Explicando la muerte a un niño

Criterios Martha Vargas Vázquez

Los niños perciben todo aquello que no vemos.

Cuando un familiar o persona cercana fallece y tenemos niños, muchos de nosotros desconocemos como tratar el tema de la muerte con los pequeños de la familia. Ante la muerte ¿Cómo explicarle qué pasó? La muerte cobra significado para un niño cuando alguien que conoció de pronto desaparece no vuelve a ver a esa persona. Es normal que los niños  pequeños tomen conciencia de la muerte el día específico en el que alguien muere, lo que lo hace reaccionar; el proceso de duelo del niño se facilita si los adultos se muestran honestos, usan un lenguaje directo e integran al niño en los rituales relacionados con el fallecimiento.

Es el momento para propiciar y animar a los niños a que externen lo que saben, sienten y piensan acerca de la muerte. Antes que nada se debe tomar en cuenta la relación de cercanía que tenía el niño con el difunto,  el vínculo que se tenía con la persona es lo que establecerá la intensidad o el nivel del impacto ante la muerte del ser querido, así como el duelo. Lo más importante es no  engañar, evitar fingir que no ha pasado nada, que el fallecimiento no ha ocurrido o que su vida no cambiara en nada. No debemos dar una versión falsa. La explicación que se le dé al niño se debe mantener tan simple y directa como sea posible, contestando sus preguntas con honestidad y sin rodeos, se debe decirle la verdad, con detalles suficientes para su nivel de comprensión. Hablar  del fallecido con la mayor naturalidad posible, en pasado, “el abuelo vivió muchos años”, “la tía Tere tenía una enfermedad muy grave”. La explicación debe incluir palabras concretas como cáncer, muerte, enfermedad, murió, evitando los eufemismos que pueden ser malinterpretados y confundir al niño, como “está en el cielo”, “ahora es un angelito”, así como tener cuidado para evitar dar descripciones terroríficas o macabras “los pecadores se van a sufrir por la eternidad al infierno”. Debemos responder a sus preguntas con empatía para con el niño, la mayoría aun no tiene la capacidad para entender sus propias emociones. Es útil el hablarles de la pérdida común y del dolor y la tristeza que todos sienten, así se sentirá comprendido.

Debemos  permitirles la expresión de sus emociones sin estimularlas (llora todo lo que puedas, de mayor no lo podrás hacer) o reprimirlas (tienes que ser fuerte y tragarte esas lagrimas), ayuda al niño a interpretarlas y exteriorizar  su llanto. Es beneficioso que el niño comprenda el dolor y pueda expresarlo en el momento y de forma adecuada; si el niño ve que el resto de los adultos se encuentran afligidos al igual que él, le ayudará a valorar la vida. Si se habla de la muerte sin la parte que causa dolor, el niño podría interpretarlo de manera errónea, entendiendo que la persona muerta no solo era insignificante sino que tampoco será extrañada, y que lo mismo podría suceder con él. Los pequeños pueden y deben ser incluidos, participando activamente en los rituales que se lleven a cabo, alrededor de los cuatro años tienen la edad suficiente para comprenderlos, lo que ayuda (a todos) a recordar a la persona amada. Se les debe animar a tomar parte en los aspectos en los que se sientan cómodos, sin forzarlos; si el niño va a participar en cualquier ritual, hay que explicarle por adelantado, en qué consiste, como debe comportarse y qué es lo que puede esperar (personas lamentándose, entrando y saliendo del lugar, etc.).

Si el niño con respecto a la percepción directa del cadáver, expresa su deseo de verlo, esto debe llevarse a cabo con total naturalidad, buscando un momento de tranquilidad, si es posible de privacidad con el cadáver, lo cual le daría también oportunidad de despedirse. No es necesario que el padre o la madre ayuden al niño durante el proceso, se puede escoger un adulto de confianza, un familiar cercano e incluso un profesional para ayudar al niño. Pasados los rituales hay que evitar el precipitarse a remover de la casa o las conversaciones todos los indicios de la persona fallecida, ya que esto puede dar a entender al niño que la persona para la familia nunca existió, que está mal hablar de ella, y que lo mismo puede pasar con él si muere.

Después de algún tiempo se puede acudir al  cementerio, se debe de convertir  la visita en una oportunidad de recordar al fallecido, qué hacía, qué decía, cómo era; evitando así convertirlo en un deber penoso. Cuando el que muere es su mascota  se debe dejar que el niño manifieste su pena abiertamente, sin minimizar su dolor por el hecho de que era “solo un animal”, la intensidad del duelo, como ya se ha mencionado, depende del vínculo que se tenía con el fallecido. Lo más apropiado es permitirle despedirse de su mascota, e incluso se puede hacer una pequeña ceremonia al enterrarlo, o hacer uso de los servicios de funerarias especializadas en mascotas. Ya que el niño ha aceptado la muerte, es normal que manifieste su tristeza de vez en cuando a través de un largo periodo de tiempo, a veces en momentos inesperados. Se le debe hacer saber que eso está bien y puede hacerlo.

“Para una mente bien preparada, la muerte es sólo la siguiente gran aventura” Albus Dumbledore

Página en FB www.facebook.com/tanatologiaadiosalduelo

Instagram @marthatanatologa