“Roma gobierna sobre muchos pueblos, pero no puede gobernarse a si misma”
Preámbulo de la serie Roma de HBO
Gladiador I y II son películas extraordinarias, su producción, guion, actuaciones, así como el reflejo de los excesos del poder y las excentricidades del Imperio Romano es ejemplar. Sus argumentos absurdos, pero eso no importa en una película que lo que pretende es aprovechar prácticas de personajes e instituciones históricas que a casi 200 años nos sigue pareciendo fascinante e increíble. Roma es ejemplo de cómo el poder no debe estar en manos de quien sea y de las cosas que pasan cuando se destruyen las democracias y se le da poder ilimitado a quien sea.
De Roma se puede esperar lo que sea, sobre todo en su última etapa de imperio, en la que personajes que parecen de novela cometieron excesos inimaginables, producto de la creencia de que se podía actuar sin ninguna consecuencia, derrochando los recursos del Estado para caprichos. Sabemos, por ejemplo, que Tiberio sentenció a muerte a un aristócrata por haberse burlado en público de su calvicie; que su nieto, Calígula, nombró Cónsul a su caballo Iniciatus (nombramiento que fue avalado por el Senado, es decir, por la institución garante de los derechos de los ciudadanos conformado por “los mejores hombres de Roma”); o que Nerón escuchaba todo tipo de intrigas, sentenció y ejecutó a todo aquel del que sospechara que lo traicionaría inventando crímenes absurdos.
Sin embargo, esas son sólo las anécdotas más famosas por reflejar, incluso algún tipo de daño mental, pero lo cierto es que de los romanos se podía esperar todo, sus excesos son comparables a las de los maharajás indios de principios de Siglo XX. Sobre todo, si se considera que era una época en la que el poder además de ejercerse, tenía que enseñarse y que, la magnificencia de un gobernante, se relacionaba directamente con el tamaño de las obras que se construían, y la grandeza se relacionaba directamente con el tamaño del territorio gobernado o con la cantidad de enemigos sometidos
En este contexto, el coliseo romano perfecto para demostrar poder, satisfacer al pueblo y emular hazañas militares en las que siempre ganaba Roma. Era una de las maneras de demostrar la grandeza del Imperio y del emperador, que en una muestra de poder absoluto decidía quién vivía y quién moría a los ojos de 50 mil espectadores.
En el Coliseo se emularon batallas navales que incluían inundarlo con suficiente agua para que navegaran barcos con remeros, esclavos, soldados capturados de otros pueblos, también se podían ver carreras de carros, animales atrapados en zonas lejanas que demostraban la magnitud del imperio. El Coliseo era el centro del poder y de los excesos romanos, daba orgullo, identidad y adrenalina a un pueblo al que se pretendía controlar con pan y circo.
Pero los excesos tenían sus riesgos, la mayoría de los emperadores fueron asesinados o murieron en condiciones misteriosas y duraron menos de 4 años en el cargo, las intrigas políticas y las luchas por el poder le dieron una inestabilidad enorme a Roma, que repercutía en absolutamente todos los aspectos de la vida de los romanos y generaba una corrupción enorme, provocando, en un primer momento la división del imperio y posteriormente su caída definitiva.
Gladiador I y II son buenas muestras de lo anterior, valen mucho la pena ambas.