A prisa

Aldo Obregón Criterios

Lalo, mi profesor de piano, tenía la bonita costumbre de contarme acerca de los autores de las piezas que practicábamos e intentaba contextualizar lo mejor posible el ambiente social de los diferentes aquellos entonces para nutrir mi interpretación. “La vida era más lenta” solía decir.

Si nuestro andar antropológico por este planeta se rige por las mismas leyes por las que se rige el universo, el ímpetu que llevamos hará que nuestra percepción del tiempo, de la vida, se acelere exponencialmente y, así, ese “la vida era más lenta” podrá aplicarse al ayer, al hace una hora, a la mañana del día de hoy.

Los medios de comunicación avanzan y nos acostumbramos a la inmediatez. Los seres humanos somos expertos en esto, en adaptarnos. La entrada de la conciencia al escenario evolutivo nos supuso una increíble ventaja por sobre prácticamente cualquier animal y, gracias a la enormidad de nuestro cerebro, podemos adaptarnos de manera “inteligente” sin necesidad de que la tatarabuela que vive en nuestro ADN entienda que es hora de adoptar o desechar tal o cual actitud o rasgo.

Si los medios de comunicación se aceleran, nuestro cerebro se acelerará con ellos. Mientras más información llegue, mientras esta información necesite ser catalogada o asimilada, mientras el ímpetu de nuestras vidas continúe acelerándose, también nuestra manera de percibir lo que nos rodea se acelerará. Así, lo que antes se hacía en un mes se podrá realizar en una hora. Lo que se descansaba en un mes tendrá que descansarse en una hora, también.

“Metrónomos”

El metrónomo es el peor o mejor amigo del músico, según se quiera ver. Mantener un pulso constante cuando estás aprendiendo a mover los deditos sobre el teclado es una tarea casi imposible que ha obligado a abandonar sus estudios a más de un talento frustrado por la cuadratura del tiempo y la manera en la que los medimos. Curiosamente, al crecer, el músico tiene que apartarse de ese yugo impuesto que es la regularidad para alcanzar el verdadero punto sublime de la interpretación, sea cual sea su instrumento.

Los seres humanos medimos, es parte de nuestra naturaleza y una importante herramienta si de adaptarse y evolucionar se trata. Esquematizar, poner nombres, encontrar patrones y decidir con cierta seguridad son milagros que la mente nos regala, pero, como todo gran don, trae una pequeña maldición implícita: hemos perdido la capacidad de comprender el universo del que somos parte si abandonamos las rejas que nosotros mismos creamos para entender lo que antes no entendíamos.

La percepción es la vida y nuestra percepción dicta el cómo reaccionaremos a tal o cual situación. Si, entonces, hemos perdido la capacidad de ver la realidad tal como es por “cuadrar” desde pequeños nuestra percepción al ritmo que marcan los metrónomos ancestrales, ¿No será hora de dejar libre el espíritu interpretativo del ser para llegar a lo más sublime del entendimiento humano?

“Al final, es un juego”

Al final, todo es un juego y uno decide cómo jugarlo. No hay ensayo, no hay error, no hay acierto: sólo hay un río de eventos intrascendentes sobre los que navegamos, distrayéndonos con el paisaje y los peces, creyendo que la piedra que rozó el barco es importante cuando, en la película completa, ni siquiera quedó dentro del cuadro de la cámara.

@aldoobregon