnas de concreto, trabes de acero tipo IPR, vigas de madera, bovedillas de ladrillo, muros de tabique aparente, pisos de concreto pulido. Todo esto existe porque no había recursos para cambiarlo, al contrario, el nuevo uso se adaptaba a estas texturas rústicas e industriales dando como resultado la imagen del “loft” que ya todos conocemos.  

En la actualidad hay muchas propiedades que se venden como “lofts” y no lo son. Eso no les resta crédito, pueden ser soluciones muy cómodas y estéticas. Existen intervenciones modernas en edificios antiguos que le regresan el uso a estos espacios olvidados retomando el concepto del “loft”. Pero no permitan que les digan que un departamento de 2.40m de altura es un “loft” sólo porque la cocina está abierta hacia la sala y el comedor. Se vale reproducir habitaciones de este tipo, y llamarlas como tal, pero con todo lo que implique. 

Una crisis es un detonante de oportunidades, una ruptura de paradigmas. En los 70s las fábricas dieron pie a una de las configuraciones de más moda en el mundo inmobiliario. Uno podría adivinar, entonces, que en esta nueva crisis del 2020 podría pasar algo similar. Les dejaré que lo piensen esta semana para que lo analicemos en la siguiente edición de esta columna. ¡Hasta el jueves! 

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