ENFERMERA EN ATENCIÓN COVID

Criterios Martha Vargas Vázquez

No estaba lista para vivir esto…

En este artículo quiero hacer un homenaje a médicos y enfermeras que estuvieron en el frente, atendiendo enfermos de COVID y que tuvieron muchas satisfacciones ya que salvaron vidas, ayudaron y atendieron enfermos, leyeron cartas y los comunicaron con sus familiares, bañaron y mantuvieron limpios a sus pacientes y sobre todo le brindaron ese trato humano a pesar del equipo de protección y el cansancio.

Tuve la oportunidad de conocer a una enfermera que vivió en carne propia que el Hospital donde trabajaba, se volviera Centro de atención COVID durante la primera fase de la pandemia.

Ella me contó muchas vivencias y experiencias que tuvo durante casi un año que estuvo trabajando, hasta que enfermo y llevo el contagio a su familia, en especial a su mamá, que perdió la batalla. En memoria de ella, y ya recuperada volvió a retomar su labor y siguió atendiendo a los miles de pacientes que pasaron por el hospital donde ella laboraba.

Fue una charla que realmente, hace a uno detenerse y reflexionar sobre la fragilidad del ser humano. Lo fácil que es perder la vida y no estamos preparados para ver partir a nuestros familiares ni para partir nosotros. Por razones obvias entenderán que cambie nombres de personas, lugares y fechas. Al leer entenderán el porqué de esta decisión.

Dulce la enfermera, que realmente es una mujer joven de aspecto dulce, como su nombre y que así trato a muchos de los pacientes que estuvieron bajo su cuidado en el hospital. Ella actualmente está en terapia por todo lo que vivió, pero de manera específica por la pérdida de su mamá la cual ella contagio de COVID y tiene una carga emocional muy fuerte de culpabilidad.

Ella trabajaba durante ocho horas continuas y muchas veces llegaban a ser doce horas. Ella iniciaba con la colocación del traje y todas las protecciones necesarias para poder estar al frente, inmediatamente subía a piso donde tenía ella y cuatro compañeras la responsabilidad de ver en el piso a casi cuarenta pacientes, los cuales tenían que darles baño de esponja cada tercer día, lavarles los dientes, checar las soluciones intravenosas y suministrar medicamento. Dulce me cuenta que dentro de su preparación como enfermera les dicen no deben hacer lazos con los pacientes, cosa que a ella le cuesta mucho trabajo y termina apreciando a las personas con el trato; también me comentó que al ver a la gente tan vulnerable ante esta terrible enfermedad su parte humana se activó y siempre pensaba “si yo enfermo y soy hospitalizada quisiera tener alguien atento y pendiente de mi “.

Conoció a la señora Tere paciente de más de sesenta años con un cuadro grave de COVID pero que no era necesario  intubar, estaba dentro de los pacientes que a ella le tocaba atender en sus ocho horas de trabajo, su familia le llevaba cartas a Doña Tere que dulce le leía con mucha paciencia, se encontraba en la cama de en medio de una habitación con seis camas y desde donde ella estaba acostada podía ver las dos puertas de entrada de las habitaciones que quedaban frente a la de donde ella estaba. Un día al estar bañándola de esponja, le dijo: “En la puerta de enfrente ya están los hombres de negro, esos que miden más de tres metros y vienen a llevarse alguno de los pacientes que están ahí”. Varias ocasiones Tere los vio y lo comento y lo sorprendente es que a las pocas horas sucedía que alguno de los pacientes fallecía.

En un viernes que Dulce salía a descanso el fin de semana paso a despedirse de Tere y le dijo “el lunes que regreses ya no estaré aquí, los hombres de traje negro entraron contigo y vienen por mi” Lamentablemente Tere falleció la madrugada del sábado.

Muchas historias que vivió Dulce, el darse cuenta de que los pacientes que fallecían tenían mucha sed. Las enfermeras les daban agua y los que trascendían ese día después de darles agua seguían sintiendo mucha sed, esto ella lo noto en repetidas veces y lamentablemente los pacientes a las pocas horas fallecían.

La parte más difícil para Dulce es el haber perdido a su mamá al contagiarla ella de COVID. Pero ella le consolaba pensar cuando su mamá fue al hospital que habría una enfermera como ella, que los bañara, lavara dientes, diera agua, leyera cartas, prestara su teléfono celular para poder estar en contacto con la familia y sobre todo que su mamá no muriera sola, si no acompañada.

Pero la parte más fuerte de todas sus vivencias fue un día de guardia cuando le toco estar en el área de intubados. Ustedes recordaran que empezó a escasear el oxígeno en todo México. Dulce se encontraba a cargo de cinco pacientes intubados, todos en una sala a los cuales ella cuidaba, suministraba medicamento y aseaba. Cuando de repente inicia una alarma que el oxígeno ya no estaba pasando, ella va a revisar las mascarillas y llaves del mismo y no pasaba, suena un segundo y así se viene en cadena el sonar de todos. Llama a su jefa, ella a mantenimiento y resulta que no había oxigeno ya en el hospital. Avisan al médico responsable de terapia intensiva y este al Director. Todos ahí presentes se dan cuenta que solo tienen tres equipos de respiración manual. La decisión difícil a quien se le dan; después de revisar los expedientes se tomó esa decisión que yo pienso debe de ser la más difícil para un médico. Dulce me cuenta lo difícil que fue estar casi ocho horas dando respiración manual y saber que otros no tuvieron esa oportunidad.

Ella actualmente sigue trabajando y tomando terapia para poder superar la pérdida de su mamá y todas las experiencias que tuvo a lo largo de más de un año atendiendo a pacientes COVID.

Existen tantos héroes anónimos que tienen tantas vivencias que contar y sufrimientos que compartir. Solo podemos decirles ¡GRACIAS!   

A nuestros héroes ¡GRACIAS!

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