Recientemente, y cada vez más, se ha comenzado a hablar sobre “deconstruir el amor romántico”; sin embargo, considero que aún tenemos pendiente clarificar a qué nos estamos refiriendo con eso.
Cuando hablamos de “amor romántico” no nos referimos a que queramos que se prohíban las citas, las salidas al parque y por helado. No, no se trata de una condena a los detalles, a los regalos ni a la ternura (que creo su presencia es bastante cuestionable en los modelos de relaciones hegemónicos).
Cuando hablamos de “amor romántico” nos referimos a todas las ideas que existen en torno a lo que debería ser el amor y una llamada relación de pareja en nuestro contexto actual. Por una parte, pensemos en las películas más clásicas de Disney y los parámetros que ponían en la mesa para entender el amor, empezando por los flechazos a primera vista. Sin embargo, estas ideas podemos palparlas en el mundo que nos rodea. Frases como “el amor todo lo puede”, “si no hay celos no hay amor” y “si no duele, no es amor” nos dan una pista de cómo entendemos el amor.
¿Cuál es el problema de todo esto? Que si nos fijamos con lupa, el chip que tenemos en la mente y en el corazón sobre la forma en la que nos relacionamos, principalmente con nuestras parejas sexo afectivas, pueden crear un espacio para justificar situaciones violentas y la permanencia en las mismas.
Pensar que los celos son un símbolo de que se ama o se es amado y no como un sentimiento a atender para buscar que fluya de la manera más sana y segura posible para todas las personas involucradas en la relación. Pensar que es deber de una persona “aguantar” porque se ama, algo que se espera principalmente de las mujeres, en lugar de aprender a poner límites y retirarnos de los lugares y vínculos que nos hacen daño.
A este cúmulo de ideas nos referimos cuando hablamos de “amor romántico”. Hay mucho más de qué hablar al respecto pero desde aquí, seguro podemos iniciar una discusión interesante.
