Línea 12: crónica de un desplome anunciado

Criterios Enrique Acuña González

Tal vez parece una mala broma del destino. Justo para finalizar el “día del albañil”, el 3 de mayo del 2021 colapsaría la trabe del metro elevado de la Línea 12 de la Ciudad de México, entre las estaciones Tezonco y Olivos. El costo: 26 fallecidos, cientos de heridos, una comisión de investigación del accidente desmantelada por las cámaras con mayoría de MORENA, los responsables aventándose la bolita, impunidad y los familiares de las víctimas en el olvido.  

Recientemente se informó que habrá un peritaje por parte de una empresa noruega que ayudará a certificar el origen de esta fatal falla en la estructura, y nos costará $20 millones de pesos. De igual forma, por parte del Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum se comprometió a presentar los primeros resultados del peritaje dentro de 5 semanas. Curiosamente, eso es una semana después de las elecciones.  

Desde lo ocurrido esa noche de lunes, los dimes y diretes no han parado. Diario se mencionan los actores responsables de semejante evento, y con las elecciones a la vuelta de la esquina, era de esperarse que el tema tuviera principalmente tintes políticos. Independientemente del costo político que conllevaría, es muy importante que se tome como ejemplo y evidencia para que en el futuro nos corresponda ser más exigentes con la forma en la que se utiliza el dinero público.  

Primero que nada, tenemos que entender que la obra pública es una de las más codiciadas del país. Normalmente contempla gastos millonarios y por tal motivo, son proyectos que se tendrían que vigilar con lupa para que la ciudadanía sepa lo que se hace con el dinero y se justifique el costo del mismo. No solo intervienen las constructoras. Detrás de cada proyecto hay un comité de evaluación, un grupo de expertos que le dan el visto bueno técnico al proyecto. Detrás de las constructoras siempre hay una empresa que se dedica exclusivamente a vigilar el gasto de cada metro cúbico de concreto, cada kilo de acero, cada día de trabajo para asegurarnos que cada centavo del presupuesto fue utilizado como se tenía contemplado en el proyecto. Y aún así, los presupuestos SIEMPRE se elevan. En el caso de la Línea 12, la emblemática “Línea Dorada”, de los $17mil millones que se tenían contemplados terminó costando $26mil millones. Es decir, casi un 50% más cara.  

Uno pensaría que un sobrecosto es señal de mejoras a favor del proyecto. Pero no, más bien es el síntoma de un proyecto mal planeado. No estamos hablando de una casita de 100 metros cuadrados, que de por si necesita cierto nivel de planeación para tener éxito en el presupuesto, tiempo y ejecución. Estamos hablando de un macroproyecto de miles de millones de pesos, de kilómetros de intervención, años de ejecución, cientos de miles de ciudadanos afectados durante las obras. La planeación debería llevarse un gran tiempo para no caer en errores que lleven al constructor a estar improvisando según le vaya dictando la marcha. Si vemos más de cerca el proyecto original de la nueva Línea Dorada, podríamos notar que se contemplaba un enorme porcentaje de tramos subterráneos que ya durante la ejecución se decidieron elevados o en cajones superficiales. La razón es muy obvia: esa solución es más barata. Y aún así costó 50% más de lo proyectado.  

Insisto, todas las obras de este tipo son sumamente complejas. Intervienen muchísimos factores y no se deben discriminar ni los más mínimos detalles. El gran problema es que una obra gigantesca normalmente se vuelve estandarte de un gobierno que solo dura 6 años, cuando con la correcta planeación podrían llevarse más tiempo, pero aseguraría la ejecución correcta, el tiempo correcto y el costo preciso. Eso es inaceptable. Es requisito que el gobierno en turno inicie e inaugure el proyecto como símbolo de su excelente administración. Lo único que están evidenciando es la completa negligencia en los procesos constructivos, en el mantenimiento, en el desarrollo correcto de cada parte del proyecto, todo con tal de estrenar el proyecto que le cambiará la cara a la ciudad, o al país. A veces es tanta la urgencia que se inauguran proyectos incompletos, justo como pasó con la Línea 12, justo como acaba de pasar con el Aeropuerto de Santa Lucía.  

Se podría argumentar que fue un accidente, que no había forma de prevenirlo. Pero ya sabemos todos que durante 5 años ha habido reportes por parte de instituciones expertas en el tema, alertas de ingenieros y científicos que iban avisando sobre la delicadeza de seguir ignorando un tema tan crucial. La misma estructura fue “avisando” los diferentes episodios de su falla durante casi 4 años después del terremoto del 2017. Tres administraciones han pasado y todas hicieron caso omiso. Pero eso sí, “ya caído el niño tapan el pozo”. Se van a gastar $20millones en verificar lo que todo mundo estuvo avisando que iba a fallar en ese tramo de puente. Opino lo mismo que muchos mexicanos: esto no fue un accidente, fue negligencia. 

Las vidas de las víctimas de este evento serán en vano, si nosotros no aprendemos de los errores. Sólo nos queda analizar en retrospectiva si nosotros estamos teniendo las actitudes que el Gobierno de la Ciudad de México tuvo y dio como consecuencia  esta catástrofe. Si todavía consideras que construir una casa sin la asesoría de un experto es buena idea, piénsalo dos veces. Si hay alguien que cree que hacer una calle sin ingenieros y constructores es una buena idea, que lo piense dos veces. Esta es la prueba más tangible que confirma que “lo barato sale caro”. Nunca subestimemos el valor que nos aporta un experto en construcción, una consulta a tiempo hubiera podido salvar 26 vidas.  

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