No compro nada

Angelica Lobato Torres Criterios

¿Alguna vez les ha pasado que van a algún lugar con toda la intención de gastar su dinero, darse un gusto, llegar a la tienda y no encontrar nada que les llame la atención o peor aún la atención que les dieron fue tan mala que prefieren casi salir corriendo del lugar? 

Bueno, esa soy yo la semana pasada, iba con toda la actitud feliz de ir a la librería, por primera vez en desde el inicio de la pandemia y diría la canción de Emmanuel: “todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de mí”… Primero fui a una librería que desde antes que yo empezara a trabajar en el mundo de los libros era conocida por su no muy buen servicio al cliente, con el paso de los años me di cuenta que el personal cambiaba pero la actitud era la misma y aún después de la crisis de las ventas, la actitud sigue siendo igual. Me dije: “Angélica, tú no necesitas ayuda para buscar un libro” y me puse a ver tranquilamente los títulos en la gran librería casi vacía. Sin querer escuchaba la interacción entre los vendedores y los clientes… Se me rompió el corazón, querían venderles los libros como si fuera una playera o unos tenis e incluso uno admitió que él no tenía el hábito de la lectura. 

A lo lejos pude ver cómo había una reunión entre empleados y dije ese es el problema. En ese momento toda la atención del personal estaba en la plática laboral y en segundo lugar los clientes. Después de tanto tiempo trabajando en atención al cliente aprendí 2 cosas: el cliente es prioridad y eso de que el cliente siempre tiene la razón es una gran patraña. Pero bueno, la idea es que me dolió ver cómo ni los vendedores se esforzaban en conocer lo que venden por su cuenta, ni los empleadores se los exigen. Cómo extrañe ir a las ahora casi extintas librerías del centro de Puebla en que los vendedores o dueños te hacían un comentario del libro o del autor y con el tiempo ya sabían que recomendarte… Supongo que el maldito y sensual capitalismo causó esto. 

El punto es que dije, ¿Para qué dejas tu dinero aquí si tienes una montaña de libros en tu casa? Ya sé, no causa la misma emoción que un libro nuevo, pero releer un libro puede ser algo muy interesante. Primero porque estás en una etapa completamente diferente de la vida de cuando lo leíste por primera vez, pero la vida ha cambiado tanto que tal vez encuentres en estos libros anteriores un mensaje que no había forma de entender cuando eras más joven. También está la terrible situación en que empiezas a leerlo y te das cuenta nada es como lo recuerdas, claro ejemplo mi hermana que acaba que descubrir que aunque fue la más grande fan de Anne Rice y “Entrevista con el vampiro” ya no recuerda muchos detalles de la lectura, por decir que nada es como lo recuerda, casi todo es más como la película que como el libro y eso la dejó un tanto preocupada por su memoria. Otro ejemplo es como yo recuerdo haber leído, obligada en la escuela, “Macario” de Bruno Traven, en que el joven del mismo nombre recibe los poderes de la muerte al compartirle de su pavo que pensaba comer él sólo. Para mí, ahora leer este libro sería completamente diferente, primero porque lo leería por gusto y porque es una historia que, a mi mamá, que ahora está en los cielos, le encantaba. 

El siguiente acercamiento a la librería fue en el supermercado, en que los libros están ahí, justamente como si fueran frascos de mayonesa o botellas de shampoo, todos desordenados y con un muy limitado número de títulos. Tampoco quise comprar ahí y creo pasará un buen rato para que quiera entrar a la librería de nuevo. Bendito sea el internet y las tiendas en línea, benditos los blogs y redes sociales que hacen que conozcas más de los libros de lo que un vendedor te podría ayudar en muchas de estas grandes cadenas.  

Aun así, tengo esperanza de que la gente que sigue en el mundo de los libros, que salió de esas librerías del centro, continúen haciendo de vender libros un arte e inspiren a sus compañeros a hacer lo mismo. Mientras tanto, vayan a su librero y busquen un título que tal vez les vuelva a cambiar la vida. 

angelica.lobato@criteriodiario.com