“El mundo no puede estar lleno de gente como yo” (La naranja mecánica)

Criterios Ingo E. Kobe

Tuve el acierto de reencontrarme con una gran obra que, en mis años de adolescente y posteriormente, ya como universitario movió alguna fibra en mí e hizo que desde entonces, se volviera un recurrente en mi vida. Hablo de “La Naranja Mecánica”, novela escrita por Anthony Burgess en 1962 y que posteriormente (casi una década después) sería llevada a la pantalla grande por el grandísimo Stanley Kubrick.

Mi primer contacto con esta historia distópica, violenta y controversial fue la película filmada en 1971. Cuando estaba terminando la secundaria, tuve una etapa de obsesión por directores que eran considerados diferentes y un tanto polémicos, en la que descubrí al que hasta la fecha sigue siendo probablemente mi director favorito.

Si soy completamente honesto no recuerdo del todo el momento o el motivo por el que me llamó tanto la atención Kubrick. Tal vez a raíz de toda la polémica causada en 1999 por la filmación de “Eyes Wide Shut” (Ojos Bien Cerrados) y el ruido que hicieron Nicole Kidman con Tom Cruise protagonizando una película con alto contenido sexual para la época y que curiosamente fue lanzada previa a su divorcio.

En vísperas navideñas se me metió en la cabeza la idea de pedir un reproductor de DVD para poder adquirir una copia de La Naranja y poder verla. Recordemos que a finales de los años 90 el acceso a las películas de antes era muy limitado y si querías ver alguna, la única opción que tenías era comprarla (siempre y cuando estuviera disponible) en original. Fue así, como ese 24 diciembre por la noche, me desvelé viendo por primera vez a “Alex” (interpretado por un inigualable Malcolm McDowell) acompañado de sus “droogs” haciendo de las suyas y sin comprender muy bien lo que acababa de ver, me quedé fascinado con la historia, la estética y el personaje principal al que logré odiar y amar por igual.

Varios años después, ya un poco más grande y “maduro” (entre comillas porque no sé lo maduro que se puede llegar a ser a los 19 o 20 años) me encontré con la novela y decidí comprarla y leerla. A primera vista era un libro pequeño que según yo podría concluir en un par de días, idea que estaba muy alejada de la realidad porque esta novela es, hasta el día de hoy, una de las que más trabajo me ha costado leer. Me vi en la necesidad de reiniciar esta lectura un par de veces para poder encontrar una estrategia para entenderla. Al final del libro, puedes encontrar un glosario bastante extenso de las palabras que “Alex” y su pandilla de “droogs” usan para referirse a varios objetos, lugares e incluso situaciones en particular. Al inicio pensé que, una vez entrado en la historia, sería fácil entender estas palabras pensando en su contexto. Esto no fue así. Tuve que hacer una especie de acordeón o chuleta con todas estas nuevas palabras y sus significados para poder entender este nuevo lenguaje.

En ambos casos y en diferentes momentos, la historia hace una especie de sátira a la sociedad que logró cautivarme al grado de obsesionarme con todos sus elementos, personajes, música y escenarios. La capacidad de tener empatía e incluso sentir lástima con un personaje que en principio se nos presenta como un criminal y psicópata en potencia es impresionante. Hace que nos cuestionemos cómo llegamos a este punto en el que logramos encontrarnos e identificarnos con alguien que en teoría es completamente ajeno a nosotros.

La Naranja Mecánica celebra su 50 aniversario este año y es sin duda alguna una gran recomendación si es que nunca la han visto pero de igual manera merece mucho la pena reencontrarse con esta historia en caso de haberla visto años atrás y darle una interpretación completamente que en épocas actuales es interesante analizar. No dejo de preguntarme qué tan fuerte o controversial sería esta película si se lanzara en pleno 2021, probablemente no lograría sorprender tanto, pero estoy seguro que seguiría siendo una gran historia que no tendría que pasar sin pena ni gloria.

“El ser humano está dotado de libre albedrío, y puede elegir entre el bien y el mal. Si sólo puede actuar bien o solo puede actuar mal, no será más que una naranja mecánica, lo que quiere decir que en apariencia será un hermoso organismo con color y zumo, pero de hecho no será más que un juguete mecánico al que Dios o el Diablo (o el Todopoderoso Estado, ya que está sustituyéndolos a los dos) le darán cuerda.”

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